domingo, 16 de agosto de 2009

GRAN CRÓNICA DE PERACENSE... 1209

Contada, tras sobrevivir a las inclemencias que los Cielos nos brindaron, por el Cronista Maior de la hueste Fidelis Regi, maese Enrique de Çaragoça, con el su orondo cuerpo calado e lucidas vestimentas tintadas en rosa mas con el ánima alegre e dichosa de los buenos momentos passados en el castillo rojo de Peracense, en la frontera de Castilla

"¡COMPANYEROS, QUE EL AGUA NON NOS PARE!"
(Artal de Alagón)

PRIMERA JORNADA

In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti, amen.

Extrannos son los designios del Altísimo, pues la Natura promete en el tiempo del estío mucha calor, et cielos limpios e azules, e assi el ser humano lo espera por seer costumbre comprobada a través de los sieglos, mas jamás debe fiarse dello en demasía, pues a vezes olvidamos que el Hombre propone mas es Dios quien dispone e tal vez fuesse señal del Hacedor la que los mesnaderos rescibieron en los glacis et estancias de Peracense, do multas fueron las aventuras ocurridas en aquesta ocasión, como se verá muy de seguido.

Pues habéis de saber, mis muy amados lectores destas crónicas, que estaban convocadas las huestes de toda la Hispania por tercia vez a la defensa del castiello de Peracense, propiedad del muy noble seor don Ruy Ximén de Urrea desde que el passado anno fuérasele otorgada la tenencia de la fortaleza por el rey nuestro señor don Pedro el Segundo de Aragón, arrebatándosela a don Ximeno Cornel, de lo cual quedó aqueste caballero muy mal agraviado, hablando duras palabras sobre el monarca e prometió venganza por la felonía que él consideraba mui injusta e poco agradescida de los multos servizios que la Casa de Cornel había prestado a la Corona.

Largas iban a ser las jornadas compartidas por las huestes convoadas en aquesta occasión, pues ya desde el jueves, día de los santos Justo e Pastor, 6 de agosto deste año de 1209, disponíamos los mesnaderos de entrada franca en Peracense, con tiempo de alçar pabellones e disponer la campa muy a nuestro plazer. Dió comienzo la jornada, pues, con la tarea de cargar los bártulos precisos para el encuentro en nuestro refugio de Çaragoça a la hora de tercia, lo que fizimos con grande ánimo et en poco tiempo, partiendo muy de seguido hacia tierras turolenses. Iban en aquesta ocasión con el escribano en su corcel los señores Assalit de Gúdal et Maese Gominolo, formando la caravana hacia Peracense en aquesta primera jornada los antedichos, faziendo el camino en escasa hora e media (con el tiempo incluso de una breve parada en un caravansar próximo a Montreal del Campo do tomamos un refrigerio) e trovando en el castillo ya una buena copia de gentes, pues non eran pocas las mesnadas e los soldados, campesinos, herreros e otros mil oficios los convocados al encuentro.

Ya comenzábase a contemplar la gallardía de algún que otro pabellón, que hasta número de la veintena habrían de juntarse en las lizas de la fortaleza, de modo e manera que entre el jueves y el viernes (e aún el sabado a la mañana) pudo el escribano saludar con grande efusión e alegría a don Ximeno Marco de Celaya e los bravos miembros de la Compañía del Lobo Negro de A.C.H.A., al siempre voluntarioso camarada e notabilísimo caballero don Lázaro de Leyva (que a punto está de seer felicíssimo padre de hermosa criatura e a quien dedico aquí mis más rendido homenaje por su amistad e su comportamiento, como se verá), al preclaro mercader e bravo mesnadero maese Rufino Acosta e los sus companneros de la recién nascida hueste Aliger Ferrum (a la que dessea el escribano toda sort de bondades en su camino), al inefable conde de Morvedre e su mesnada Leo Crucis, a Jaume de Montull, Ioan de Ancheta e Elisa de Montserrat, de los Arquers e Companya Almogáver de la Flor de Lis, a los siempre admirables Señores del Norte Iparreco Iaonac Fortún de Ayala, Yñigo López de Mendoza e Rodrigo Ortiz de Zárate e a otros mílites e gentes del vulgo llegados de tierras muy lexanas tales como maese Axil de Legio, Harald de Maguerit e maese Kombo (admirabilísimos herreros, señores del Acero, entre cuyas manos tórnase yelmo y espada el vil material embrutecido), la fabulosa Orden del Acero Negro de frey Galcerán, el elegantíssimo maese Polo, el espléndido e admirabile mercenario muslim Josepe de Betula (et de cómo impresionó tal persona al cronista da suficiente muestra el hecho de que use el escribano el adjetivo "espléndido" -e aún "admirable"- a un perro moro cordobés), los siempre bienvenidos e maravillosos amigos de la Milicia Concejil de la Rioiia don Sancho de Haro et don Ignacio et, naturalmente, a la hueste Fidelis Regi formada por don Artal de Alagón (a quién non bastarán todas las palabras de nuestra parla castellana para describir, agradescer et ensalzar sus titánicos esfuerzos por mantener el bienestar de cuantos participaron del evento), don Ximeno Cornel (quien a pesar de su non consumada trayción sigue siendo acreedor de mi mayor admiración e respeto), don Rodrigo de Liçana (a quien los espiritosos de la nocte del viernes transformaron en extranna, vociferante e desternillante aparición fantasmal, que non parescía el grave caballero que acostumbra ser ni por asomo, vive Dios), don Sancho de Antillón (que, como acostumbra, siempre estuvo donde debía estar), don Ruy Ximén de Urrea (sennor de Peracense, que defendió sus posesiones con uñas e dientes aún sin asaltantes que las amenazaran), don Gombaldo de Tramacet (que nos fizo aprender las extrannas palabras "MP40", sin que el cronista sepa muy derechamente qué cosa es semejante galimatías, pero que era objeto fascinante que despertó notoria admiración entre los presentes) e los queridísimos don Atho de Foçes et donna Roçío Bruna (por quienes siente el escribano grande debilidad, como ya saben quienes le conoscen, et cuyas muchas fatigas, trabajos e dedicatio para con todos antes que para con ellos mismos alçaron más aún, si cabe, el estandarte del cariño en mi coraçón si tal fuese possible). Añádase a tal fabulosa copia de mesnaderos la presencia de bellas damas como donna Ana de Luesia, dona Luisa Magistra, donna Maite Física (eminente doctora en remediar heridas de guerra, que se produjeron entre los mesnaderos, e non pocas, Vive Dios), donna Pilar e donna Beatrix de ACHA, donna Marisol de Haro, donna Elena de Tramacet e otras muchas que agora la memoria del cronista non da para albergar más nombres, e aún la presencia de tiernos infantes que durante todas las jornadas alegraron con sus risas e ocurrencias los muros de Peracense para conformar un pastel cuya guinda no pudo ser otra que el fidelísimo Draco, el can del señor de Urrea, cuyo escribano e Secretario de Cartas Latinas acaba de fazer el recuento de las naves como Homero redivivo escribiendo la nueva Ilíada, líbreme Dios de la soberbia en la comparación.

Fechas, pues, las presentaciones, digamos que el día de los Santos Justo e Pastor passóse en las tareas de organizar la campa do alçar los pabellones, que quedaron distribuidos de modo que Leo Crucis e A.C.H.A. compartieron espacio en la segunda liza (lo que faze mas notablemente extranno el penoso incidente ocurrido en la nocte del sábado, como se comprobará) et el resto en la primera, próximos todos los mesnaderos a la taberna del castillo, que mostróse de grandísima utilidad e refugio en las malas horas. E como non podía ser menos, la estulticia et el estúpido afán de figurón del recién llegado escribano a la fortaleza de Peracense fueron protagonistas del primerísimo incidente del día, pues que estando don Lázaro de Leyva ocupado en alçar su siempre admirable pabellón, quiso el cronista -con buena voluntad pero alardeando de sus discutibles fuerzas e menguado entendimiento-, ayudar al buen caballero a subir su lecho hasta el promontorio do se hallaba la tienda con tan malas mañas, artes e fortuna que levantando el catre por ponerlo sobre sus hombros, quebráronse unos cuantos pitones de madera que sostenían las traviesas del somier dando con las tablas e la cama en el suelo, quebrantándose el nervio ciático del malhadado portador (de lo que se dolió durante un par de días, ¡y aún meresciendo que fuesen semanas, por meticón!) e lanzando don Lázaro al cielo un par de amables epítetos para disfrute del descerebrado escribano. Espero que el estropicio non haya sido catastrófico et qe el lucido catre de maese Lázaro de Leyva pueda ser rápida e derechamente reparado por sus buenas mañas, que desde aquí quiere aqueste borrico manos de árbol pedille mil disculpas e prometelle mantenerse a un par de estadales de distancia de su possesiones en lo sucesivo...

Tras la apoteósica aparición de maese Enrique de Çaragoça en Peracense, con la cabeça gacha e corrido e avergonçado como cura en burdel, dispúsose el escribano a prestar su menguada ayuda en tareas sencillas tales como sostener mástiles de pabellón (que en eso sus orondas carnes son buen contrafuerte non solum de mástiles sed etiam de catedrales góticas si se terciase), disponer toldos, cargar algunos bultos desde la campa próxima al castillo hasta su liza y alguna cosilla más, pues quienes me conoscen pueden comprobar que non es precisamente el trabaxo físico la más fuerte de mis virtudes, si alguna tuivere, sintiéndome más cómodo en el redactar documentos, preparar sishas, servir comidas e trazar dibuxos que en alzar mis arrobas desde el suelo tras clavar una piqueta o recoger un baúl. Non pretende ser aquesta justificatio de mi escasa participación en la monta del campamento, pero ya se sabe que excusatio non petita, accusatio demonstrata, e siento necesidade de, al menos, hacer comprender a mis lectores el porqué de una inactivitas que es fruto del buen comer et el poco correr mas nunca, jamás, de la falta de voluntad o la pereza, líbreme Dios destos Pecados Capitales.

Llegóse la hora del yantar, que fue como suele en el primer día bastante informal, de modo que unos cuantos mesnaderos baxamos a la fonda de Peracense por recoger las llaves de la habitación do íbamos a pernoctar e comimos en el comedor della servidos por unas mesoneras muy buenas moças que nos traxeron exquisitas viandas mientras en el castllo continuábanse los trabajos de monta del campamento et los companneros que allí trabaxaban daban respiro a sus tripas con bocadillos, lamines y otros espiritosos mas con poco tiempo para degustallos, que el tiempo era escaso y el trabajo mucho, de modo que juntámonos con ellos al cabo e assí, con el arrimar el hombro de unos (que fueron los menos, dixo sea de paso) e los ánimos de otros fue la liza de Peracense transformándose en lucido e galano campamento de soldados et llegóse la hora de la cena, en la cual los mesnaderos presentes compartimos toldo bajo las estrellas (de momento, que non passarían dos días para que tales etrellas se volviesen infiernos húmedos) con las viandas aportadas por las huestes, tras lo cual abrióse el consabido tempo de sobremensa con los chascarrillos, canciones, risas e jolgorio que los mílites solemos hasta altas horas de la madrugada, cuando vuestro cronista abandonó el castiello et dirigióse a su corcel, cansado e feliz, para dirigirse a la fonda de la villa dexando a los mesnaderos roncando en sus pabellones et soñando con un nuevo día et nuevas venturas.

E assí los mantendremos por el momento hasta un siguiente amanescer...

SECUNDA JORNADA

"¡AHÍ NO, TÍO!"
Harald de Maguerit

Tras el consabido concierto de recias roncas que acompañar suele a todo evento en el que los mesnaderos pernoctan bajo las mismas estrellas, alçóse el sol en el cielo en Peracense et entró por la ventana de la alcoba de la fonda do el escribano reposaba tras haber sufrido recio dolor de muelas la nocte anterior, de modo que algo dormido e contrito, dióse el cronista una buena ducha, bajó a los comedores a desayunarse do encontró a donnaElisa de Montserrat, a don Ioan de Ancheta e aún a otros mesnaderos de ACHA que a lo mesmo que yo habían baxado del castillo,do que tomamos los consabidos cafés, lamines e morrudencias, las cuales mucho nos entonaron, e tras ellodispusímonos a subir al castillo una hora antes de tercia, encontrándonos ya con un campamento militar a muy admirable maravilla.

