domingo, 21 de octubre de 2007

Cronica de la Villa de Molluela 2007

Crónica de las muy provechosas jornadas que los caballeros de la hueste Fidelis Regi vivieron en la noble villa de Moyuela del reyno de Aragón, no lexos de la cibdad de Çaragoça, donde se sucedieron tales prodigios que difícilmente serán creydos por quienes los leyeren y con ello dejo en suspenso a vuesas mercedes.

Contada, como ya es tradición, por el cronista mayor de los Fieles del Rei, Enrique de Çaragoça, que asistió a ellas y dellas disfrutó con grande deleite.

In nomine Patris, et Filii, el Spiritu Sancti. Amen

PRIMERA JORNADA

Donde se llega a la villa de Moyuela, se monta campamento como se puede y se pasan agradables horas verpertinas y aún más placenteras en la noche, como se verá.

"¡Sea por siempre alabado el Señor Todopoderoso en su Omnipotencia y tenga él la Misericordia de apartar al Maligno de nuestro lado! ¡Bruxas, trasgos, duendes y fantasmas, alejáos deste pobre amanuense!, que sólo vuestra infame y lujuriosa mano puede explicar los estraños sucessos que aquestos pasados días viviéronse en la muy noble villa de Moyuela, adonde los Fideles Regi habíamos sido convocados por petición de nuestro buen caballero don Juan de La Guardia y en compañía de los Arqueros Mercenarios del Antiguo Reino de Aragón, por buen nombre conocidos como CAMARA. Mas sosiéguese el corzo y témplese nuestro espíritu y no adelantemos acontecimientos, que ya este cronista lenguaraz pugna por liberar su verborrea atropellando las palabras e impidiendo que fluyan cual manantial cristalino narrando con pulcritud línea tras línea a vuesas mercedes lo que en Moyuela ocurrió en aquestos estraños mas jubilosos días que han llenado de turbación mi espíritu."

"Comencemos, pues, diziendo que era convocada a participar en el mercado desta noble villa çaragoçana la mesnada regia y allá fue con ella vuestro amanuense con su viejo corcel bermejo que tantos caminos ha trotado ya por toda la geografía destos reinos. Con alegre ánimo, pues, el día de San Jeremías del presente anno recorrimos los nobles de la hueste regia los inclementes secanos de Mediana, Belchite, Letux y Azuara, llegando a Moyuela vuestro cronista faltando una media hora para sexta y encontrando a las puertas de la aldea al caballero don Juan de La Guardia con su familia, que me indicaron dónde abrevar mi castigada bestia, dónde guardar mis pertrechos y dónde tomar el refrigerio que iba mi cuerpo a agradecer en gran medida por la mucha calor, las moscas y el cansancio del viaje."

"Es la villa de Moyuela un muy agradable e recoleto lugar perdido entre los montes de la comarca del Campo de Belchite, poblada por unos 100 fuegos y muy animosa de gentes siempre dispuestas a acoger de buen grado y a ofrecer exquisita comida e vino a cuantos foráneos cruzan sus puertas en paz e con la sana intención de conocella. Estaba dispuesto el lugar de nuestro campamento en la calle principal de la villa, llamada por sus gentes el barranco sin duda por haberlo sido, dada su ubicación entre dos pequeñas lomas, en la cima de una de las cuales se encuentran las ruinas de una que debió ser muy notable mota fortificada, hoy convertida en ermita consagrada al santo protector deste nuestro reino de Aragón, el caballero San Jorge tantas veces invocado por la hueste Fidelis Regi en sus batallas y que tantas victorias nos ha dado, de lo cual mucho nos holgamos por hallarnos tan cerca de su templo."

"Mas poco a poco íbase juntando la mesnada en la casona nobiliaria del barón don Juan de la Guardia y allá estábamos don Lope Ferrench de Luna, las damas donna Leyre y donna Laura y el caballero don Paulo de Leo Crucis, además del hermano del sennor de La Guardia con su prometida, su esposa donna Elena, sus hijos el infante don Nicolás y el infante don Daniel y su suegra que a todos colmó de bienvenidas, plácemes, café y magdalenas, que estaban como suele decirse para resucitar a un muerto. Hechas las presentaciones, sosegados los cuerpos, depositados los enseres, fierros y demás aditamentos en los lugares donde reposaríamos por la noche (que ya llegaremos a aqueste punto) y dispuestos para nuestra labor guerrera, partímonos todos muy contentos con las bestias de carga hacia el barranco para levantar nuestro pabellón, disponer los armeros, alzar pendón de combate y dejar constancia de la presencia de la hueste Fidelis Regi y nuestros amigos de la mesnada Leo Crucis en la muy noble villa de Moyuela de Aragón, protegida de San Jorge..."

"Encontramos allá dispuesto el pabellón de los arqueros de la CAMARA, que tuvieron a bien cedernos ciertas alpacas de paja que de su campo de entrenamiento sobraban para poder atar e tensar los vientos de nuestra tienda, la cual no pudo en un primer momento ser alçada por unas carretas de mercaderes que allá en el lugar donde había de ubicarse nuestro pabellón se hallaban y que tuvieron que ser llamados con grande grita de voces bajo la amenaza de llamar a los alguaciles de la villa y retirar los tan inoportunamente dispuestos jumentos de grado o por la fuerza. Aprouechamos estos momentos previos para montar las diferentes piezas de la cama de madera del señor don Artal de Alagón mientras íbamos desempacando los enseres propios de la mesnada Fidelis, a saber, escudos, baúles, arcones, tableros, armeros, lanças, etc. tras lo cual hicieron su aparición los villanos mercaderes que se habían atrevido a importunar a los ricoshombres de las Doce Casas del Reyno, retiraron sus animales y aquí hubo paz e después gloria y pudimos por fín alçar el noble pabellón de los Fideles Regi Aragoniae..."

