martes, 7 de septiembre de 2010

Crónica de Peracense 2010

CRÓNICA DE LAS GLORIOSAS JORNADAS QUE LAS HUESTES DE LA IBERIA TODA PASSARON EN LA FORTALEZA DE PERACENSE, DE CÓMO EL DITO CASTIELLO VOLVIÓSSE A LA VIDA POR EL TESÓN ET EL TRABAXO DE LOS MESNADEROS ET DE CÓMO MANIFESTÓSE SU BUEN FAZER.

Ansí como muytos otros acontescimientos que en ella se verán, contados como quiere la costumbre por el maese escribano dom Enrique de Çaragoça, monge capellán del castiello, que a ellas asistió con grande deleite.

In nomine Patri, et Filii, et Spiritu Sancti. Amen

INTROITO

6 DE AGOSTO, A.D. 1210

Oscuridad. Hambre. Desolación. Guerra

Desde que el passado anno visitase el castillo el noble don Ximén Cornel con sus gentes e le fuese negada el agua por el Senescal de Urrea, un espantoso maleficio recayo sobre las tierras todas de la Corona. Tormentas, ventiscas, granizo e viento barrieron las cosechas, los animales murieron de extrannas enfermedades et el Hambre aposentó su mano firmemente sobre una tierra inmisericorde que non perdona a sus hijos. Nobles caballeros de intachable linaje viéronse obligados a tomar incluso el arco o la ballesta para procurarse comida en los bosques de sus feudos, pues los campos se la negaban e sus siervos non podían satisfacerlos...

Desde el mes de marzo a aqueste terrible jinete del Apocalipsis le acompanyó también el espectro de la Guerra. El rey don Pedro abandonó sus asuntos occitanos, dexándolos en manos de sus barones del ultramonte, para ofender a los moros en la frontera de Balansiya, e anque tomó para su Corona las fuertes plazas de Ademuz, Castelfabib e Sertella con la ayuda de los Ricoshombres don García Romeu, don Artal de Alagón, don Atho de Foces, don Sancho de Antillón, et el mismísimo Ximeno Cornel, a quien el rey ha devuelto el favor que le arrebatase dos años ha, los beneficios para la frontera de Teruel han sido magros e las tinieblas non han dexado de cernirse sobre los muros de Peracense, como lo fizieron en todo el reino de Este a Oeste.

Pero de las cenizas del desánimo resurge de nuevo el brillo de las armas y el Castillo Rojo volverá a cobrar vida una vez más. Los triunfos de Su Majestad en la guerra contra el moro traerán sin duda tiempos mejores, los Cielos nos han devuelto la Libertad e la riqueza volverá a asomar a las puertas desta fortaleza. Porque los hombres que la guardan jamás se han rendido a la desesperación e nunca lo harán, pues el brillo salvaje de una espada o el ondear de un estandarte son más fuertes que el estampido de un trueno o el repicar de las gotas de la lluvia sobre el barro. Don Ximeno goza, pues, del favor de Su Majestad… ¿Cómo responderá el señor de Urrea?


PRIMERA JORNADA

Llegada de la Mesnada Fidelis al Castillo Rojo

Nuevamente moja el escribano sus cálamos en la negra tinta para rasgar los pergaminos en otra crónica, tan sólo dos semanas después de lo de Anento. E debo comenzar diziendo a mis amados lectores que algo mustios andaban los ánimos respecto a aquesta empresa desde que faze ya un anno rompiéranse los cielos sobre los pabellones et armeros en Peracense, ahogando a los presentes en el Castillo Rojo bajo las aguas de una tormenta apocalíptica como nunca antes vieron los más viejos del lugar. Mas aqueste anyo prometían las nubes tregua a las huestes aragonesas e los mesnaderos aprestáronse con grande ilusión a devolver a la vida las salas de Peracense, de modo que para el día de San Aristarco, 4 de agosto deste año de 1210, juntámonos los Fideles don Ximén Cornel, don Castán de Biel, don Pero Maça, don Assalit de Gúdal, don Sancho de Antillón, donna Luisa Magistra, don Ximén de Urrea, don Pedro de Ahones, don Atho de Foçes et donna Roçío Bruna en la cilla de nuestras posesiones caesaraugustanas por cargar el carromato alquilado al efecto con pabellones, palos, lanças, mesas, armeros, sillas, escudos, espadas e cuantos enseres eran necessarios para nuestra larga estancia de quatro jornadas en el castro turolense, mas mal començóse la aventura pues la bestia alquilada para tal menester andaba falta de forraje e fueron precisas varias horas antes de poder disponer della, la mala puta, e tras muchos trabaxos llegamos al Castillo Rojo poco antes de la hora de completas, de modo que casi era nocte bien cerrada cuando acabamos de subir las malditas cuestas de la fortaleza los enseres que buenamente pudimos e plantar tres pabellones a tientas, como quien dize, con la ayuda de don Artal de Alagón, que allá nos esperaba.

Cenamos lo que pudimos en la taberna de Peracense, vestí ya desde aqueste momento mis monacales hábitos e de ahí a poco, entre cansancio, bromas, fumetas de nuestra sempiterna sisha de tabaco musulmán e risas, acomodamos nuestra pernocta unos en sus pabellones e otros en la misma taberna, pues la nocte estaba freda e non teníamos los güesos para alegrías, a la espera de una mañana que iba a saludarnos con nuevas fatigas e trabaxos para dexar la fortaleza de Peracense como si su Majestad don Pedro de Aragón se sentase aún en su trono et el pendón real señorease las almenas de sus posesiones en toda la Corona…