Alçábanse los pabellones muy bien dispuestos et era grande gozo de ver su galanura e donaire, todos ellos con su mobiliario, sus camastros e yacijas como para revista de barón, el toldo muy diestramente adereçado, los armeros con sus lanças, espadas, manguales, hachas e escudos, los calderos colgados de sus trípodes e los soldados, siervos, artesanos et demás oficios del siglo practicando sus quehaceres cotidianos. Allá estaba don Rufino Acosta preparando su negozio de armería con exquisita galanura, de aqueste otro lado los maestros Harald, Kombo e Axil de Legio golpeaban el acero a plazer con su tintineo de martillos dando forma a un muy lucido yelmo, más lexos, en el toldo, los artesanos de ACHA e Fidelis Regi trabaxaban el cuero et la cota de malla, el escribano tomaba los cálamos junto a don Rodrigo Ortiz de Zárate preparando nuevos pergaminos, acullá donna Roçío Bruna e don Ato de Foçes començaban ya a adereçar la pitanza del almuerzo, por los caminos de ronda vigilaban los soldados e daban vozes de comprobación de alerta... Luego don Harald de Maguerit et don Kombo practicaban la esgrima con sus panoplias guerreras, recibiendo el primero un buen golpe de mangual en sus partes nobles hasta casi perdellas, lo que fizo al muchacho exclamar muy reciamente "¡Ahí no, tío!" mientras se doblaba sobre sí mesmo e contagiaba el dolor, por simpatía, al resto de mesnaderos que los observaban. Partióse también una espada de un mal golpe, don Atho de Foçes mostraba las excelencias de su nuevo bracamarte a quienes quisieron vello, que fueron todos e quedaron muy grandemente admirados de sus hechuras e contundencia, e assí con cuanto allá en Peracense pudo ser contemplado, que sin duda será motivo de negra envidia para quienes mal nos quieren (que son pocos, en verdad, pero alimentados con mala leche de nodriza judía) pues era día grande para todos ya que el tenente don Ruy Ximénez de Urrea iba a llegar a la tardada a su castillo e se esperaba también la visita de don Ximeno Cornel, por lo cual todo debía quedar lucido e galano a plazer.

Acercóse el escribano a la tienda de don Rufino por pedille unos buenos zapatos de cuero con puntas que habíale mercado semanas atrás, assí como unas tablillas de çera para tomar notas, lo cual rescibí con grande satisfacción, comprobando la comodidad de los zapatos et la utilidad de la tablilla, que exerció su papel a maravilla, e aún mercó el escribano al buen mercader e por muy buen precio un juego de cuchillo e punçón de acero, una vasa de cerámica de un cuartillo de capacidad e unas antiparras montadas en hueso para su vista cansada y que habría de utilizar con grande deleite ese mismo día. Mas ya he hablado de mis manos de árbol, de modo que a poco de haber mercado las antiparras quebrólas el patossísimo escribano de un mal golpe para ajustar el remache, de modo que habiéndole planteado el problema a maese Rufino, tuvo éste el magnífico gesto de cambiármelas sin gasto adicional alguno por las suyas propias, detalle que le honra como excelente e honrado mercader y más en aquestos tiempos tan críticos que corren para nuestras magulladas economías. Por este e otros motivos tuvo el cronista el grande plazer de preparar un pergamino ensalzando las mercaderías de maese Rufino, el qual colocó dito pergamino en la mesa de su tienda para lectura e disfrute de quantos se llegase a ella, agradeciéndomelo con el regalo de unas monedas castellanas chiquiticas pero en verdad muy fermosas.

Llegóse en todos estos trabaxos la hora del yantar, que fue preparado por las magníficas artes culinarias de los ya dichos e amabilísimos mesnaderos don Atho de Foçes e donna Roçío Bruna, e que consistió en un exquisito caldo caliente de productos del campo con infulas carnivoras, con lecho de lacteos fermentados bajo universo de huevo hilado al aroma de azafran con masa fermentada y asada de trigo, untada en aceite hirviendo al toque de sal, según palabras del notorio posader que llaman Ferrán Adriá, pero lo que en parla aragonesa derechamente entendida significa una sabrosa sopa de verduras con carne, queso, huevo, pan frito, sal e especias e seguido de una ensalada de pasta al vino que estaba todo ello en verdad jugoso et exquisito como para tratar al Divino Hacedor de tú a tú, e non digo más. Mucho disfrutóse de la comida et de otros lamines como el melocotón con vino que por la mensa de los mesnaderos discurrieron, tras lo cual, con las tripas bien llenas e los ánimos reposados, algunos fuéronse a dormir la siesta, otros se afanaron en lavar e recoxer los cubiertos e alargóse la sobremesa un tantico con el fumeteo de sisha, los chascarrillos e las bromas, tras lo cual retomáronse los trabajos de campamento hasta la llegada de don Ruy Ximén de Urrea, preparándose entonces todo para representar la acogida de don Ximeno Cornel, que fue como sigue:

En una mesa dispuesta al efeto, don Ruy et su escribano Enrique de Çaragoça repasan el montante de los impuestos recogidos las útimas semanas. Sobre dicha mensa hay velas (el sol casi está acabando de ponerse), una botella, un par de vasos, cálamos, frascas de tinta e pergaminos... Estando en estos quehaceres, el jefe de los centinelas encargados de guardar las murallas a partir de la hora Nona, hace su entrada en el recinto señorial:

Vela Mayor: Mi señor tenente, un ricohombre, acompañado de algunos caballeros, se halla a las puertas y solicita vuestra venia para hacer albergada.

Urrea: ¡Tarde es, a Fe! Pero no sería de buen cristiano no acoger a quienes solicitan nuestra ayuda en noche tal, si tan pocos son como dices. ¿Quizás dijeron su nombre y condición?

Vela Mayor: Sí, eso es lo más extraño. Se trata de don Ximén Cornel, el anterior tenente de este castillo, y su gente.

Urrea: ¿Don Ximeno? ¿Aquí? Yo lo hacía en lejanas tierras, pues aseguró que se desnaturaría cuando nuestro buen señor rey me hizo sustituirle en el gobierno de Peracense.

Secretario: Mi señor, precavéos. Recordad lo mal que se tomó vuestro nombramiento y su destitución Incluso osó mal hablar de don Pedro, nuestro bienamado rey.

Urrea: Bah! Nada temáis, micer Enrique. El relevo le tomó de sorpresa y su orgullo le hizo alzar la voz más de la cuenta. Además, bien poco podría hacer sin gente de armas. Abridle las puertas y qué entre... Sepamos, de una vez, qué le trae de nuevo ante Peracense, baluarte de la frontera.

El jefe de puertas saluda y sale. Al rato, entran, junto al jefe de puertas, don Ximeno y alguno de sus caballeros, ataviados todos de viaje… Ximeno hace una leve inclinación, como esperando autorización, don Ruy se alza y abre los brazos en calurosa bienvenida.

Urrea: ¡Don Ximeno! ¡Sed muy bienvenido vos y vuestra compañía!

Ximeno: Barón, mucho os agradezco vuestra acogida pues la dura jornada ha reventado a nuestros caballos y nosotros nos hallamos muertos de cansancio. Pensábamos haber llegado hoy a Caminreal, pero la noche se nos ha echado encima.

Urrea: Permitidme, no obstante, que os diga cómo me extraña vuestra presencia en Aragón. Os creía extrañado en otras tierras, ya fueran cristianas o infieles, sirviendo a un nuevo señor.

Ximeno: Y eso he hecho con las gentes de mi linaje y con quienes quisieron compartir mi desventura. Durante poco menos de un año, he servido, a soldada y botín, a Yayha ben Ishaq ben Ghaniya, descendiente de los antiguos reyes moros de Mallorca. Durante meses hemos guerreado en Berbería, asfixiados por el calor y el polvo de tierras tan secas y áridas, contra el califa de los almohades, pero queda poco ya que ganar, el botín es magro, las esperanzas pocas y pronto Yayha no podrá pagar ni el sustento de sus concubinas...

Urrea: Extrañas aventuras parecen y dignas de vuestro esforzado ánimo, pero… ¿qué haréis ahora?

Ximeno: Con el consejo y la ayuda de mis parientes y amigos, vengo, en compañía de mis deudos más próximos, a postrarme ante el muy alto y poderoso señor rey de Aragón, don Pedro, uien siempre fue mi señor natural y esperar su perdón.

Urrea: Me reconforta oíros, don Ximeno. Yo mismo, por medio de mi escribano, Enrique de Çaracoça, presente a mi diestra, remitiré a la consideración de don Pedro mi afecto por vos y el ruego de que os acepte de nuevo entre sus más fieles vasallos.

Ximeno: Nuestra Señora Santa María Virgen s tenga en cuenta vuestros buenos actos y los encomiende al Altísimo. Mas ahora, me gustaría ver a mi esposa e hijos, don Ruy.

Urrea: Ah, cómo lo lamento. Don Pedro me los rogó para encargarse de su cuidado y, como era mi obligación, se los trasmití.

Ximeno: Por…! Os los encomendé a vos. Si no fuera porque os tengo en altísima consideración y no os creo capaz de tal felonía, pensaría que se los habéis entregado en prenda de mi voluntad.

Urrea: No, no, don Ximeno, el rey los cuida como a familia propia por el afecto que siempre os tuvo. No guardéis cuidado, mi buen amigo, pasad y refrescáos con nosotros. Mañana seguiremos hablando.

Ximeno (con un leve punto de soterrada ira): Sí, visto lo visto, mañana conversaremos mejor, barón.

Tras lo cual el sennor de Urrea invita a todos los presetes a degustar la exquisita cena preparada al efeto..

Es de notar, no obstante, que don Ximeno habíase quedado sin la su voz durante el parlamento, de modo que necesitaba con urgencia un vaso de agua para proseguir, mas non comprendiendo este punto el señor de Urrea, nególe el agua a don Ximen, haciendo que su capitán la pidiese para su señor e prometiéndole grandes desgracias por causa della... E a Fe mía que se cumplió la predicción, como habráse de ver.

Fecho esto, sentáronse los mesnaderos a agasajar al Cornel en cena de gala en la cual todos lucieron sus mejores vestimentas, incluso el escribano, que estrenaba para la ocasión un bello cinturón de tela bordada con las armas de la Casa de Pardo -obra de don Luis Gominolo e su madre- además del donoso pellote de seda verde que ya vistiera en Anento, e a ese pergamino remito a mis lectores. Fue la cena preparada assímesmo que la comida por los siempre obsequiosos e admirables mestres cocineros donna Roçío Bruna e don Atho de Foçes, consistiendo en esta occasión en sabrosísimo cuscús moruno de sémola con garbanzos, cebolla, carne, verdura picada, setas e frutos secos muy estimulantes et de paladar notabilísimo como plato único, que sólo la mitad de sus ingredientes bastaría para saciar a una batalla de soldados de infantería et que despertó un sonoro "¡Wa lah-galibah illah Allah!! ¡Allah u-akbar!" del mercenario Josepe de Betula, pues tan morisca pitanza despertó en él ecos nostálgicos de sus infieles tierras africanas. E fue una cena doblemente agradescida también porque por primera vez pudimos gozar en ella de la grata compañía de los nuevos mesnaderos Aliger Ferrum, que compartieron mesa, pitanza y mantel con nosotros e que mucho nos congratulamos dello...

Durante la sobremesa desta exquisita cena don Gombaldo de Tramacet, recién llegado con su dama donna Elena e sus infantes, mostró a las mesnadas reunidas un curioso regalo de la su esposa, un artilugio que dixo llamarse "MP40" e que a lo que deduxe era una arma de fuego de las que llaman "ametralladora", sea esto lo que fuere, e que venía acompanyada de su "cargador" (raro nombre, pues non ví queste artefacto cargase otra cosa que su propio peso), mas realmente interesante e curiosa en gran manera, de tal modo que por todos los mesnaderos fue admirada e blandida, aunque non disparada por non estar dita "MP40" adereçada para ello por el tremendo peligro quello conllevaría.