"Sin embargo, ¡ay!, recordarán vuesas mercedes que en Maderuelo los elementos se habían confabulado para destruir el campamento de la mesnada real, por lo que sólo disponíamos de una tienda y aún con el mástil que la sostenía provisional, de tal modo e manera que elevado el techo, colocadas sus barras de sujección, tendidas las paredes, tensados los vientos e aderezado todo el conjunto, pudimos contemplar con el alma en los pies que su aspecto getitorcido y churretoso (a lo que nos paresció a los presentes) era ciertamente deplorable e indigno de un campamento de los nobles del rey don Pedro, máxime cuando a nuestro lado el impecable pabellón de la CAMARA, rodeado de una buena docena y media de alpacas de paja magníficamente dispuestas como para revista de un conde, parecía incluso mirarnos e sonreírse con socarronería aragonesa, lo que era humillarnos más de lo que estábamos dispuestos a soportar... Así pues, con renovados ánimos e buen humor -a lo que contribuyó el comentario jocoso de lo que podría dezir el caballero don Artal de Alagón cuando fuese llegado a la villa esa misma tarde antes de la hora de vísperas y contemplase semejante desaguisado- dispusímonos a mejorar el aspecto de nuestra tienda y, tras diversas tentativas y probatinas, acertamos a darle un aire mucho más presentable e propio, quedando los fideles mucho más satisfechos dello."

"Y como a estas alturas habíase llegado la hora de nona y nuestros estómagos pedían funcionamiento, separámonos los integrantes de las mesnadas y fuimonos don Lope, donna Laura, donna Leyre, don Paulo e quien esto os narra a comer alguna vianda por algunos de los puestos del mercado que tales ofrecían, decidiéndonos por unas muy sabrosas longanizas con pan fermentado regado por agua fresca, cerveza e refrescos estimulantes que devoramos a la sombra de los árboles del barranco mientras contemplábamos con ojo crítico nuevamente el pabellón Fidelis Regi y bromeábamos aún con grandes risas imaginando las posibles reacciones de nuestro buen don Artal e la posibilidad de pedir disculpas a los moyuelanos antes de mostrar nuestra tienda a quien se acercase a vella..."

"Et de momento dejaremos assí a nuestros guerreros, si me dan licencia vuesas mercedes, que me llama la naturaleza a los aliviaderos e luego a la mesa, que tanto hablar de comida se me ha ido el santo al cielo y pasa ya una hora de completas..."

“Acabado el yantar dirigímonos todos al palacete del barón de La Guardia donde degustamos un exquisito café con pastas preparado por la duenna de la casa y charlamos amigablemente contando chascarrillos e otras menudencias. Sucedió que el infante don Nicolás -pequeño de tres años- es niño de inquieto talante y quebrantó la espadita de su hermano Daniel sin que éste lo supiera y mucho habrían reído vuesas mercedes viendo los mil circunloquios, salidas de tema y toreos dialécticos de don Juan e donna Elena cuando su hijo don Daniel, de siete annos, preguntóles do estaba su tizona para usarla en las calles de la villa con sus camaradas que afuera esperaban. Finalmente pudieron convencelle de que tirase esgrima con otras armas e de que pronto tendría mercada otra ferruza tan bella o más que la que su hermanico le había quebrado. Todas estas escenas hicieron sonreirse mucho a los presentes, orgullosos de que hubiese en la Casa de La Guardia tanta afición a la esgrima y a tan tierna edad.”

“Mas ya iba siendo hora de vestirse para el desfile que a la hora de completas iba a celebrarse en la villa e incluso ya era llegado el caballero don Artal de Alagón, a quien preguntamos con cierto rubor qué cosa le había parescido nuestro esmirriado pabellón a lo que respondió que mejores los había visto pero que no estaba tan mal como temía, lo cual nos dejó más tranquilos y ya presto pusímonos nuestras galas para participar de la fiesta, que començaba con un desfile (como en estos casos suele ocurrir) y que fue desta manera:

Abrían la comitiva las buenas gentes de Moyuela con su burgomaestre al frente, seguidos por los ministriles caspolinos que de la villa del Compromiso habíanse llegado tocando sus trompetas e tamboriles, tras los cuales se dispusieron los caballos de una compañía de sargentos venidos de poblaciones de la frontera, para a continuación añadirse nuestros ya viejos camaradas de Lurte seguidos de un nuevo contingente de moyuelanos e moyuelanas danzarinas de muy agraciado e lindo aspecto y finalizar con la aguerrida hueste Fidelis Regi e Leo Crucis, cerrando la comitiva los impecables mercenarios de CAMARA comandados por el insustituible don Fadrique d’Enzíjar.”

“He de añadir a todo esto que con grande orgullo estrenaba vuestro galano amanuense para esta ocasión escudo, gambesón e veste correspondiente a los colores de la Casa de Aznar Pardo que para la ocasión habíame confeccionado el maestro sastre don Fernando de Alfajarín, de todo lo cual estaba yo muy orgulloso y lucía magnífico con todos mis fierros encima, dibujando fabulosa estampa con mi escudo colgado a la espalda con su tiracol, la espada e mangual al cinto, la lança en la diestra, el semblante grave y los bravos gritos de ¡Aragón, Aragón, Aragón! en respuesta al ¡¡¡San Jorge!!! de don Artal mostrando la más gallarda figura de cronista e escribano guerrero que jamás en estos reynos se hubiese visto e non digo más, que me pierde la soberbia...”

“Fuimos presentados al burgomaestre en la plaza de la fuente en medio del barranco do se hallaba el campamento y los soldados de CAMARA representaron una caza de brujas de la Santa Inquisición en una de las casas de la villa, sacando della a las malditas adoradoras de Satanás, empujándolas con malos modos e llevándolas luego a un poste donde fueron amarradas e açotadas, tras lo cual un grupo destos mismos arqueros, apiadados de las malas arpías o con ganas de beneficiárselas, que todo sería posible ya que el cuerpo de alguna dellas no dibujaba mala estampa tras los vestidos negros, rebelóse contra don Fadrique e los suyos y entablóse recia batalla entre unos e los otros, con lançamiento de flechas, torpes estocadas e golpear de escudos, aprovexando las brujas el momento para huir despavoridas del lugar...”

“Mucho e bien aplaudido fue el sainete de don Fadrique e su hueste por los moyuelanos, tras lo cual procedióse al desfile por las calles de la villa al son de la música de los ministriles y de los lurteros, durante el cual este vuestro cronista saludó a una muy linda muchachica que conocía de sus feudos en Çaragoça, la cual tomóme una desas fotografías que luego tanto dan que hablar pero que en esta ocasión no tendré ningún reparo en mostraros, ya que en verdad os digo que era la estampa de vuestro amanuense realmente impresionante... en una palabra.”

“Tras el desfile vivióse en el barranco una muy agradable e plazentera jornada vespertina durante la cual hubo de todo y para todos. Mientras las mesnadas de CAMARA lanzaban a los infantes vegigas llenas de agua con un trebuchet dispuesto para la ocasión, un servidor de vuesas mercedes se dedicaba a explicar con escogidas palabras e gestos el funcionamiento de las armas de los nobles guerreros muy al detalle ante el grande interés e deleite de grandes y pequeños, otros fideles mostraban a los infantes (y no tan infantes, que algún que otro talludico e talludica tomaron también las armas de entreno) los seis golpes de la esgrima que todo aprendiz de caballero ha de conocer antes de tomar fierros. Luego tomamos también un exquisito té moruno en la jaima de un grupo de moriscos amigos próximos a nuestro campamento y que resultaron ser bellas e nobilísimas personas, contemplamos con admiración las preciosas aves de presa que los cetreros leoneses habían traído desde sus tierras para mostrar sus habilidades y finalmente al barón de Alagón se le ocurrió la luminosa idea de mostrar al público el pabellón aderezado a la luz de unas velas para regocijo de cuantos quisieron hacello, cosa que sin duda repetiremos en otras ocasiones pues resultó actividad en verdad muy reconfortante e satisfactoria de cara a mostrar cómo se era la vida cotidiana de un fidelis regi aragoniae en tiempos de Su Majestad don Pedro II.”

“Una muy buena e agradabilísima tarde, como digo, que aún habría de ponerse mucho mejor cuando, llegada ya la hora de la cena, dirigímonos a la casona de don Juan de La Guardia para adereçarnos convenientemente. Yo opté por vestir capa de buena lana y esclavina sobre mi nueva veste, ciñendo espada por si acaso, que nunca se sabe, mientras el barón don Artal lucía una suerte de peyote de mangas abiertas con capirote todo ello de color azulón muy elegante. Por su parte, donna Laura no quiso cambiar su camisón blanco, al igual que don Juan, don Paulo e don Lope, que portaban las mismas vestes e camisas que por la tarde, aunque sí vistió para la ocasión donna Laura buena capa para evitar el relente, pues la cena era al aire libre y éste soplaba con discreción pero helando los güesos. Donna Leyre daba la nota de distinción luciendo maravillosa e bellísima con un hermoso vestido granate entallado de generoso escote que muchas veces hacía desviar discretamente la vista a vuestro amanuense en busca de lo que unas pulgadas más abaxo se adivinaba. Que ya se sabe que el Diablo acecha hasta al más virtuoso de los caballeros, e non olvidemos que era aquella noche de bruxas.”

“Fue un yantar mucho más agradable por la compañía, la risa e las bromas que por la comida propiamente dicha, que no pasó de discreta aunque no mala. Una ensalada de diversas verduras e un guiso sabroso e especiado, acabando con un postre llamado flan no son para cantar alabanzas ni gorigoris. Destácase únicamente que mientras don Paulo e don Juan de La Guardia quebraron sus cubiertos a causa del deplorable material de que estaba fabricados, un servidor de vuesas mercedes había optado por llevar sus buenos cubiertos de fierro, que además de resultar más propios fueron también más resistentes, causando la sana envidia de don Artal. Sin embargo fue en ese pabellón dispuesto para más de mil personas mucho más digno de contemplar el espectáculo de títeres que don Lope e don Artal protagonizaron con los forros de las botellas (una de las cuales se volcó ante el caballero de La Guardia, poniendo todo perdido de vino), las carcajadas de donna Leyre e donna Laura al saber qué personaje de la Última Cena de Nuestro Señor hablaba en la parla catalana (perdóneme Dios la irreverencia del chascarrillo), o el atragantamiento de risa de vuestro amanuense al saber que desde el edificio más alto de Toronto se ve Torontontero (esté este lugar do le plazca, que eso es lo de menos).”

“Hízose durante la cena una demostración de buena cetrería leonesa, habló muy bellas palabras don José Abadía (organizador de las jornadas), hubo muy bella e bien executada danza por parte de la dama Eva Sampedro (morisca sin duda, a juzgar por tan pío apellido, que parece querer ocultar unos antepasados que rezaban de cara a La Meca), celebróse rifa de diversos presentes (uno de los cuales era una espada del armero de los Fideles Regi) y los dulzaineros nos deleitaron con su música y los titiriteros con sus juegos e malabares, todo ello entre risas, brindis, alegría, buena compaña, chascarrillos y trasiegos de vino que ya empezaban a perjudicar grandemente a alguno de nuestros mesnaderos.”