Llegóse el momento de reunir a todas las mesnadas en torno a don Artal de Alagón para repasar el desarrollo de labatalla que tendría lugar al día siguient e que ivba a consistir en una asalto al castillo favorecido por la traición de don Ximén Cornel, el qual envenenaría las aguas de las albercas, abriría las puertas de la fortaleza a sus hombres e intentarían éstos hacerse con el castillo tras serles lanzadas piedras e flechas, reventar el portón del segundo recinto, entablar lucha en el mismo con los defensores, acabar a flechazos e con agua hirviendo (de lo que me encargaría yo mesmo) con quien intentara acceder a las salas nobles e tomar prisionero a don Ruy de Urrea muy ladina e arteramente durante un enfrentamiento de adalides, todo lo cual configuraría una muy recia, e larga, e gozosa batalla de la que todos disfrutaríamos muy sobremanera. Expusieron sus dudas algunos mesnaderos e adalides, diéronse explicaciones e propusiéronse variaciones al plan previsto, conviniéndose entre todos una reunión la mañana del sábado, media hora después de tercia, para repasar por última vez los pasos de la donosa batalla... Mas ya veremos, como venimos anunciando, que lo propuesto por el hombre non coincidiría en modo alguno con lo dispuesto por Dios Nuestro Señor... Bendito sea su Nombre.
Tras todo aquesto retiróse el escribano a departir con don Ximén de Urrea, donna Ana de Luesia, donna Elena de TRamacet, donna Maite Física, con don Sancho de Haro, don Sancho de Antillón e otros companneros en un discreto aparte durante el cual nos llegaban risotadas e gritas desde el toldo. Íbase a retirar el escribano a sus aposentos en la villa de Peracense cuando decidió permanecer un ratico en compañía del resto de las mesnadas en el toldo del castillo escuxando sus parlas e, sobre todo, las bromas e chascarrillos e canciones de don Rodrigo de Liçana, al cual el orujo, la lamparilla, el moscatel e los espiritosos habíanle dexatado la lengua y aún los corvejones, pues andaba el buen hombre dicharachero a plazer, e cantarín, e risueño, despertando las carcajadas de los presentes con sus bromas e canciones, entre las que destacó muy por encima de otras el siguiente e bellísimo carmen sefardí:

DIZE LA NUESTRA NOVIA

Dize la nuestra novia cómo se llama cabeça.
Que non se llama cabeça sino campos despaciosos,
Ay mis campos despaciosospase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia cómo se llama el cabello.
que non se llama cabello sino seda de labrar.
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llama la frente
que non se llama la frente
sino espada reluciente.
Ay mi espada reluciente...
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llaman las cejas
que no se llaman las cejas
sino cintas del telar
Ay mis cintas del telar...
Ay mi espada reluciente...
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llaman los ojos
Que non se llaman los ojos
sino ricos miradores.
Ay mis ricos miradores...
Ay mi espada reluciente...
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llama nariz
Que non se llama nariz
sino dátil datilar.
Ay mi dátil datilar...
Ay mis ricos miradores...
Ay mi espada reluciente...
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llama la cara
Que non se llama la cara
sino rosa del rosal.
Ay mi rosa del rosal...
Ay mi dátil datilar...
Ay mis ricos miradores...
Ay mi espada reluciente...
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Dize la nuestra novia
cómo se llaman los labios
Que no se llaman los labios
sino filos de coral.
Ay mis filos de coral...
Ay mi rosa del rosal,
Ay mi dátil datilar,
Ay mis ricos miradores,
Ay mi espada reluciente,
Ay mi seda de labrar,
Ay mis campos despaciosos...
pase la novia y goce al novio.

La novia, el novio...

Mas ya se sabe lo que supone un carmen delicado en manos de soldadesca medio borracha, de modo que a poco la novia y el novio se habían convertido en "¡¡¡LAA NOOOOVIA, EEL NOOOOVIO...!!!" a voz en grito e con tono como quien dize cazallero que despertó grandes risotadas en todos los presentes cada vez que se entonaba el estribillo del carmen en cualquier momento, incluso cuando al cronista se le demandó el "Se Canto" occitano, de modo que al llegar al estribillo que dize "Se canto, que canto, canto pas per ieu", començaron todos a entonar "¡¡¡LAA NOOOOVIA, EEL NOOOOVIO...!!!", lo que me fizo partir de risa literalmente hasta casi caerme al suelo.

E assí transcurría la noche entre grandes gritas cuando muy justamente don Artal de Alagón nos recordó a todos los presentes que había companneros que desseaban dormir unas horas, que estaban acostados en los pabellones que nos rodeaban et que difícil les iba a seer conciliar el sueño entre tanta novia e tanto novio. Lo qual fue dicho por don Artal con tan grave semblante e acertado verbo que fue senyal para levantar campa e retirarnos a nuestros alojamientos, lo que fizimos mientras escuxaba las roncas del interior de algunas tiendas a las cuales, sin duda, non había llegado el eco de las bodas cantadas por los mesnaderos...

E aún acabándose aqueste glorioso día, queda por narrar que al dirigirme en la oscuridad hacia do estaba atado mi corcel, vide a tres caballeros que parecían un tantico perjudicados non precisamente por haber bebido agua e refrescos sino vinos e licors, e que pretendían llgarse al castillo por disfrutar de la compaña de los mesnaderos que ya habían levantado su reunión e retirádose a dormir, cosa que les advertí a los lindos et de la que non me hicieron el menor caso, pues los dejé continuando su camino hacia la fortaleza...

E assí, con tres borrachos en busca de más jolgorio e un escribano reventado de cansancio dirigiéndose a su posada cerraremos este segundo día a la espera de la continuatio destas jornadas peracenses...

TERCIA JORNADA

"DONDE CABEN DOS, CABEN TRES"
Ximeno Marco de Celaya

Llegamos assí al día fatídico de Santo Domingo de Guzmán, 8 de agosto, que algo tendrá que ver el fundador de la Santa Inquisición con los castigos con que los Cielos nos abatieron en su conmemoratio. Tras una no mala noche de sueño apacible, alçóse el escribano del lecho, púsose sus vestiduras e baxó a reunirse con otros mesnaderos en el comedor de la fonda por desayunarse. Era aqueste el día grande de Peracense, en el que debía consumarse la batalla por el castiello y en el qual la traición iba por unas horas a triunfar sobre el honor. Muy contentos subímonos todos a la fortaleza por continuar con nuestras tareas de campamento e reunirnos por última vez antes de la batalla de la tarde, de modo que al poco estábamos todos con nuestros pergaminos e cálamos, las labores de bordado, de reparación de cotas de malla, de trabaxo con el cuero e los metales e otras multas actividades hasta que, pasada media hora de sexta, don Artal de Alagón convocó a la hueste para las postreras instrucciones. Quiso entonces mi humana naturaleza llamarme a los aliviaderos con urgencia, de modo questa reunión hubo de convocarse sin la presencia del escribano que, dicho sea de paso, permaneció en el campamento también por hallarse éste vacío de vigilantes y expuesto sin recato a la curiosidad de peregrinos, que ya el día anterior habían deambulado por entre los pabellones obligándonos a hacerles salir del campamento amablemente e con derechas explicaciones.

Llegóse assí la hora del yantar, que en aquesta ocassión fue la pitanza donada por el concejo de la villa de Peracense e que consistió en unas sabrosas judías verdes con jamón et el consabido rancho de carne con su caldico e sus patatas cocidas, lo cual fue servido por maese Sancho de Antillón e yo mesmo, que estaba todo ello muy sabroso et fue largamente disfrutado por las huestes reunidas bajo el toldo de la campa. Mas... ¡Ay, que llega poco a poco el momento de la catástrofe! Ya en días anteriores los sabios árabes habían predicho la posibilidad de tormentas a partir del sábado a la tarde, e muchas habían sido las conjeturas sobre si sí o si no, confiando las huestes en que la sabiduría de los entendidos en la materia fuese errada como en otras multas ocasiones lo ha sido. Mas non fue assí, para nuestra desdicha, que a muy poco de acabar la comida, e hallándonos todos en la sobremesa, cubrióse el cielo de muy negras nubes que venían de todas partes hacia el castillo como atraídas por el notable espectáculo de tan lucidas e gallardas huestes como en él se hallaban.

Era aproximadamente llegada la hora de nona. Nervio y ansia ante lo que podía avecinarse llevó a los mesnaderos a recoger sus enseres, lavar sus platos e cubiertos (algunos, al menos), cerrar a cal y canto sus pabellones e mirar a los Cielos, que ya non amenazaban llluvia sinon que la ofrescían. Al principio, un chispeo alimentó la esperança de que la tormenta, si fuerte, non durase demasiado. Algunos mesnaderos se ocuparon en labrar canales entre los sus pabellones por evitar la entrada del agua en ellos. Pero de ahí a poco, decir que llovió es quedarse en los prolegómenos, ya que abriéronse los embalses de toda la corte celestial e Peracense conosció un diluvio como nunca jamás lo sufriera hasta entonces. Graniços como nueces de buena añada cayeron sobre el campamento e esa fue la senyal para que todos abandonásemos el toldo e nos refugiásemos en la taberna de la fortaleza mientras contemplábamos la tremenda tromba de agua con impotencia. Al principio tuvimos la esperança de que, habiendo començado a tan temprana hora e siendo las tormentas estivales tan recias como poco duraderas, aún nos diese el tiempo una tregua e lográsemos llevar a cabo la batalla prevista. Fue aquél el momento en que don Artal de Alagón, con admirable ánimo, gritó "¡companneros que el agua no nos pare!"...

Pero nos paró. Non acababa de dezir aquesto el buen don Artal cuando un horrísono trueno vino acompanyado por un arrecio de lluvia que caía por cántaras. En aqueste momento el campamento quedó abandonado salvo por algunos caballeros que se esforçaban aún por colocar sus pertenencias en el centro de sus pabellones para evitar que se moxaran, abriendo nuevas zanjas alrededor dellos sin que nada sirviera, pues tales zanjas quedaban de inmediato anegadas e sin efeto. Fue una tormenta sin tregua, que duró varias horas e que se dexó sentir peligrosamente en toda la comarca, pues poblaciones como Villafranca e Monreal del Campo sufrieron el desbordamiento del río Xiloca e quedaron aisladas por cubrir el camino real las aguas dél. Mientras, allá en el castiello rojo, la tormenta trajo nuevas catástrofes, ya que el pabellón de los Señores del Norte cedió al embate de las aguas e comenzó a desplomarse, lo que hizo que varios mesnaderos saliesen corriendo de la taberna, alguno prácticamente en cueros, como don Atho de Foçes, por endereçarlo de la mejor manera possible. E fue momento de grande vergüenza para todos, ya que apenas media docena mal contada de caballeros acudieron a salvar los bienes de los Iparreco Iaonac, entre ellos el admirable don Lázaro de Leyva, que túvose que cambiar sus ropas moxadas hasta por tres veces, non quedando en su ajuar una mala camisa que non estuviera húmeda, mientras los demás mirábamos cómodamente el panorama desde la barrera de la taberna, bien secos e descansados, de lo cual me acuso personalmente e con grande vergüenza, tanto por mí mismo como por quienes me acompanyaban... E non quiero disculpar dello a nadie mas rendir mi admiración e pedir su perdón, aunque de poco sirva a estas alturas, a quienes supieron estar donde debían.

Mas a todo puerco le llega su San Martín, y a mí me habrían de pasar cuenta en muy poco tiempo. Pues aprovexando que el campamento se había convertido en un "¡Sálvese quien pueda!", hize lo oportuno tratando de llegar a la explanada do estaban nuestros caballos, de tal modo que, llevando mi tabardo rojo sobre la saya y el camisón, cayó sobre él una buena copia de lluvia que lo destiñó a plazer, assí que cuado llegué a la fonda de la villa de Peracense comprobé con horror que la tinta roja del tabardo había impregnado la saya, el camisón, mis propias manos y la camisa de don Rodrigo Ortiz de Zárate, ya que se sentó encima del tabardo (que estaba sobre el respaldo de una silla) y éste le transfirió el rojo de su tinte a su espalda e su trasero... Añádase a ello el tremendo talegazo que don Atho de Foçes sufrió en salva sea la parte por resbalar sus botas de cuero sobre el piso moxado de la lluvia, que fizo a todos dar un respingo e correr a socorrelle para comprender, sin embargo, que para entonces los límites del encuentro de Peracense habíanse sobrepasado para entrar ya en los de la simple y llana camaradería, amistad e companyerismo sin distinción de nobles y villanos.

E continuando con esta tercera e fatídica jornada digamos que non todo fue catástrofe, pues la cena preparada por el concejo de la villa, consistente en unos macarrones con atún e un exquisito asado de carne con patatas, fue en verdad muy sabrosa, máxime cuando fue seguida de una queimada muy bien preparada, vertida por donna Roçío Bruna e dos vecinos de Peracense, e de excelente sabor que templó muy a maravilla a los mesnaderos recogidos en el pabellón et cuyo conjuro fue recitado por el escribano de aquesta manera:

http://www.youtube.com/watch?v=vEY4Lfa_Ltc

Conxuro da queimada

Mouchos, curuxas, sapos e bruxas.
Demos, trasnos e diaños,
espíritos das neboadas veigas.
Corvos, píntegas e meigas:


feitizos das menciñeiras.
Podres cañotas furadas,
fogar dos vermes e alimañas.
Lume das Santas Compañas,

mal de ollo,negros meigallos,
cheiro dos mortos, tronos e raios.
Ouveo do can, pregón da morte;

fuciño do sátiro e pé do coello.

Pecadora lingua da mala muller
casada cun home vello.
Averno de Satán e Belcebú,

lume dos cadáveres ardentes,
corpos mutilados dos indecentes,
peidos dos infernais cus,
muxido da mar embravecida.
Barriga inútil da muller solteira,
falar dos gatos que andan á xaneira,
guedella porca da cabra mal parida.

Con este fol levantarei
as chamas deste lume
que asemella ó do Inferno,
e fuxirán as bruxas
a cabalo das súas vasoiras,
índose bañar na praia
das areas gordas.

¡Oíde, oíde! os ruxidos que dan
as que non poden deixar de queimarse
no augardente quedando así purificadas.

E cando este beberaxe
baixe polas nosas gorxas,
quedaremos libres dos males
da nosa alma e de todo embruxamento.

Forzas do ar, terra, mar e lume,
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
que a humana xente, eiquí e agora,
facede que os espíritos
dos amigos que están fóra,
participen con nós desta queimada.