“A requerimiento de don Artal, salió vuestro escribano del pabellón do se celebraba la cena para ir a buscar a sus alforjas unas antorchas que más tarde habrían de ser necesarias para el desfile nocturno y a mi regreso encontréme de nuevo con las bruxas de CAMARA, que recitaban conjuros en medio del pabellón y luego eran perseguidas por los soldados de la Santa para ser llevadas a la hoguera. Y hete aquí que una dellas tropezóse conmigo y miróme de muy malos modos, como echándome mal de ojo, a lo que respondí como se merescía, la mala zorra, con otra mirada altanera, desafiante y despreciativa. Y aquí fue donde Enrique de Çaragoça, que esto escribe para vosotros, debió ser envenenado por un conjuro, pues empezó a sentir extraños calores, curiosas visiones e inexplicable euforia, si bien al dirigirme a mis hermanos de armas ninguno dellos notó nada raro gracias a mis esfuerzos por disimularlo. Salímonos todos al exterior, esperamos la llegada de la Inquisición y, como no terminaba de parescer, encendimos las antorchas e subímonos todos al ya dicho castillo de San Jorge formando muy notable e fantasmal procesión de luces, mas llegando a la cima del otero (do el muy perjudicado por el alcohol caballero don Juan de La Guardia se estaba fumando la antorcha, a estas alturas) comprobamos que las brujas sin duda habían volado porque no paresció ninguna por allá. Así que, nuestro gozo en un pozo, iniciamos el descenso y llegamos a una suerte de taberna do sonaban estraños compases...”

“Y llegamos desta manera al punto más increíble de todas estas nuestras crónicas. Porque saben vuesas mercedes que es don Enrique persona seria e anciana que no gusta de madrigales ni piruetas, retirándose temprano a sus aposentos para descansar el cuerpo e la mente. Sin embargo... esta vez algún sortilegio maléfico habían dexado escapar aquellas malditas brujas porque cuando quise darme cuenta estaba mi cuerpo danzando con la capa al viento cual hechicero en aquelarre, disfrutando muy grandemente de cada momento con mis hermanos de armas, bebiendo cerveza fresca, sintiéndome un Fidelis Regi de la Hueste Real como nunca antes lo había sentido, saltando acá, girando acullá, sonriendo e estrechando el talle delicado de donna Leyre con galanura e caballerosidad, formando círculo de amistade a los sones de la voz de una daifa que decía no sé qué de aquí está, viene ya, tan feliz, con sus flechas del Amor para no sé quién, al que se añadió don Artal a la carrera porque casi se pierde la coreografía, y de un maromo que hablaba de un bamboleo, bambolea porque mi vida yo la aprendí a vivir así o como quiera que fuese el carmen que cantaba el villano...”

“Sé que alguno de mis compañeros inmortalizó el inenarrable momento del venerable escribano en plena fiebre de danza y mucho me temo que pronto podránse contemplar aquestas imágenes. Pediré, pues, perdón de antemano ante el bochornoso espectáculo, más... ¡qué diablos, salga el sol por Antequera, que la vida es breve y hay que disfrutalla! big_smilebig_smilebig_smile. A nadie se hizo daño alguno, muy agradable fue la fiesta y aún nos retiramos un poco antes don Juan de La Guardia (que a esta alturas iba MUY perjudicado, hasta el punto de que no atinaba a abrir la propia puerta de su casona), su esposa, su hermano, su cuñada y yo, que tumbéme en el catre bien pasada la hora de laudes con el cuerpo derrengado pero con el espíritu sonriente e muy satisfecho. Lo he dicho al principio: ¡brujas!. Tuvieron que ser las malditas brujas quienes obraron tal encantamiento en mi alma... por el cual les estoy muy agradecido, pero desto guárdenme vuesas mercedes el secreto, pues tengo una reputación que mantener”

“En otra próxima ocasión acabaré de contar a vuesas mercedes el término de las jornadas de Moyuela, pues es tarde y mañana he de atender múltiples y tempranas obligaciones en mi castillo de Çaragoça y además aún he de reflexionar un poco sobre lo ocurrido aquella mágica noche moyuelana... Tengan vuecelencias muy buenas noches.”


SEGUNDA JORNADA

Donde se asiste a la Santa Misa, se nombran caballeros a los infantes y el barón Aznar Pardo emula al pérfido Simón de Montfort rescibiendo en sus carnes impacto de “trebuchet” que afortunadamente no hirió nada más que su orgullo de noble.

“Cantó el gallo a la hora de prima del día de San Cipriano, como suele, mas los cavalleros de la hueste regia no le hicimos maldito el caso y seguimos en brazos de Morfeo hasta bien pasada la de tercia, tan quebrantados estaban nuestros güesos e músculos de la mucha bebida, el mucho danze i el grande jolgorio de la noche previa, hasta el punto de que más de una hora costóme conciliar el sueño, sorprendiéndome casi el chanteclair con los ojos abiertos cual heridas tras el combate. Somnolientos e resacosos bajamos a desayunarnos y hubo que esperar largos minutos antes de pasar por los aliviaderos, pues tan ocupados estaban por la mucha gente que en la casona de La Guardia había pasado esa noche que casi era necesario tomar vez para usarlos.”

“Echábase encima la hora de ir a misa cuando hizo su aparición en Moyuela el cavallero don Rodrigo de Liçana que de sus feudos en Çaragoça venía a compartir con los fideles regi siquiera unas horas de batalla e desfile, de modo que antes de sexta estábamos todos ya vestidos con nuestras galas y entrados en la iglesia y esperamos la llegada de las huestes de CAMARA, que vinieron a poco, distribuyéndonos toda la copia de guerreros en derredor del ara del templo en respetuosa actitud en tanto el sacerdote oficiaba la missa para todo el pueblo de Dios. Mucho llamó la atención de este cronista vuestro el atrevimiento e desfachatez de los arqueros, que se mantuvieron cubiertos con sus yelmos y almófares e incluso desenvainaron e mostraron fierros con osadía ante el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo consagrado en la Hostia cuando lo preceptivo era descubrirse y arrodillarse con gran devoción e respeto e mantener ocultas las espadas, pues no agrada al Señor mostrar instrumentos de guerra en su santa presencia. Deben ser costumbres de gentes villanas e ignorantes, sin duda, assí que nada dije por no parecer descortés ni soberbio, mas no dejaron de impresionar mi sentido del protocolo e la buena crianza que forjé en mis mocedades, allá en Sigena.”

“Pronunciado el Ite, missa est! por el sacerdote, abandonamos todos la iglesia e nos preparamos para nuestro ya clásico nombramiento del caballero ante la portada del templo, acto en el cual yo había de ocuparme de ejercer como maestro de ceremonias mientras don Juan de La Guardia hacía el papel de noble don García Ximénez e don Artal de Alagón era el aspirante que iba a rescibir su nombramiento. Y en ello estábamos cuando comenzó a voltear la campana de la iglesia anunciando fuego, lo que nos llenó a todos de espanto e las gentes partieron al arma por ver si podían ser de ayuda. Todo quedó, sin embargo, en un susto y ninguna desgracia hubo de lamentarse, de modo que de ahí a poco púdose continuar la ceremonia e investir como caballero del rey a don Artal, tras lo que se produjo un muy notable y feroz enfrentamiento a mangual, hacha y espada entre éste y don Rodrigo de Liçana con el triunfo de éste sobre el primero. Mas he sabido que dello queda buena muestra por estos mundos modernos e técnicas e artificios diabólicos que tanto se me escapan, así que a ellos remito a vuesas mercedes, pues no sé qué cosa puede ser ese youtube del demonio ni me pararé mientes a averiguarlo pues me importa tres ardites.”

“Posteriormente -como solemos- procedióse a nombrar y expedir documentos de caballericos a los tiernos infantes moyuelanos y otros no tan infantes, de todos los cuales impresionaron grandemente a este vuestro escribano un tierno niñico de apenas dos años llamado con el nombre del apóstol Santiago e una dama de grave e notable apariencia que dijo llamarse donna Olga y que iba acompañada de una duenna más joven. A lo que supo más tarde vuestro cronista, la tal dama había sufrido grave enfermedad que habíale paralizado el cuerpo en parte, motivo por el cual fue de especial orgullo, cariño e satisfacción pare este escribano expedir a la buena dama su certificación de servidora del rey nuestro señor, pues con ello demostraba que todo el mundo es buen vasallo si su ánimo está pronto al honor e la lealtad, sea cual sea la condición física del cuerpo material que lo tiene atrapado. Finalmente se procedió a investir a don José Abadía con el mismo título de Caballero del Rey don Alfonso, lo cual mucho nos agradeció, tras lo que retiramos ya nuestros enseres y nos dirigimos hacia el campamento con ánimo ya de comenzar a desmontarlo.”

“Sin embargo en estas horas próximas a la del yantar aún hallaron ánimos don Artal e un joven moyuelano para cruzar fierros en combate de entrenamiento mientras los arqueros de CAMARA preparaban de nuevo su trebuchet lanzando vegigas de agua a los transeúntes, de modo que una dellas vínose directamente hacia mi cabeza. Mas son muchos ya los eventos a los que este cronista viene asistiendo como para ejercer de pardillo, assí que armado como estaba, con lança e con escudo, ví venir el proyectil, fui a su encuentro y detúvelo con el escudo, ante lo cual los arqueros hicieron gran grita de júbilo mientras yo les amenazaba con la lanza por encima de la cabeça, desafiante ante semejante cuadrilla de bárbaros que se atrevían a molestar a un Fidelis Regi, nada menos que al barón Aznar Pardo, Mayordomo del Rey don Pedro. Pasáronse assí en buena armonía e deleite guerrero un buen par de horas entre pitos e flautas hasta que al fin decidimos dejar bien recogido nuestro campamento, quitarnos los fierros e subir a degustar buena carne asada, e chorizo, e longaniza e ternasco en la bodega de don Juan de La Guardia, que era lugar recoleto, fresco y muy agradable donde dispusiéronse unas mesas, unas ensaladas y un buen fuego en el que se asaron las viandas regadas con buen vino de Murcia e agua fresca para quien no acostumbra a beber alcohol, como es mi caso. Pero, dado el desmelene de la noche anterior y considerando las bondades de los caldos murcianos, atrevióse el cronista a probar el vino, de lo cual quedó muy satisfecho e contento.”

“Y ciertamente, mis señores, poco más queda ya por dezir. Acabada la pitanza, disfrutados los chascarrillos e las bromas (¡Torontontero!) e saboreado un vaso de buen licor casero de las bodegas de La Guardia, baxamos al barranco a desmontar tienda e armeros, cargamos todo en nuestros jumentos e corceles, nos despedimos muy agradecidos de donna Laura, donna Leyre, don Paulo e la familia de La Guardia, aproveché los últimos instantes en Moyuela para darme una buen ducha e partimos cansados e muy felices a nuestros respetivos feudos en Çaragoça y Alagón, donde esperaban nuestras familias...”

“Grandes e notables fueron, por tanto, las jornadas de Moyuela, sin duda de las mejores que este escribano vuestro ha conocido aqueste anyo de gracia y en las que más ha disfrutado tanto de la compaña como de las propias gentes de la noble villa, que nos acogió talmente cual si fuéramos hijos suyos. Guárdela Dios de todo mal en nuestros días y en siglos venideros, pues tal se merece la virtud de sus habitantes.”

“En Çaragoza de Aragón, a diez y nueve días del mes de Septiembre de 1117, festividad de San Jenaro, obispo e mártir."

Enrique de Çaragoça
Cronista oficial de Fidelis Regi

SEMPER FIDELIS!


Botines conseguidos por Fidelis Regi

Moyuela 2007










Alfajarin 2005


Fidelis Regi gano el premio de lanzamiento de bolos.





