Non es que el acento del cronista fuesse realmente galego, como el conxuro pide, e assí lo expresó maese Axil de Legio, pero quien os habla es aragonés de pura cepa e le sale el acento maño aún leyendo a Rosalía de Castro, assí que quien quiera oíllo en su derecha versión que marche a Santiago de Compostella e visite la catedral aprovexando el viage...

E assí vamos dexando atrás el día de Santo Domingo... Charraron los mesnaderos bien acomodados mientras otros habían decidido pernoctar en el castillo por haberse mantenido sus bienes secos, mas el cansancio, la tensión e la tristeza acabaron por pasar su factura en nuestros cuerpos e retirámonos poco a poco a nuestras alcobas los que las teníamos algo tristes e deprimidos a la espera de un nuevo día....

QARTA JORNADA

"EL CAMINO A VILLAFRANCA ESTÁ FATAL..."
Ana de Luesia

Pues con el amanescer del cuarto día, domingo, 9 de agosto de 1209, festividad de San Román, llegó el momento de subir al castillo por comprobar cómo habíase passado la noche para los que en él durmieron e como quien dize a evaluar los daños después de la catástrofe. Grande fue la alegría al comprobar que non había sido para tanto el estropicio, que fuera de algunas consecuencias nefastas (por exemplo, el quebrantamiento de un mástil de la tienda de maese Rufino e la pérdida de material, tanto suyo como de don Lázaro de Leyva, muy mal oxidado por las humedades, de lo que nos lamentamos grandemente), en general los pabellones habían aguantado correctamente e sin grandes perjuicios e las posesiones de los mesnaderos andaban húmedas por el agua mas no destrozadas, de todo lo cual nos enteramos con discreta satisfacción.
Hecho aquesto, nos apresuramos todos a recoger la campa e aún, por sacarnos la espina de non haber batallado en aqueste encuentro, dispusimos hacer un amago de asalto al castiello, de modo que arrojamos los globos de agua dispuestos al efeto para la ocasión del día anterior sobre el camino que bordea la fortaleza por el lado de levante (con discreto acierto, a Fe mía) e colocamos la puerta de madera sobre el acceso al segundo recinto, atacándola los bravos mesnaderos por el otro lado con ariete e hachas e defendiéndola por el lado opuesto tres caballeros, trabándose combate luego de abatilla al pie del torreón de acceso al castillo en su parte superior. Vencidos los defensores, halló don Ximeno Marco de Celaya el Santo Grial oculto entre las piedras de la torre, mas al no ser su estatura suficiente para tomallo en las sus manos (que don Ximeno Marco e yo mesmo somos de la raza de los hobbits, qué le vamos a fazer), fue maese Polo quien lo fizo, ganándose el título de "Caballero del Santo Grial" e la responsabilidad de mantenello en su poder el ocultallo hasta la siguiente ocasión, que será dentro de un anyo.

Sacada la espina de la acción guerrera, fechas multitud de fotografías e muy bien animosos los soldados, damas e visitantes, comprobamos que la tormenta del día anterior andaba de nuevo pululando por las almenas, de modo que muy de seguido vaciamos el castiello de los últimos enseres e baxamos presurosos al pabellón do iba a disponerse la pitanza, que fue una ensalada et carne con patatas como la cena anterior e de nuevo muy sabrosa e muy bien aprovechada e digerida por los mesnaderos. Antes, no obstante, tuvo lugar la impresionante escena de los mesnaderos guardando sus caballos en el interior del pabellón al comenzar de nuevo la graniçada a descargar sobre Peracense, de modo que en un "amén, Jesús" quedó el espacio cubierto de cabalgaduras e la mía, triste y sola, permanesció en el campo por ser animal sufrido e non necesitar de cobijo. Departimos tras la comida un cierto tiempo entre nosotros hasta que don Artal, tan juiciosamente como suele, llamónos a capítulo por analizar el transcurso del evento, trabándose entonces muy sesudas razones e opiniones sobre las vestimentas, las comidas, los apoyos de unos e otros, e multas otras más intervenciones que non corresponde aquí narrar por lo menudo e que se verán reflexadas en el Codex Peracensis de aquí a poco.

E muy poco más queda por dezir, mis amados lectores. Sólo que los cielos volvieron de nuevo a castigarnos con tremenda tronada e nos dispusimos todos a abandonar la villa excepto don Atho de Foçes e su prometida, que hubieron de regresar al castiello por recoger unas pertenencias que en él habían olvidado. El resto de los mesnaderos pedimos información a los lugareños por saber el estado de los caminos ante semejante diluvio, et donna Ana de Luesioa nos conformó que "el camino a Villafranca estaba fatal" y era necesario, por tanto, hallar rutas alternativas, cosa que fizimos.

Lucida caravana fue la que abandonó Peracense hacia la hora de vísperas, tomando el camino de Ojos Negros hasta alcanzar Montreal del Campo con la maldita lluvia siempre repicando sobre nosotros en aguacero hasta que llegamos al camino real y, a buena marcha, dexamos atrás Teruel et nos adentramos en tierras caesaraugustanas en las que, como por encanto, dexó de llover e pudimos ver el sol de nuevo (lo que me faze pensar en algún encantamiento de las malas zorras e bruxas que mal nos quieren), llegando sin más novedad a nuestros feudos con una extranna mezcla de satisfacción e pesadumbre en el ánimo...

E assí como lo he contado es como ocurrió e cómo seguirá siendo contado todos los días e occasiones que Dios me conceda de vida.

En el castillo de Zufaria, a 11 días del mes de augusto deste anyo de 1209.

Enrique de Çaragoça

Cronista Maior de la hueste Fidelis Regi

sábado, 1 de agosto de 2009

CRÓNICA DE ANENTO - 2009

CRÓNICA DE LAS GOYOSAS JORNADAS QUE LA HUESTE FIDELIS REGI ET LOS SUS CAMARADAS PASSARON EN LA VILLA DE ANENTO, EN LA SESMA DE GALLOCANTA, POR MANDATO DEL REY DON PEDRO EL QUARTO DE ARAGÓN E AL SU SERVIZIO


Narrada como quiere la costumbre por el Cronista Maior dom Enrique de Çaragoça, que a ellas assisitió e mal quebrantado quedó mas de muy buen grado, como se verá...


In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti, amen.


PRIMERA JORNADA


Hállome nuevamente aquí, mis muy amados lectores, por mostraros cómo se transcurrieron las jornadas que los pasados días 24, 25 et 26 de Iulio deste anyo de 1357 protagonizaron la Mesnada Real e sus camaradas más fideles en la villa de Anento, a escasas doze leguas de la ciudad de Daroca, donde habíasenos convocado por petitio del Concejo de la misma e por orden de Su Majestad el rey nuestro señor don Pedro el Quarto de Aragón, por buen nombre conoscido como "El Ceremonioso" o "El del Punyalet", que anda en estos tiempos en guerra contra Castiella e mandó refuerzos al valle del Xiloca por temer añagaza, algarada o asalto del infame castellano, el otro Pedro llamado "El Cruel" por sus enemigos. E non andaba equivocado el monarca aragonés, como comprobarán vuesas senyorías, pues estando tan próximo el camino hacia Castilla desde Daroca (a la que el felón castellano non pudo tomar), son los castillos desta sesma del reyno lamines muy apetecibles para la ambición de nuestros adversarios.

Mas déxate de preámbulos, escribano del demonio, e cuenta a tus lectores que abandonaste tu señorío zufariense la mañana del viernes, 24 de Iulio, día de Santa Cristina, dirigiéndome a Çaragoça por mercar un buen jamón aragonés, unos quesos e pan en abundancia antes de marchar a la fortaleza do los fideles del rey guardamos pabellones, lanzas, mensas et escudos e cargallos en una grande carreta que al efeto dispusimos con su carretero, de modo que con la su ayuda et la de los senyores e damas don Sancio de Antillón, don Ximén de Urrea, donna Ana de Luesia, don Atho de Foçes, donna Luisa Magistra (que non pudo acompanyarnos) et donna Roçío Bruna bien pronto anduvo todo adereçado para la partida, que se produjo unos minutos passados de la hora sexta, todos muy contentos e felices de poder servir al rey en Anento.


Tomamos, pues, el Camino Real mas don Atho de Foçes et el resto de camaradas fideles decidimos fazer un alto en el camino a la altura de Carinyena, pues que habíamos salido de las tierras caesaraugustanas sin yantar et andaban nuestras tripas un tantico huérfanas de viandas, así que detuvímonos en un caravansar próximo al camino et dímosles apellidos con buenos calamares, et tortillas variadas et otras morrudencias a las cuales se sumaron en el trasiego don Atho de Foçes, donna Roçío Bruna, don Ruy de Urrea, donna Ana de Luesia, el carretero, que dixo llamarse Jorge (a lo que recuerdo), e yo mesmo, quedando todos los seis comensales muy animosos e contentos et continuando el camino hacia Anento muy de seguido.


Mas antes de arrivar a la villa aún hubo occasión de chanza en el camino, pues cabalgando muy reciamente en mi corcel albo pude ver que tras de mí corría un otro caballero que non era don Atho de Foçes sino un desconocido al que non pude identificar pero que me seguía como quien dize oliéndome el culo (que ya son ganas), de tal modo que tirando de las riendas refrené mi montura a la espera de que el dito caballero me adelantase, cosa que non fazía sino antes bien él mismo reducía también la velocidad de su cabalgada, dándome yo a los mil diablos de aquél insolente patán que se obstinaba en lamerme las entretelas sin querer adelantarme e seguir su camino en buena hora. Como palo de gallinero puse al pobre plebeyo con mis exabruptos, ya que me impedía observar si don Atho et su prometida seguían a mi zaga o se habían perdido como suelen. E assí siguió la chusca situación hasta que, exaltado e nervioso ante la actitud del insolente caballero, abandoné el camino real en Romanos, equivocando el lugar (pues el camino hacia Anento passa por Lechón, unas leguas más adelante) e comprobando que aquél hideputa seguía obstinadamente mis pasos cual si lo llevase atado con cadenas.


Mas... ¡Ay, cuánta paciencia debería tesorar mi ardiente ánimo e cuántas lecciones de vida quédanme por aprender! Pues apenas apartado de la calzada real, el caballero que me seguí hízome un saludo alegre, cayendo sólo entonces yo en la cuenta de que se trataba de nuestros queridos amigos arqueros de la Flor de Lis, es decir, don Jaume de Montull, donna Elisa de Montserrat et don Ioan de Ancheta, los cuales me seguían desde Carinyena por no conoscer ellos tampoco el camino hacia Anento. E tras ellos, por supuesto, cabalgaban don Atho de Foçes e su prometida donna Rocío. Muy corrido quedé de mi menguado entendimiento, mas aclaróse el enigma y entre risas et disculpas desanduvimos lo andado, regresamos al camino real e llegamos finalmente a Anento unos veynte minutos después, apenas media hora antes de vísperas...


Llegamos, pues, a la villa de Anento, que es un muy bello e recoleto lugar de apenas un centenar de almas, los cuales habitan al abrigo de una recia fortaleza que se halla sobre una roca señoreando la población, cuyo casar esconde rincones en verdad muy bellos e íntimos, e fermosos a plazer. Hay en sus alrededores una alberca que dizen "El Aguallueve", muy apropiada quando los calores del estío aprietan, e non digo más desto pues más tarde habrá occasión de comentallo por lo menudo. Hay también en la villa una plaça muy fermosa, et cerca della un parque murado en su derredor, et en ese parque estaba dispuesto que iban a plantar sus reales los guerreros, et alçar pabellones, cosa que començamos a fazer muy de seguido apenas descargamos las faltriqueras de nuestros corceles, e muy contentos pues en verdad que era paraíso digno de Adán y Eva antes del Pecado Original, muy asombrado e fresco, sintiéndose en él una beatífica brisa que faltaba en el resto de la villa e non se cataba fuera del jardín arbolado que digo.


Començó, pues, la sólita tarea de levantar tiendas e pabellones, non sin que la mesnada Fidelis Regi hubiese de repetir la tarea de montar uno dellos hasta dos veces por haber equivocado los mástiles et los tirantes para la correspondiente tela, dándose los Fideles por ello a todos los demonios. Sucedió assímesmo que los arquers de la Flor de Lys había olvidado en sus feudos catalanes el mástil de su pabellón, por lo cual cedimos ghustosamente los Fideles uno de los nuestros a los buenos amigo de Arcoflis, usándose entonces como pabellçon de refresco un muy lustroso remolque que al corcel de la hueste arquera habíase venido atado, remolque que a pesar de no servir como alojamiento -por su mucha estrechez- sí podía cumplir la tarea de almacén, como assí lo fizo en todos los días que passamos en Anento.