Cronica del Castillo de Peracense

Cronica del Castillo de Peracense

CRÓNICA DEL ARRIESGADO ASALTO AL CASTIELLO DE PERACENSE E DE LA GLORIOSA DERROTA QUE LOS CABALLEROS FIDELES DEL REY DE ARAGÓN SUFRIERON ENTRE SUS MURALLAS, ATACADOS POR CHUSMA EMBRUTECIDA SIN AMO, SIN DIOS Y SIN REY.

Narrada, como quiere la costumbre, por el Cronista Mayor de la Hueste Real, Enrique de Çaragoça, para deleite e formación de propios i extrannos.

In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti. Amen.

JORNADA ÚNICA

Muere ya el verano y va sosegándose el alma en la tranquilidad e seguridad de nuestros feudos aragoneses, mas quiere todavía el Supremo Hacedor que sean precisos los servicios de la Mesnada Regia en los más insospechados rincones del Reino, de modo que este pasado día de San Jerónimo, Padre de la Iglesia, último del mes de setiembre deste Anno Domini de 1213 fuimos convocados los nobles de la hueste Fidelis Regi a la defensa del castillo de Peracense, en la tenencia de Daroca pero próximo a la muy noble Civitas Turolii, a la que los integrantes de las Doce Casas nos sentimos especialmente vinculados por diferentes raçones de nascimiento et de sentimiento.

Amaneció nublo y con recia niebla en mis tierras de Çaragoça cuando salí de mi castillo una hora después de prima para encontrarme con el caballero don Rodrigo de Lizana y cargar nuestros percherones con los pertrechos necesarios, pues íbamos a levantar campamento y armeros y precisábamos tienda e todo lo demás necesario para tal menester. El viaje a las tierras turolenses fue tranquilo, con niebla, con frío e con todo, deteniéndonos únicamente en una fonda de la villa de Daroca para tomar un tentempié antes de proseguir camino y llegando a Peracense en apenas dos horas, cuando pasaba media de tercia. En una pequeña taberna de la aldea esperamos a don Artal, que seguía nuestros pasos, y apenas arribados a la explanada ante las murallas del castillo llegaron tras nosotros los caballeros vizcaínos desde sus tierras del Norte, aunque esa noche habíanla pasado en la cercana Castilla.

Es el castillo de Peracense una bellísima e muy bien dispuesta fortificación, como imaginarse non puede uno sin estar allí e contemplallo con embeleso, a la vista de la torre de vigilancia de Singra, frontera con el reyno de Castiella (del que nada bueno suele venirnos a Aragón salvo honrosas excepciones), distribuida en tres recintos muy reciamente defendidos con fuertes muros rematados con sus almenas e merlones y dominados por una imponente Torre del Homenaje que señorea la fortaleza, aedificada toda ella con esa piedra arenisca bermella que en el país llaman “rodeno”, muy propia destas sierras y que resulta muy espectacular de ver e dificultosa de quebrantar cuando forma parte de recia muralla.

Allá a su defensa, como digo, fueron convocados los barones de las Doce Casas acompañados por un pequeño contingente de tropas escogidas del señorío de Vizcaya, formado por el senyor don Fortún de Ayala e dos freyres del Temple que cuidarían de nuestras almas y velarían por su eterno descanso, repartiendo también entre el “Non nobis, Domine” y el “Sed nomine tuo da Gloriam” muy notables e certeras estocadas sobre quien osara plantarse ante sus Paternidades. Eran llamados aquestos nobles vizcaínos Ipareco Iaonac, que en su enigmática e bella parla vascongada quiere dezir “Senyores del Norte”, y que es en verdad extranno nombre mas al que sin duda non tardaremos mucho en acostumbrarnos.

Junto a ellos formábamos los Fideles Regi que, en esta ocasión, limitábamos al barón don Juan de la Guardia, don Artal de Alagón, don Rodrigo de Lizana e un servidor de vuesas mercedes, cuyos güesos hallábanse aún en repostura después de lo de Moyuela mas que no quería perderse el escribano aquesta nueva ocasión de sacar a pasear la espada bien a modo et descargalla sobre cuerpos de enemigos. En el último instante el caballero don Ruy Ximénes de Urrea y su esposa donna Ana de Luesia se hallaron indispuestos et non pudieron concurrir a la cita, al igual que don Lope Ferrench de Luna, a quien problemas de incompatibilidad doméstica retuvieron en su feudo caesaraugustano para su disgusto i el nuestro.

Por fortuna varias eran en esta nueva ocasión las mesnadas que habían respondido a la llamada de nuestros cuernos de batalla, de manera que bajo las rojas murallas de Peracense juntáronse los nobles y jóvenes guerreros Leo Crucis, los duros mercenarios de ACHA con su temible capitán, el Orko Daniel, al frente e incluso una partida de almogávares venidos de tierras de Teruel, a los que saludamos con grande alegría por ser viejos conocidos mas muy de tarde en tarde visitados. Allá se vinieron su adalid Ferrolobo, su almocadén Somarro del Pobo y otra buena decena de esos llamativos e temibles mercenarios cubiertos de pieles, de salvaje aspecto, que habrían de ayudarnos a defender la fortaleza de muy eficaz modo, como se verá. Y recuérdovos que aragonés soy y de la ironía gusto, como muchos de mis paisanos...

Echábase ya la hora del asalto al castillo, bien pasada la de sexta, cuando acababamos las huestes de almorçar buena cecina e pan e vino e cerveza y ya la fortaleza lucía en su patio de armas los pabellones y armeros de Fidelis Regi e ACHA y Peracense entero bullía de una buena cuarentena larga de guerreros entre los que se encontraban el orko Daniel (por buen nombre conocido como capitán don Alvar García, de la mesnada del Lobo Negro), como dige, e maese Gominolo, las bellas donnas Almudena, Leyre e Laura de Leo Crucis, el conde de Morvedre, los almugávares turolenses, los seores padres de los caballeros don Artal e don Rodrigo y un largo etc. que pintaba abigarrado cuadro de buenos y bravos guerreros y que sería demasiado prolijo detallar. A ellos sumábase un nutrido grupo de ancianos caballeros e damas que a Peracense habían venido a solazarse con la hermosa vista del castillo sin sospechar que a punto estaba de ser asaltado.

Estrenaba vuestro amanuense para esta ocasión un muy notable e fino calçado de buen cuero e presentaba impresionante imagen con su recién estrenado gambesón, veste e botas, mas nervioso estaba mi ánimo ante la proximidad del combate. Aún tardáronse unos minutos en determinarse los detalles del encuentro que se avecinaba, organizando don Artal ese maremagnum de vestes, escudos, gambesones, yelmos y espadas parloteantes del buen modo que suele su siempre admirable sentido común, e cuando todo ya anduvo dispuesto e bien entendido por todos e convenientemente aderezado subióse su sennor padre a la alta muralla del segundo recinto, saliéronse los atacantes al exterior de la fortaleza, quedáronse los fieles defensores dentro della y dióse comienzo el ataque, que fue como sigue:

ASALTO A PERACENSE

Holgazanean los caballeros Fideles Regi en las lizas del castillo mientras una docena de almugávares, descontentos e taciturnos por la falta de paga al no disponer de pecunio las arcas reales, corren apuestas e cuidan la poterna de entrada y, en el segundo recinto, los freyres templarios rezan por la salvación de sus almas y por el bien destos reynos, cuando el tenente de la fortaleza grita desde lo alto: ¡Los veo, los veo, allí están! ¡A las armas, a las armas!...

Pónense todos en movimiento, don Artal requiere su escudo, ajusta don Rodrigo el barboquejo de su yelmo, don Juan de La Guardia desenvaina su ferruza con presteza y un servidor vuestro da grandes vozes a los almugávares, espada en mano, diciéndoles que cierren el portón y no permitan aproximarse al enemigo a los lienzos de la muralla. Mas, ¡ay de nosotros!, la maldita chusma almogávar es brava, temible e dura mas no tiene otro amo que el dinero, y en Peracense no lo hay... Se aproxima a las puertas un caballero enemigo mientras desde dentro arrecia la grita de los Fideles Regi para que se dejen de monsergas y cierren filas contra ellos de una vez, pero el adalid Ferrolobo y el almocadén Somarro del Pobo abren conciliábulo con el parlamentario atacante y, a cambio de una bolsa de monedas como Judas Iscariote ante el Sanhedrín, no dudan en vender a sus señores, gritan todos “¡Tornachunta!” y los malditos almugávares hacen traición pasándose en masa al enemigo...

Los gritos de “¡Traidores! ¡Traidores! ¡Pagaréis por esta felonía!” de los fieles del rey elévanse hacia los merlones e almenas de Peracense pero ello no impide que la masa de soldados entre en el castillo como Pedro por su casa despaciosamente, como solazándose en su victoriosa y cobarde táctica sobornadora. Mas los Fideles Regi no son guerreros que se dejen amedrentar por nimiedades, y contentos e orgullosos al ver que van a batirse a razón de tres a uno, cierran filas y forman muro de escudos a una orden de don Artal (que, dicho sea de paso, casi deja sordo a este pobre amanuense vuestro porque dio su grito casi en mi oído) y tras la vil traición comienza el asalto propiamente dicho a los muros de Peracense.

Cierran los atacantes con lanza y espada y cierran los Fideles del rey contra ellos chocando escudos y entrelazando ferruzas, ni un paso atrás. Veo ante mí la lanza del temible Alvar García, capitán de la mesnada del Lobo Negro, que me mira sonriendo con su pupila de serpiente y sin dejarme ganar por el miedo que inspira esa mirada doy certero golpe en su lanza con mi espada y la aparto de mi escudo mientras veo cómo mis hermanos de armas se baten a plazer en el flanco derecho con los Leo Crucis e ACHA y los almugávares se solazan viendo el espectáculo que su villanía ha propiciado. En un instante de duda en el que nuestros atacantes vacilan ante el valor de los hombres del rey, clama don Artal por la ayuda de los freyres templarios y los caballeros del Norte, quienes a la grita de “¡Vizcaya, Vizcaya por Aragón!” bajan prestos a unir sus fuerzas a las nuestras mientras reculamos sin perder la cara al enemigo hacia el segundo recinto do barruntamos que tendrá lugar el decisivo combate.

Así es. Ganada la altura de la segunda terraza por los guerreros atacantes, el combate se abre e se faze general. Vuestro amanuense soldado no puede ya con su alma, aunque tiene aún arrestos para dar dos buenos golpes a un caballero enemigo, pero ellos son demasiados y el gambesón me pesa como si fuese de plomo, el escudo me vence el braço y la espada se me cae ya de las manos. Al intentar levantarla, siento fuerte golpe en mi costado y levanto mi arma por la hoja dando a entender que estoy ya malherido. A mi alrededor se baten los Fideles Regi con furia inusitada, pero todo es inútil. Don Juan de La Guardia ha caído. Don Artal está a punto de hacerlo, batiéndose con dos o tres atacantes a la vez hasta ser alcanzado. Don Rodrigo también yace cerca de mí.

Todo está perdido. Claman ya los guerreros su victoria, arrebatando de su emplaçamiento de honor el Senyal Real y rematando con sus espadas a los caídos, de modo que a pesar de que me esfuerzo por recuperar mi hierro y morir matando, uno de esos malditos se viene hacia mí y hunde su acero en mis tripas (hallando, por cierto, buen campo en el que hacerlo) no sin dejar en mi viaje al infierno una buena blasfemia en la tierra para el hideputa.