Poco a poco fuéronse llegando a la campa arbolada el resto de los mesnaderos que allá iban a sentar pabellones y que, unos antes e otros después a lo largo de las jornadas anentinas, fueron los ya dichos guerreros de Arcoflis, e los Fideles Regi antedictos más don Artal de Alagón, don Gombaldo de Tramacet, don Lope Ferrench de Luna e don Rodrigo de Liçana (que nos acompañaron con su siempre gratísima presencia tan sólo unas horas entre el sábado et el domingo, llegando tarde et partiendo pronto para nuestra desdicha), echámndose a faltar la figura del gran don Ximen Cornel, que barrunto yo que anda preparando algo para lo de Peracense. Acompañáronnos también en la campa los soldados de ACHA y la Compañía del Lobo Negro con don Ximeno Marco de Celaya, don Hernán Pacheco, la Niña de los Peines, donna Maienca, don Celestino Carrecedo et otros muchos companneros que fueron acogidos e saludados con grande alegría en el encuentro. Et también rescibimos a los Señores del Norte Iparreco Iaunac, don Fortún de Ayala, don Íñigo López de Mendoça et su dama, assí como don Rodrigo Ortiz de Zárate, nuevo caballero de la hueste Iparreco. Por allí anduvieron también don Lázaro de Leyva et la su donna Lourdes, en estado no de buena sinon de buenísima esperança (tanta que en algún momento temí que la campa se viese aumentada en un miembro más en un descuido cualquiera), et incluso donna Raquel Esteban con una su amiga llamada Lorie o algo parescido (que hablaba una parla multo extranya e decía ser procedente de un lugar llamado Guasintón o algo así, aunque era moça bien recia e de non malas hechuras para un buen relajo, disimulen vuesas senyorías), todas las cuales personas sumaban más de la cincuentena, et todos fuimos saludados e saludamos et la alegría del encuentro e la camaradería de viejos companneros de armas nos advirtió de que las jornadas anentinas podían dar comienzo sin preámbulos.


Mas la tarde se dedicó a montar campamento, que quedó en verdad mui lucido e fermoso, visitar el fondaco donde íbamos a pernoctar algunos de los guerreos e damas (donna Lourdes et donna Isabel, por ejemplo, además de yo mesmo, que non tengo cuerpo para las durezas de la tierra) e preparar una cena en la que lo aportado por cada grupo de mesnaderos fue más que suficiente para fartarse y aún sobrar para varios días, que era un primor el trasiego de longanizas, quesos, boquerones, jamón, empanadas, chorizos y otras mil viandas regadas con agua, vino especiado, sangría e otros espiritosos que alargaron la sobremesa durante varias horas, con la degustatio de las inseparables sishas de tabaco moruno que siempre nos acompañan, hasta el punto de que no antes de las cinco de la madrugada retiráronse los últimos mesnaderos a dormir (yo entre ellos), passando unos muy buenos momentos con don Ximeno Marco de Celaya et otros companyeros e damas de la hueste del Lobo Negro que rieron muito de nuestros chascarrillos, disfrutaron de mis historias et incluso paseamos a la luz de la luna por desentumecer los miembros de tanto rato sentados en las mesas do habíamos degustado la cena, topándonos con algunos anentinos que parescían haber bebido mucho más de lo comido pero sin consecuencias desagradables, a Dios Gracias.


E assí dormidos en sus pabellones e sus tiendas dexaremos a los soldados e sus damas hasta la mañana siguiente...

SEGUNDA JORNADA


Lanzó al aire su canto el gallo como suele cada nuevo amanecer (e Dios nos pille confesados si un día non lo faze) e levantóse del catre el escribano bastante perjudicado del mucho trasnochar, el mucho calor et el poco dormir, de modo que habiéndome fecho responsable de las llaves de nuestra habitación en la fonda (cosa que me trajo loco durante todo el día, pues muchos fueron los soldados e damas que pidiéronmelas para recoger enseres o dormir la siesta en los catres) e habiendo prometido a la daifa que della se cuidaba assistir al desayuno antes de media hora pasada de tercia, lleguéme tarde con la cara a medio lavar al comedor del fondaco cuando todos los mesnaderos habían ya dado los buenos días a sus tripas con café, lamines y otros mejunjes mañaneros, de modo que mal comienzo tuvo la mañana al rescibir de la donna que digo un amable rapapolvo por mi mucha tardança, mas el hombre propone pero Dios dispone, e dispuso Dios que mi primer despertar en Anento fuese un tanto precipitoso...


He de dezir, antes de continuar, que para non faltar al inocente orgullo que me caracteriza estrenaba vuestro escribano en Anento nuevas vestimentas como son túnica nueva de lino primorosamente bordada por mi amantísima mater e pellote de seda verde, pesada de hilos e con una fermosísima caída hasta los pieses, muy ricamente trabajado por donna Roçío Bruna et la su madre, damas a las que quedaré eternamente agradecido por ello. E aunque la túnica, siendo de lino crudo, queríala granate por ser color muy nobiliario, tras los muchos tintes e lavados para fijallos quedó de un color rosado que me paresce muy fermoso, pero que non me libró de ciertas chanzas a propósito de la color de la túnica, tachándoseme en alguna ocassión de "Fidelis Gay", sea esto lo que fuere, por parte de algunos mesnaderos dados a la habladuría. Añádase a ello que lucía el escribano en su cara dos marcas de arañazos, fechos Dios sabe cómo, de manera que multas vezes fui preguntado por ello, llegando a tal punto el cansancio de vuestro cronista por la pregunta de marras que al final cada vez que era cuestionado por los dictos arañazos llegué a responder que el gato era mío y me lo benefiziaba cuando me plazía, poniendo deste modo punto en boca con una sonrisa e aún carcajada a los graciosos que tanto se chanzeaban de mi rostro...


Baxamos, pues, los soldados e civiles a la campa del parque arbolado encontrando en ella todo ya dispuesto para nuestras primeras actividades, que fueron ponernos nuestras mejores galas guerreras, dar un pequeño muestrario de combate con espada de mano y media e con espada simple e broquel entre algunos caballeros durante la espera del desfile, concentrarnos en la plaça próxima al campamento e pasar revista a las tropas convocadas en Anento, cosa que fizo micer Lázaro de Leyva (cuya tienda e vestimentas despertaban sana envidia en todos los presentes por lo lucido e bien dispuesto dellas) e concluyó micer Ximeno Marco de Celaya, dando como resultado la presencia de las huestes antedichas más los soldados de la Milicia de Anento, las Huestes del Sobrarbe bilbilitanas, los freyres de la Orden de San Jorge de Alfambra e los gaiteros de Gordobordón, que amenizaron en consiguiente desfile por las calles de la Violla con sus sones, lo cual agradescí sobremanera porque ya sabrán vuesas senyorías del hartazgo que los mesnaderos tenemos del son de los tambores Heráldicos de Caspe, de manera que fue un alivio escuchar temple de gaitas en lugar de monótono e cansino parchear de atambores.


Duras fueron las bajadas e sobre todo las subidas por las calles de Anento, cargando con el estandarte de la hueste real e seguido por los muchos guerreros pertrechados con sus placas que ornaban el desfile, despertando en mí tanto el cansancio por mis propias e orondas carnes como la lástima por los muchos calores que la armadura produce en quien la lleva, que buscaban los pobres soldados la sombra de las casas como los perros en agosto. Cerca de una hora duró el suplicio, vive Dios, tras lo cual descendimos de nuevo a la campa de mis amores e a su frescura, despojámonos de vestiduras, ahogámonos en agua más o menos freda (que el calor del estío non permite muchas alegrías en lo tocante a las temperaturas de los alimentos e bebidas), tocó donna Ana de Luesia su dulzaina muy fermosamente, fumamos un poco de nuestras sishas morunas e preparámonos para desarrollar los talleres de escritura, a mi propio cargo; de reparación de cota de mallas, sabiamente explicado por micer Atho de Foçes; de trabajo con cuero (que non "en" cueros, cosa que habría sido mucho más llamativa mas poco decorosa), del que se ocuparon algunos mercenarios de la Compañía del Lobo Negro; de danzas medievales, dirigido por donna Raquel Esteban (que danzó tan bellamente como ella suele); de esgrima para infantes, obra de don Sancho de Antillón et los Fideles Regi, e incluso de tiro con arco, del cual se ocuparon los ballesteros de Arcoflis.


He de añadir que a aquesta hora tuvo vuestro escribano la entrañable visita de su hermana, su cuñado e sus sobrinicos, que nos acompañaron durante toda la jornada e mucho disfrutaron della, pues mi hermana Susana non quiso dexar passar la ocassión de bailar con las damas de Raquel Esteban e los pequeños con el su padre visitaron también nuestros talleres quedando muy impresionados de lo visto et explicado.


Mucho fueron disfrutadas, pues, aquestas actividades por las buenas gentes de Anento e otros amigos e camaradas que tuvieron a bien visitarnos, entre los cuales se encontraban don Ignacio e su donna, de la Militia Concejil de Rioiia, que venían de la próxima ciudad de Daruqa e a los que saludamos con grande efusión, assí como a don Lope Ferrench de Luna e don Rodrigo de Liçana, que también parescieron por la campa a tal hora, e participar dellos en el campamento, mas a poco fízose la hora del yantar que fue, como siempre suele ocurrir, de ensalada aliñada con aceyte e vinagre et un plato de lentejas con tropezones realmente sabrosos, aunque ya saben vuesas senyorías que el escribano es de los que "de lo que come el grillo, poquillo". Durante la comida pudimos ser testigos de un chungo episodio, pues el caballero Hernán Pacheco sentóse malamente en un taburete e acabó con los sus güesos en el suelo sin mayores consecuencias que las chanzas de los sus compañeros, que clamaron una curiosa salmodia algo así como "¡Herni-torrinco, Herni-torrinco!" que debe ser pseudónimo usual entrellos pero que arrancó carcajadas en todos para desdicha del accidentado... Bien digerido fue, no obstante, el yantar tras el cual abrióse un momento de calma e relajo en el que algunos mesnaderos tumbáronse sobre la hierba por dormir la siesta, vuestro escribano aprovexó para escrebir e dibuxar con los sus cálamos e tintas en un pergamino et donna Roçío Bruna et otras damas e caballeros dirigiéronse al Aguallueve que dige al principio por tomar baños con que refrescar sus cuerpos et disfrutar del bello e paradisíaco lugar.


E permítanme mis lectores apuntar que viendo a donna Roçío (cuya belleza alguna vez he ponderado en estos mis escritos) marchar al Aguallueve con una prenda en sus manos conoscida como "bikini", dime mil cabezazos contra las rocas luego de su partida por ser tan menguado e botarate de haber perdido la oportunidad de ver a Venus salir de las aguas con tan magras vestimentas en el esplendor de la juventud de una muger bella, pero la modorra de la calima de la tarde clavó mis pies al suelo y mi orondo culo al asiento e la ví partir sin más, que la calor es mala compaña para el ejercicio et el Aguallueve estaba demasiado lexos para hacer desfiles a hora tan poco apetescible. Arrepiéntome mucho agora dello, pero ya saben vuesas señorías que a la Ocasión la pintan calva y que hay que tomalla por los pelos e cuando viene de cara, e aunque más tiran dos tetas que dos carretas era mucho el volumen del escribano para que las de donna Roçío me alzasen del sitial, maldita sea mi estampa...


Passada la hora de vísperas, con todo el mundo despierto más algo amodorrados todos, llegóse el momento de nuevas actividades como fueron la lectura del pregón de las fiestas medievales de Anento, leído por un noble anciano caballero de aspecto distinguido pero que me recordaba un tantico la frase "dices tú de mili", non sé por qué, et la lectura del romance intitulado "Atacó Castiella a Anento" el qual, modestias aparte, siendo obra de vuestro escribano e ganador del concurso convocado al efeto por el concejo de la villa, leí yo mesmo dándole la adecuada entonación, viéndolo plasmado en pergaminos e quedando todos los audictores muy impresionados del, de modo que rescibió fuertes aplausos del público reunido en la plaça donde tuvo lugar la lectura.


Procedióse luego a la habitual parafernalla de vestir a un caballero con ropas e armas del siglo passado, lo que fizimos en la persona de don Lope Ferrench de Luna, et otra con placas et pertrechos del presente, de lo qual se ocuparon las huestes de ACHA en la persona del soldado don Ximeno Marco de Celaya, quien despertó grande lástima en mi cuñado don Ioan de la Cruz que tuvo a bien mercar una pinta de cerveza bien fresca para que el pobre mercenario non se deshidratase, pues tal parescía al ver la color bermella de su rostro et los chorros de sudor que dél emanaban.


Mucho fue aplaudido el buen soldado que tan gallardamente se presentó a la multitud congregada, mas ya se aproximaba el asalto al campamento de los mesnaderos de Pedro el Quarto e, como suele ser costumbre, fui yo también el encargado de narralla mientras los asistentes a las jornadas terminaban de ver el espectáculo ofrecido por Les Rubitos (que depués de su reciente escisión ha quedado reducido a "Le Rubito" con tan mala fortuna que ni aún el nombre le quadra, pues es el caballero bastante calvo e greñudo como para entrar en detalles de color piloso). Revestidos con sus placas, formados los bandos adversarios e dispuestas las medidas de seguridad pertinentes para evitar malos quebrantos entre el público, inicióse la batalla que fue como sigue:


Nervio y ansia se apoderan del campamento aragonés al recibirse la noticia de que han sido avistadas las tropas del cruel castellano en la rambla que conduce a la villa de Anento. De pronto escúchanse cuernas de combate e una nutrida hueste formada por arqueros, lanzadores de fustíbalos et caballeros enchapados se aproxima con grandes gritas a la campa do los soldados de don Pedro el Quarto se preparan para defendella. Llega el capitán castellano a los límites de la misma e ordena muy de seguido que el arquero dispare sus flechas sobre el muro de escudos aragonés, tras lo qual -sin dejar heridos con sus malas artes- los fustibalarios toman posiciones e lançan tres buenas andanadas de piedra que non tienen mayores consecuencias sobre los nuestros...