Peracense ha caído...


Muy grandemente aplaudida fue la batalla por las muchas gentes que habían asistido regocijadas a ella, y como todo es amistad e buena concordia entre nos, reunímonos todos (vencedores e muertos milagrosamente resucitados) en la explanada del segundo patio de armas para mostrar hermoso cuadro conmemorativo de la toma de Peracense, gritando “¡Leo Crucis!” “¡ACHA!” “¡Fidelis Regi!” e respondiendo todos ¡GLORIA!, excepto a la extraña grita “¡IPARECO IAONAC!”, ante la que todo el mundo guardó discreto silencio e mostró grande extrañeza por ser el vascuence bella lengua mas de difícil entendimiento para un noble de la Corona de Aragón. Mas ruego a nuestros nobles Señores del Norte no tengan en cuenta tal actitud como agravio y consideren también que reconocemos la gloria de su gesta como lo fue la de los demás que participaron della. El tiempo nos enseñará a todos a reconocer su blasón y a apreciarles en un “amen, Jesús”...

Hicímonos multitud de fotografías, (nunca me acostumbraré a esos ingenios del demonio que más parece que van a echarte una maldición que a tomar y guardar tu imagen de modo inofensivo, aunque siempre creeré que algo hay de magia en ellos, e non de la buena), desplegó donna Almudena de Leo Crucis -ataviada con un cautivador vestido azul de vertiginoso escote (Dios me perdone)- su brillante talento con las plumas e las tintas sobre el pergamino (mucho mayor que el de este chapucero amanuense vuestro) y entre unas y otras cosas llegóse a lo tonto la hora del yantar y formamos cuadrilátero de hermandad guerrera todos cuantos allá estábamos salvo los caballeros ACHA e Leo Crucis, que fuéronse a recorrer la fortaleza para conocella e fotografialla y luego dispusieron sus manjares a la sombra mientras nosotros, menos desarrollados de intelecto, sufríamos el perjuicio de los rayos solares en nuestros rostros, que el día hauía començado nublo más se desperezó despejado e ahora reinaba ciertamente caluroso aunque agradable.

Muy sabrosa e bien aderezada fue la comida, tanto en manjares como en compañía, que allá se repartieron la cecina, el somarro turolense (que es carne curada de carnero de muy exquisito paladar), el fuet catalán, los quesos vascongados, el jamón, el chorizo bien curado y aún el salmón todo ello regado con buenos vinos especiados, cerveza e agua fresca mientras comentábamos la jornada e reparábamos nuestro ánimo e nuestro cuerpo. Yo me caía de sueño, pues había pasado la noche en blanco y estaba derrengado por el esfuerço de llevar y traer bultos, montar el campo e combatir contra los enemigos del castillo de Peracense, pero hete aquí que trasladámonos todos a la sombra protectora de las murallas del patio de armas, prepararon los Ipareco Iaonac una sabrosísima queimada de orujo con azúcar, naranjas e pomelos que estaba para resucitar a un muerto e solazámonos todos con los chascarrillos, anécdotas e cuentecillos (de dudoso gusto algunos dellos) que solemos los mílites, arrancando grandes carcajadas de la concurrencia e anotándolos mentalmente para luego repetillos en ocasiones tan gratas a quienes non los conozcan.

Y poco a poco, como suele ocurrir, languideció la tarde. ACHA preparó sus enseres para irlos trasladando ya a sus carruajes. Los dudosamente leales pero siempre buenos amigos almugávares de Teruel se despidieron de nosotros, ya que iban con ellos sus esposas e jóvenes infantes y no era cosa de reventar de cansancio a los chiquillos, con grande tristeza mas con la promesa de volvernos a ver de allí a poco, afirmando que muy buenos momentos habían pasado con nosotros e muchas ganas tenían de repetillos. Poco después preparóse un palenque acotado con cuerdas e estacas donde los caballeros Leo Crucis e los Fidelis Regi tiraron buena esgrima con espada de mano y media como suelen, esta vez con la supervisión e las liciones del caballero don Rufino de Leo Crucis a lo que supe, pues para entonces mis piernas casi se negaban a sostenerme, aunque un servidor vuestro aún tuvo humor para enseñar los armeros a un par de parejas de visitantes que por allí se hallaban.

Finalmente, pasada una hora de completas y habiendo rescibido la visita e invitación del burgomestre de la villa de Peracense para tomar un refrigerio en la taberna de la aldea, començamos a desmontar nuestra campa, recogimos con grandes trabajos nuestros enseres, trasladámoslos a nuestras monturas e dejamos el castillo tan bello, tan notable e tan limpio e bien cuidado como lo habíamos encontrado a la mañana, prometiéndoles a las viejas piedras secretamente volvellas a admirar el próximo año en modo si cabe más espectacular e sublime.

Juntámonos todos los guerreros que restábamos en la taberna y comimos buen jamón, e queso e chorizo e longaniza fritas mientras charlábamos entre nos y con los miembros del Concejo de la villa. Agradeciéronnos con muy loables palabras nuestra presencia e labor en ella y rescibimos asimismo muestras agradecidas de amistad e camaradería de cuantos habían compartido con nosotros tan agradable jornada e, finalmente, montamos en nuestros palafrenes, aderezamos nuestro galopar hacia nuestros respectivos destinos y llegamos a ellos sanos e salvos, con el cuerpo deshecho mas con el ánimo ardiente e grandes deseos de repetir la experiencia.

Experiencia que no dudará vuestro rendido amanuense e cronista en relataros cuantas veces se produzca, para la mayor gloria de Dios Nuestro Señor e los caballeros fieles del rey, a quien Él guarde. Amen.

En Çaragoça de Aragón, San Remigio, primer día de octubre del A.D. de 1213.
Enrique de Çaragoça

SEMPER FIDELIS!