Pero para sorpresa de los atacantes, disponen los aragoneses de tormentaria con la que responder al asalto: desde una atalaya dispárase un cañón cargado de metralla e pólvora e los malditos fustibalarios de Castilla caen muertos sobre la tierra en un "amén, Jesús" sin que nada puedan hacer por evitar la masacre. Encendido de ira al ver a los suyos muy mal feridos por los suelos, ordena el capitán ataque general al grito de "¡Castilla, Castilla, Castilla por don Pedro!" al que responden los nuestros ¡San Jorge, Aragón, Aragón, Aragón!". Lánzanse así a la vorágine Castilla y Aragón, crúzanse espadas, resuenan los toques sobre las placas metálicas en horrísono concierto de golpes de mano y media, disfruta como puerco en lodazal micer Ioan de Ancheta, arquero catalán que ha trocado por primera vez el arco por la armadura, el yelmo e la espada, e toda la campa se hace liza de combate.



Los castellanos son duros guerreros que luchan con denuedo e coraje. Además, están bien dirigidos por un bravñísimo capitán que despacha golpes como mazazos sobre las carnes de sus adversarios. Pero los castellanos non recuerdan que tienen delante a aragoneses, un bocado demasiado duro para sus paladares. Poco a poco se hacen los nuestros con el control del campo y en apenas unos minutos una docena de cuerpos castellanos quedan pudriéndose al sol de la tarde en espera de sepultarlos con el decoro que merece un cristiano.


Pedro el Cruel de Castilla rabia de impotencia. Anento es aún una villa aragonesa gracias a sus fieles soldados.


Poco supo el sabor de la sangre a la multitud congregada, por lo cual continuáronse los combates con exhibiciones individuales que fueron muy aplaudidas por todos. E como ya la noche íbase cerrando e la hora de la cena se nos echaba encima, dirigímonos todos finalmente al lugar provisto por el concejo de la villa para degustalla, teniendo los mesnaderos que esperar un buen rato para ello por ser preciso presentar credenciales a los alguaciles antes de ser servidos los platos. Disfrutamos assí los congregados de un esquisito melón con jamón, unas costillicas de cerdo adobadas que estaban para tratar a Jesucristo de tú a tú (comida bien cristiana, vive Dios) e un extranyo postre dulce de higos con chocolate blanco (a lo que me paresció) que también fue largamente disfrutado por la hambrienta hueste, regado todo ello con buen vino e agua para quienes tenemos reticencias en catallo. Mi hermana, cuñado e sobrinos -jovencísimos infantes que se portaron inmejorablemente e disfrutaron sobremanera del evento las horas que en él passaron- cenaron con nosotros por haber sido invitados por su tío e muchas fueron las felicitaciones por tan excelente yantar, que nos entonó tanto o mejor que donna Ana de Luesia a su dulzaina.


Acabada la cena mi familia regresó a sus tiierras en Çaragoça e los mesnaderos regresamos a la campa por alargar la sobremesa con una fumata general de sisha moruna (tal como la que yo mesmo fumo agora mientras escribo estos pergaminos), rescibiendo entonces la siempre grata e non pocas veces polémica visita de don Alfredo de Dracontis et don Héctor Coeurnoire, miembros de los Monteros del Rey que en Daroca campaban e que habían venido por saludarnos et entregarnos el Santo Grial que en sus manos estaba para poder ocultallo de nuevo en Peracense dentro de pocos días. E fíxen vuesas mercedes atención en que digo polémica porque tras los saludos, los parabienes a don Alfredo por su reciente recuperación de fatigosa e alarmante enfermedad et las chanzas que toda reunión de soldados conlleva, comenzóse un debate acerca del asociacionismo, las federaciones e non sé qué contubernios más que acabó por cansar a los mesnaderos de modo que tras unas horas de intenso e apasionado debate cerróse el mismo et dispusímonos a regresar a nuestras yacijas, que los cuerpos clamaban por sus derechos y esa nocte tenía yo necesidad de dormir más horas que la precedente.

De modo que cerraremos deste modo la segunda e agotadora jornada a la espera de que cante el gallo de nuevo saludando a la tercera e postrera dellas.

TERCERA JORNADA


Terrible sorpresa esperaba al escribano cuando abrió los ojos la mañana de San Joaquín e Santa Ana (que ya la noche anterior habíamos felicitado todos a donna Ana de Luesia por su onomástica) pues descubrió que de los muchos gritos e palabras del anterior día su voz habíale abandonado dejando en su lugar un estertor ronco como de corneja, e pensando en lo mucho que aún le quedaba por dezir preocupóse sobremanera el escribano, mas sin demasiada razón, puesto que apenas unos minutos después del desayuno (que esta vez sí fue degustado a su hora et con los sus companneros) la su voz paresció regresar a su garganta et pudo de nuevo articular palabras inteligibles. Y he de apuntaros que si aquesto non hubiera ocurrido assí, en verdad hubiese sido grave quebranto para mí, que tan poco gusto del fablar, del cantar e del reír, como bien saben mis lectores...


Repuesto del susto et con la voz más o menos en condidiones, regresamos de nuevo a la campa que ya conoscemos et ganduleamos un tiempo puesto que nuestra siguiente actividad aún habría de tardar unas horas. Horas que, ya podrán imaginar vuesas senyorías, gastamos en fumar nuevas pipas de agua (¡menguado sea el escribano, con la voz recién recuperada, que non tardó en echarle más leña al fuego que la consumía!) et charlar a modo mientras donna Ana de Luesia desgranaba las notas de un bello son popular con su dulzaina e los mesnaderos aplaudían a rabiar la ejecución de la bella dama.


Mas... ¡Oh desmemoriado cronista, qué poco favor tienen tus servizios si olvidas al más importante de los Fideles Regi! Porque habéis de saber que con nosotros se hallaba desde el primer día el bueno de Draco, el fidelísimo can de los señores de Urrea-Luesia, que se portó tan bien como suele aún cuando los infantes anentinos non dexaban de provocalle con palos que le lanzaban e aún golpeándole con ellos en la cabeza, con magra fuerça mas con evidente molestia, lo cual encendía el ánimo del señor de Urrea hasta el punto de proponer por lo quedo coger a los infanticos e colgallos de un árbol por los pies o dalles en la sesera con una buena maza de las que sobre la mesa de don Lázaro de Leyva se hallaban, fíjense vuesas senyorías en la gravedad del asunto. Considérese además que en el pabellón de ACHA descansaban dos perrillos muy alborotadores (mas tampoco demasiado molestos, que todos tenemos derecho a vivir la vida a nuestra manera) llamados "Rufo" e "Gordo", sus duenyos sabrán por qué, ya que apenas levantaban un palmo de suelo ambos dos, e con todo ello el pobre Draco andaba como quien dice nervioso como soldado en lupanar e perdido en sus perrunas entendederas. Y si item mas consideramos assí mesmo que durante los tres días de permanencia en Anento el concejo de la Villa non dexó de amenizar nuestra estancia con repetitivas canciones tocadas por los mismos juglares, imaginen mis lectores el son que en determinados momentos reinaba en el parque arbolado del campamento...


Hecho este paréntesis en mi relato, sigamos contando que a poco de todo aquesto regresamos todos a la plaça de la villa para dirigirnos a escuxar la misa en la iglesia, de modo que ante la portada de la misma depositaron los soldados sus armas por estar prohibida la entrada dellas en la Casa de Dios. Es la iglesia de la villa de Anento un muy notable edificio de buena factura que cuenta con un admirable retablo obra de Blasco de Grañén ante el cual los mesnaderos desplegaron grandes elogios. También cuenta el templo con varias capillas, en una de los cuales permaneció arrodillado don Lope Ferrench de Luna (cuyo blasón puede verse esculpido en los muros del interior del edificio) custodiado por dos caballeros antes de ser investido con la Orden de la Caballería tras la Santa Misa, que fue corta e cantada, lo cual es de muy agradecer al pater oficiante lo primero y algo menos lo segundo, ya que las ancianas damas que entonaron los cánticos non eran precisamente profesionales dellos e a veces daba un poco de grima escuchallas.


Al pronunciar el "Ite, missa est", salimos todos al atrio lateral do procedimos a recibir e investir al aspirante don Lope Ferrench de Luna con sus armas, tomalle juramento et recibirle con grande plazer en el estrecho círculo de los caballeros Ricoshombres de Natura, de lo cual nos encargamos un servidor de vuesas senyorías, como narrador, et don Ruy Ximén de Urrea como noble oficiante junto al resto de Fideles Regi como sirvientes del nuevo Caballero. Hecho lo cual ante una multitud agradecida e asombrada del acto, procedimos a nombrar también caballeros a los que quisieren facello, entre los cuales figuraron varios anentinos et la dama llamada Lorie, la acompañante de donna Raquel Esteban, sí, la de la extranya parla que había tenido ocassión de practicar con ella anteriormente, encontrándola realmente difícil de pronunciar. Todos los caballeros fueron saludados con la célebre grita "¡San Jorge, Aragón, Aragón, Aragón!" excepto el Concejal Mayor de la Villa (ante el que gritamos "¡Anento, Anento, Anento!!) et aquesta dama que digo, a la cual los fideles del rey homenajeamos con la grita "¡San Jorge, Guasintón, Guasintón, Guasintón!" en honor a su tierra, esté donde esté, lo cual arrancó sonrisas a más de uno de los asistentes.


Tras el nombramiento, tuvo vuestro cronista nueva occasión de lucirse ante el respetable ofreciendo una pequeña charla sobre la guerra que aqueja a nuestros reinos e sobre las consecuencias della para la villa de Anento, charla que fue mui bien acogida por los magros asistentes (se ve que la mayoría non apetecían de más palabras) et muy felicitado el escribano por ella, de modo que a poco pudimos contemplar en pequeña compañía el magnífico retablo de Anento e incluso caminar por detrás del los que quiesieron facello, pues cuenta la obra de arte con una portezuela que permite investigar sus entretelas a plazer, de lo cual disfrutaron don Atho de Foçes, donna Rocío Bruna et donna Ana de Luesia mientras el cronista rescibía interesante información del retablo de labios de donna Fina de Anento, una anciana dama que se encargaba de mostrar al público visitante las bellezas de su villa.


Et nos acercamos ya al final destas jornadas. Llegada la hora del yantar, disfrutaron de nuevo quienes lo hiciesen de la sempiterna ensalada et el plato de carne guisada con tropeçones (e digo quienes lo hiciesen porque non es tal vianda santo de mi devotio, como saben quienes me siguen), alargamos la sobremesa en la manera que solemos e, a eso de la hora de vísperas, començamos a desmontar lo montado, cargallo en nuestros jumentos e, poco a poco, regresando a nuestros hogares, dexando tras nosotros una gratísima convivencia, una maravillosa acogida e disfrute por parte de nuestros anfitriones anentinos e unas aprovexadísimas jornadas medievales... e llevándome conmigo una legión de picotaços de malos bichos que me dexaron la pierna izquierda como ferida por mangual castellano, muy mal quebrantada de rojeces e avones y de la cual en este momento aún no me he recuperado como debiera, temiendo por mi presencia en Peracense de aquí a poco y esperando de Dios et de los físicos el milagro de una pronta recuperación.


E assí como fue lo he contado todo sin faltar a la verdad, como lo haré en lo sucesivo tenga la pierna o no en las condidiones idóneas, que los cálamos non se cogen con los pies.


En el castillo de Zufaria Antica, a primero del mes de Augusto deste anyo de 1357.


Enrique de Çaragoça

SE NOS CASAN

Es un gratísimo placer para la hueste Fidelis Regi el anunciar el próximo enlace matrimonial de dos de sus últimos y más entrañables miembros: Carlos de la Rosa (a.k.a. "Miles Nigra" o "Atho de Foces") y Rocío Pedrajas (a.k.a. "Rocío Bruna").





Quiero desde este blog oficial de Fidelis desearles mis más sinceros parabienes y darles mi más cariñosa felicitación por medio de La Ronda de Boltaña:

LAS BODAS DE CHISTÉN
(La Ronda de Boltaña)

Blanca es la nieve que tiñe
tu dulce cara con su palidez.
Roja la sangre que cuando me ves
hace que te ruborices.

Posadas sobre mi pecho
como palomas tus manos sentí.
Yo las quisiera guardar y cubrir
eternamente de besos.

Si tu me quieres, morena,
cruzaremos el Cinqueta.
No tengas miedo del río
que yo te llevo, amor mío.

Si tu madre no me quiere,
si tus hermanos te apartan de mí,
pronto en tu casa van a descubrir
que separarnos no pueden.

Montaremos en mi mula
y escaparemos al monte los dos.
Florecerá en una borda el amor,
creciente como la Luna.

Comeremos frutos tiernos
y el vino de nuestros besos.
En nuestro lecho habrá flores
y en tus ojos ilusiones.

Yo orgulloso y tu callada
regresaremos al pueblo por fin.
Cura, suegra, hermanos y el alguacil
boda tendrán preparada.

¡Que empiece a tocar la ronda,
y que sirvan la comida también!,
sera por siempre nombrado en Chistén
el dia de nuestras bodas.

Tu me quitarás la faja
y yo a ti las medias blancas.
Oiremos tocar la gaita
debajo de la ventana.

Y el año que ha de venir...
traerá un ninon para tí.

Un fuerte abrazo a los futuros esposos...

CRONICA DE CASPE - 2009

CRÓNICA DONOSA DE LA CELEBRATIO DEL COMPROMISO DE CASPE, DE LA SEMPITERNA VISITA QUE HELIOS FIZO EN TAN INELUDIBLE ENCUENTRO, DE LAS MUCHAS MESNADAS AMIGAS QUE A ÉL CONCURRIERON ET DEL GRATO DESCUBRIMIENTO DE LA LAMPARILLA QUE EL NARRADOR FIZO PARA SU PLAZER.


Contada, como es costumbre de luengos años, por el Cronista Maior de la mesnada real, que a tales fiestas concurrió et al que muchos sudores banyaron a pesar del gratísimo encuentro con cavalleros et donas que en ellas tuvo.


PRIMERA JORNADA


In Nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti, amen.

Pues, senyores, he aquí que el mes de Juno, esposa de Júpiter, tocaba ya a su fin y como suele suceder para aquestas fechas estaba la mesnada Fidelis Regi convocada por nuestros buenos companneros de la Orden de Caballeros Sanjuanistas de Caspe a la celebratio de los fastos del Compromiso que los notables aragoneses, valencianos e catalanes habían sellado por dar nuevo rey a la Corona de Aragón, muerto don Martín el Humano sin descendencia et bañados en sangre sus reinos por las luchas de banderías que los muchos pretendientes a la mesma propiciaban sin que ninguno dellos cediera en sus pretensiones.

Tres eran, con ésta, las vezes que el Cronista de la hueste Fidelis había respondido al llamamiento de los caspolinos, et como gato escaldado que del agua fría huye, decidió el escribano dexar en sus feudos zufarienses todo aquel pertrecho que contribuyese a aumentar la calor que por espacio de luengas jornadas azota las calles de la villa para aquestas fechas, de modo e manera que camisón, cintos, veste, espada y escudo viniéronse conmigo en mi corcel albo et quedáronse en mis arcones gambesones, sayas, mazas, dagas e quebrantos que non hubiessen servido más que de agobios en una celebración en la que por encima del festejo, las bebidas espiritosas, los cánticos de taberna (que non faltaron, vive Dios), la algarabía et las risotadas de los mesnaderos reunidos en franca camaradería, es el sol et las calores del estío recién estrenado quienes protagonizan el evento et quienes aplastan contra el suelo los bríos guerreros.

Tras este necesario preámbulo, que vuesas señorías han de conoscer por no ser repetitivo en lo que a calores se refiere, digamos ya que partíme de mis feudos de Zufaria poco antes de la hora nona del día de San Pelayo mártir, 26 de junio deste año de 1412, recorriendo en apenas una hora e cuarto las ochenta leguas que separan Zufaria de Caspe, con un sol de justicia que todo lo abrasaba, et llegando a la fonda de la villa caspolina do cambié mis ropas del siglo por otras más apropiadas, tomé un refrigerio en la dita fonda (pues había salido de mis posesiones sin apenas probar bocado) e tras ello me encontré con el caballero don Lope Ferrench de Luna, el qual reposaba en Caspe desde tiempo atrás por haber estado su dueña donna Noelia trabaxando en su casar durante este último año.

Tras los saludos et parabienes de rigor, dexamos mis pertrechos bien aderezados en el pabellón do íbamos a pernoctar en lo sucesivo (y que era bien enorme et calurosa nave donde íbanse a juntar unas buenas decenas de mesnaderos, e con ello dejo dicho todo) e marchamos a pie al encuentro de nuestros anfitriones sanjuanistas que remojaban el gaznate en una fonda próxima al lugar que llaman El Plano, do trobamos a los señores de la Compañía Arcoflis, de modo que saludé e abracé muy contento a don Ioan de Ancheta, al entrañable et gran amigo don Jaume de Montull et dí el ósculo de bienhalladas a su encantadora esposa donna Elisa de Montserrat et a las bellas senyoras donna Beatrix (que en la parla catalana es dicha "Beatriu" et a la qual en su propia costumbre llaman "Triu", lo qual traería ocassión de grandes chanzas, como se verá) donna Sabina et donna Melania, recién ingresadas en la hueste de arquers catalans de la Flor de Lys, muy bellas damas todas ellas, acompañándoles en el trasiego de las muchas cervisias et otras bebidas hidratantes (et no tanto) que en lo sucesivo íbamos a vernos obligados a degustar.

Tal fue el caso que, estando vuestro orondo escribano poco acostumbrado al alcohol e habiendo echado al su gaznate no menos de dos o tres desas cervisias que digo, salímonos a la calle et dióle al cronista la extranna sensación de que las casas caspolinas se movían por cuenta propia, sin caer en la cuenta de que non eran los edificios quienes tal exercicio hacían sino los sus propios pies, que non hallaban el modo correcto de colocarse uno ante el otro por bien caminar debido a los vapores cerveciles et la mucha calor que los clavaban al suelo et que, a pesar dello, non erat tan recia como en otros anyos anteriores, pues soplaba una brisa beatífica que contribuía a fazer el aire un poco respirable al menos.

Como era pronta todavía la hora de andar por esas calles sin el acomodo de la temperatura, volvímonos a la fonda del comienzo deste relato et continuamos con el trasiego de nuevas bebidas hasta que, poco a poco, fueron concurriendo allá el resto de mesnaderos, que fueron don Sancho de Antillón et la su prometida donna Luisa Magistra, don Atho de Foces et la simpar donna Roçío Bruna, a todos los cuales saludamos con la efusión del encuentro et también del alcohol, et otros amigos que allá nos iríamos juntando entre el viernes et el sábado a la mañana, como los Arquers del Rei En Jaume don Jaume Escudé, el gigantón don Roger de Flor et su fiel Marqués (que echaría de menos sus trifulcas con el bueno de Draco pero que se comportó tan noblemente como suele cuando non ha ocassión de batallar al modo perruno), las huestes calatravas de Joaquín de Alqannis, la Milicia Concejil de Rioiia con el sennor don Ignacio et su esposa e fijo (non el del cuerno del año anterior, a Dios sean dadas las Gracias, y al que vuesas señorías recordarán con agrado, sinon otro más talludico que tiene, et gustoso de la Historia e sus anécdotas), los senyores de la Hueste Medina Yarca, los arqueros caspolinos de Armeca (entre los cuales figura un digno caballero de hechuras similares a un cierto personaje que me fizo dar un respingo la prima vez que vislumbré su rostro, et non digo más) et la Companyía del Norte de don Rodrigo de Petralta, todos los quales formaban un muy lucido grupo de no menos de una setentena de bravos soldados dispuestos a disfrutar de las fiestas del Compromiso, por las quales estábamos convocados en Caspe.

Et una vez fecho el recuento de las huestes, digamos que de allá a unas pocas horas, pasada la de vísperas et con el sol ya permitiendo cierto respiro, trasladámonos los fideles del Rey al encuentro de la muy noble señora donna Rachel Esteban, la qual dirigía un taller de danzas medievales en el lugar que llaman La Fireta et en el que participaron don Sancho de Antillón et donna Luisa Magistra, que non pierden occasión de mostrar sus dotes cortesanas, faziendo tales quiebros galantes et donosos movimientos que ganáronse la muy merecida ovación de la concurrencia allá reunida. Saludamos con grande efusión a donna Rachel, a la cual non veíamos desde lo de Las Bodas en febrero, et dímosle el pésame por el fallecimiento de su padre pocas jornadas atrás, lo cual nos agradeció de corazón como todo cuanto tan notable señora suele fazer. Et acabadas las danzas continuamos nuestro periplo caspolino por unos minutos hasta que la noche cubrió el cielo de estrellas e regresamos a la fonda que al principio dezía por cenar algo antes de hundirnos en el bullizio de la fiesta.

Allá en la fonda, que fue muy visitada et que nos acogió durante luengas horas por contar con un invento divino que en nuestros días llaman "aire acondicionado" et que refresca el ambiente cual si estuviésemos en Teruel en febrero antes que en Caspe en junio, pedimos al mesonero unos trozos de pan con diversas viendas entrellos, refección de la cual don Jaume Montull et don Atho de Foces repitieron comba, a más de las papas bravas (servidas con cierto retraso por unos fonderos agobiados por el mucho trabajo que esa noche tuvieron) que también engullimos con grande plazer, de lo cual se deduce que la muita caminata habíanos despertado un apetito de dragón.

Estando en tales trabajos llegaron, al fin, pasada una hora de completas, los señores don Ruy de Urrea, donna Ana de Luesia et sus hermana e cuñado donna Maria del Mar de Luesia et don José María, que allá fueron efusivamente saludados et que protagonizaron una de las muchas chanzas que en lo sucesivo íbanse a sucederse, pues marchados los señores a aderezar sus pertrechos en el pabellón, et esperándoles la manduca en la mesa en el entretanto, llegado el momento de la Dolorosa dexamos la cuenta de lo mucho trasegado al lado del sorprendido don Ruy, cantándole todos el "Cumpleaños Feliz" (aunque el señor de Urrea non lo celebra hasta diciembre) et cominándole a que pagase de su bolsillo el montante de lo consumido, a lo qual respondió el noble caballero con las amables palabras "¡mira que sois cabrones!", abriéndose deste modo la veda de las bromas, los chascarrillos, las risotadas et las chanzas que en lo sucesivo se celebrarían entre los mesnaderos juntados en Caspe.

Mas la nocte non había hecho más que empezar, de modo que ya bien alimentados regresamos de nuevo a las calles de Caspe a participar de la fiesta, subiéndonos hasta La Fireta et haciéndonos por el camino con buenos litros de cerveza et calimotxo que fueron muy linda et rápidamente consumidos pero que también fueron ocasión de chanza, pues teniéndolos en sus manos donna Triu, donna Elisa de Montserrat et donna Roçío Bruna, antes parescían las pobres senyoras fonderas de taberna germana que donosas damas de hueste real, pues nadie era tan galante de cargar con los vasos de cerveza en las sus manos por no estorbarnos al caminar por Caspe. A ello se añadió una muy chusca batalla de fotografías librada entre don Ruy de Urrea et donna Luisa Magistra, los quales rivalizaban en fazer la foto más sorprendente et inesperada, disparando esos inventos del diablo infinidad de veces, de frente, de espalda, de costado et por sorpresa, de tal modo que se almacenaron en las dichas máquinas imágenes de tal cariz que poco faltará para encanarse de risa a todos quantos tengan occasión de vellas.

Fecho lo cual encaminámonos pin pianito de nuevo hacia los pabellones de descanso, do aderezamos a la fresca una mensa en las gradas que al cabo del mismo había et desplegamos en ella un aunténtico pandemonium de vasos, bebidas et sishas, probando por vez primera vuestro escribano el espiritoso que allá en Casp llaman "lamparlla" y que non est otra cosa que ginebra mezclada con zumo de naranja et de granadina, todo ello muy fredo (congelado como nieve en el Monte Perdido, a dezir verdad) et muy agradable et muy peligroso, pues entra en el cuerpo con los calores muy lindamente mas suelta las lenguas, afloja las piernas et sale del cuerpo con mayor dificultad et dexando un dolor de cabeza más que fermoso.



Casi veinte litros deste brebaje (siete de don Sancho de Antillón et doce y medio de don Ruy de Urrea) estaban preparados para atravesar las gargantas de los mesnaderos en esa et en sucesivas ocassiones, lo que fizieron a plazer, a más de una exquisita limonada de hierbabuena aportada por don Atho de Foces et dona Roçío Bruna, todo lo cual fue dispuesto sobre la mesa et allá, entre el humo de las cachimbas et las risas de los soldados, que eran una buena treintena entre arqueros et caballeros, comenzáronse las chanzas et racontamientos varios, como la estupenda aventura de don Jaume Escudé, que faziendo honor a su apellido contó como en Al-qannis, cuando lo de las Calatravas, habiendo ganado la altura a sus enemigos en la algarada lanzó su escudo redondo sobre las cabezas destos a la espera tal vez de que volviese el mismo a su braço, ganándose con ello el sobrenombre de "Capitán América", sea este caballero quien fuere. O las muchas bromas que rescibió con admirable paciencia donna Triu de Arcoflis, quien a causa de su peculiar nombre tuvo que escuxar referencias al juego del mus ("triu" de reyes), a la climatología (el calor del "estriu"), a las costumbres sexuales (a ver si esta noche hacemos un "triu") o a cualquier otra expresión relacionada con el número tres, que la donna imagino que odiará desde esa noche en adelante. O también, por último, la defensa de la Honor de la fija de don Sancho de Antillón, la qual es sabido que anduvo en amoríos con don Jaime I et que incluso dióle un bastardo, ganándose por ello el apelativo que a las gallinas suele inmerecidamente aplicárseles.

Et assí, entre bromas e risas, fue ganando el cansancio a la algarabía e poco a poco fueronse retirando a su reposo los companneros de mesnada, de modo que al final quedamos en la brecha solos don Ruy de Urrea, don Roger de Flor, don Juame de Montull et unos poco más, incluido yo mesmo, pero aún non tocó a su fin la noche pues fue don Ruy quien tuvo la idea de proponer una recena al caballero Roger, quien fue a su montura et regresó a las gradas con una saca de chorizos, embutidos, longanizas et otras viandas varias de las que dimos buena cuenta cortándolas con un cuchillo apenas afilado et echando de menos (como el último aragonés vivo) "¡un poco de pan, rediós!", et quienes me lean comprenderán a qué me refiero.

Clareaba casi el alba quando al fin los últimos valientes recogimos los restos del festín et nos retiramos al pabellón, do dormimos sobre colchones rellenos de ayre aguantando el calor et el concierto de ronquidos que setenta mesnaderos et sus donas suelen desplegar cuando en tales lugares se juntan.

Et como va siendo larga esta primera jornada, dexaremos dormir a los Fideles et sus amigos hasta la mañana siguiente..

SEGUNDA JORNADA

Alçose el sol en el cielo a las pocas horas de haber conciliado el sueño sobre una yacija que tembloteaba por todos los sus lados cuando el escribano despertó, et como el lugar non me invitaba al remoloneo ni a la duermevela, dexóse caer al suelo el cronista, cogió sus enseres de baño et dirigió sus pasos hacia las duchas, do tomó una muy gratificante en compañía de don Atho de Foces et un otro caballero a quien las legañas y los vapores de la resaca impidiéronme identificar. Et non me pregunten sus senyorías por comparaciones en cuanto a atributos masculinos se refiere, pues non fue tiempo nin lugar para fazerlas et aqueste pergamino tampoco es el foro yosoylila para despertar insanas admiraciones. Fechas las abluciones matutinas, descansados los cuerpos et despejadas en parte las mientes, dejé en sus yacijas a la hueste Fidelis Regi et salíme fuera del abrasador infierno del pabellón caspolino por desayunarme en la cercana taberna del aire acondicionado de los mis amores, do encontré a los arqueros de Jaume Escudé a los que acompañé con gran deleite, esperando -¡iluso de mí!- que non tardarían don Atho, don Ruy de Urrea et los demás Fideles en fazer lo propio, desconociendo el fabuloso idilio que todos ellos tienen con las sábanas et las almohadas, haga el calor que fiziere.

Fue assi como, tras esperar una media hora larga y faltando otra media para sexta, salíme de la fonda et fui muy despacio hacia el mercado del Plano, do esperaba encontrar más enseres que comprar que dineros para fazello, pues han de saber vuesas señorías que estando a fin de mes et sin haberme pagado los retrasos que la Hacienda Real me debe, andaba el escribano a dos velas en lo que a poder pecuniario se refiere, de modo que a non ser por las muchas invitaciones de los amigos (que a Dios gracias non me fallan) et los pocos caprichos que me concedí en aquestos días, poco habría faltado para hallarme sin un maravedí o un morabetino en las faltriqueras. Mas para descanso dellas, hallé que el mercado apenas era ocupado por medio centenar de puestos de comidas, abalorios et otras artesanías de bella factura pero de poco provecho para un escribano de ración como quien estas líneas escribe, de modo que poco despertaron mi codicia las mercaderías expuestas, fuera de un trozo de torta que merqué en un puesto al uso y que degusté sentado a la sombra en una fonda próxima al dicto Plano caspolino.

Algo corrido por la mucha tardanza, púseme en contacto con el señor de Urrea por saber cuánto tiempo iba a tardar en arrivar al mercado et díxome que aún estaban desayunándose, de modo que trabé conversación con unos almugávares que por una fonda próxima se hallaban et los encontré muy amistosos et de muy buen trato, tras lo cual ví ya al otro lado de la calle a mis companneros de mesnada et juntéme con ellos muy contento, e visitamos juntos el mercado -siendo ellos de la misma opinión que la mía en lo que a enseres guerreros ofrecidos toca- et don Ruy de Urrea mercóse un cuerno de caza et probamos los dos de hacerlo sonar, siendo más mis mañas para lograrlo que las suyas, pues el bueno de don Ruy soplaba de tal modo que antes sonaba el cuerno a becerro resfriado que a recio mugido de llamada al combate como debería. Non le faltarán, sin embargo, ocasiones al señor de Urrea para aprender a atronar las calles con el sonido de la cuerna, para disgusto de las buenas gentes del señorío de La Muela, según imagino, que además de curar de los desmanes del Concejo della, que andan estos días en dimes y diretes, tendrán que sufrir -me temo- los ensayos de su señor con el cuerno del demonio.

Pasado nuestro periplo mercaderil, acudimos los mesnaderos de las diferentes huestes a la refección, que íbase a servir en unos pabellones próximos al del pernocte, para lo cual nos habían provisto los ministriles caspolinos de unas tarjetas que habían de presentarse antes de serles servida la comida, que constaba de unas espinacas con uvas pasas et judías, un plato complido de carne guisada con un trozo grande de hogaza bañada en su salsa et, como postre, un trozo de melón o una manzana et unos lamines de torta de crema et bizcochos regado todo ello con cerveza et agua fresca en jarras. Mas fue el caso que haciendo dentro del dicho pabellón, tan enorme como el otro, una calor de mil demonios, a punto estuvo de sufrir el señor don Sancho de Antillón un desmayo por causa della, de tal modo que tuvo el caballero que remojar toda su cabezota para aguantar en pie sin desmayarse. Et teniendo don Sancho una cabeza de tal calibre, mucho me temí habernos dejado sin agua con la que ducharnos a la noche siguiente.

Ya he dicho en muchas ocasiones a vuestras señorías que nuestra principal cuita en estas jornadas fue el mucho bochorno que en ellas suele hacer, por lo que temo mostrarme repetitivo, mas esa reiteración hará a vuesas señorías caer en la cuenta de los muchos trabajos et grandes sudores por los que passamos, a pesar de lo grato dellas et de los buenos momentos vividos en la ciudad del Compromiso. Assí entenderán mis lectores que a poco de acabar la comida volamos más que corrimos a la mil veces sea beatifica fonda de nuestros amores, donde nos dexamos caer con deleite et donde degustamos unos granizados de diversa índole, fumamos nuestras inseparables sishas et los caballeros Sancho de Antillón, Ignacio de Rioiia, Atho de Foçes et José María de Urrea juntaron partida de mus como quien dice riojanos contra aragoneses, jugando dos partidas a cuatro e a ocho reyes (sea esto lo que fuere), ganando cada una de ellas una de las parejas enfrentadas, de modo que quedaron todos los cuatro muy contentos et muy relajados por haber tenido oportunidad de practicar tal juego, que a tenor de la felicidad de sus rostros ha de ser como rescibir masajes de daifa en un prostíbulo, especialmente don Atho, que dixo haber tenido por primera vez en su vida una "treinta y una real" que, por seguir el símil, debe ser como fellatio de puta bizantina...

Luengas horas passaron los mesnaderos en los jardines de la fonda durante la canícula de la tarde, e a eso de media hora después de vísperas adereçamos nuestros pasos hacia el lugar que llaman El Muro donde celebrábase un concurso de arquería entre cuyos organizadores parecióme ver al anteriormente dicho personaje, camarero de oficio, a quien mal rayo parta pero que resultó para mi tranquilidad ser un miembro de Armecas encargado del buen funcionamiento del concurso. Mucho más grato para este vuestro escribano fue el encuentro con donna Raquel Esteban a las puertas del Muro, a la que acompañaba un caballero caspolino con una cámara sobre sus hombros, ante la cual donna Raquel pidióme que entonara el ya mítico "Se Canto" occitano para ser grabado y emitido por las ondas. Como comprenderán mis lectores, mi natural vanidad se unió a la caballerosidad de complacer a la bella dama et non dudé en hacello, quedando grabado para la posteridad et quedando ellos muy contentos e agradecidos e yo más, prometiéndome el buen caballero enviarme a mis feudos zufarienses una copia de la grabación para disfrute de los Fideles Regi.

Discurrió el concurso como suelen estos certámenes, ganándolo un muchachico de apenas catorce años que disparaba las flechas al blanco móvil como Robin de Locksley a los hombres del sheriff de Nottingham en Sherwood, por lo cual fue muy felicitado e rescibió merescido premio y ovación de todos los presentes, incluidos dos mercenarios (non recuerdo si calatravos o de la Compañía del Norte) que portaban palos de fuego et que fizieron estallar en más ocasiones de las que hubiera deseado, dexándome los oídos como uvas pasas et llevándose por lo bajini muy lucidas invitaciones por mi parte para irse ambos a buscar el Santo Grial en un pozo de heces de cerdo...

Tras ello, como ya habíamos fecho en numerosas ocasiones, que ya había perdido la cuenta dellas, regresamos a los pabellones por tomar la cena, antes de la qual donna Raquel Esteban et sus acompañantes nos deleitaron a todos con unos muy donosos bailes que arrancaron grandes aplausos a la concurrencia, sobre todo el último dellos, que se llamaba algo así como "los siete saltos" et que acababa precisamente dese modo. Tras lo cual pasamos al interior del infernal pabellón a degustar la cena, que fue muy similar a la comida, trocando las espinacas por una ensalada muy sabrosa mas manteniendo la carne (aquesta vez adereçada con setas), el postre y la calor, que tuvo don Sancho que dexarnos sin agua por segunda vez al tener que remojar los mil pies cuadrados de su cabezota para non caer deshidratado en medio del pabellón.

CONTINUATIO

Dexábamos a los mesnaderos acabando de cenar en el anterior pergamino et non podrán vuesas senyorías imaginar dónde fueron al acabar la pitanza... En efeto, como si tuviesen alas nuestros pies nos dirigieron a la cercana fonda del Buen Aire, donde non tardaron de nuevo en correr la cerveza, los granizados de café et los cafés con hielo a la espera de regresar a los pabellones et cargar los fierros para el desfile de la noche, antes de lo cual hubo recia discusión entre lo Fideles Regi por determinar si íbanse a poner almófares, cotas, gambesones et yelmos o si simplemente la veste de Fidelis Regi y la espada al cinto eran suficientes señas de buen caballero defensor de los Compromisarios de Caspe.

En ello estaban don Ruy, don Lope Ferrench de Luna, don Atho de Foçés et don Sancho de Antillón cuando apareció por la puerta de los pabellones don Aznar Pardo con veste, cinto, almófar e yelmo, ganándose la reprimenda de don Ruy, el qual había sugerido vestir solo la sobreveste et la crespina como señales de caballero. Lo que non sabe nadie es que apenas unos minutos antes don Aznar estaba decidido a non acudir al desfile, pues una mala quemadura angustiaba su entrepierna (por la mucha calor et las muchas gorduras del su cuerpo) et facíale ver mil diablos cada vez que un paso daba a pesar de los ungüentos que donna Elisa de Montserrat habíale prestado para calmar el su dolor. Asqueado, confuso e dolorido, arrojó el cronista sus armas sobre el suelo et, apesadumbrado, iba a anunciar su decisión a los mesnaderos cuando por su mente pasó la idea de que un Fidelis Regi jamás, nunca deja de acudir a la llamada de la hueste, por lo cual haciendo de tripas coraçón, preparando un burdo remedio para sus males et vistiendo de nuevo almófar et crespina, salió don Aznar a la puerta nuevamente revestido de sus armas e mandando al diablo los dolores encaminose hacia la colegiata, do a punto estaban ya los notables don Pedro Sagarriga, don Bernardo Gualbes, don Guillem de Vallseca, don Françesc de Aranda, el obispo de Huesca don Domingo Ram, don Berenguer de Bardaxí, don Pedro Beltrán, fray Bonifacio Ferrer et su hermano el dominico Vicente Ferrer de anunciar al mundo la elección de don Fernando de Trastámara como rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca y de Sicilia, conde de Barcelona y señor de Montpellier.

Formamos los mesnaderos como solemos, tras los ministriles que tocaban su eterna murga, saliendo por la puerta de la colegiata con grande pompa e aplauso, andando por las calles de Caspe bajo la mirada de los caspolinos et dirigímonos hacia la plaza del Concejo, donde con grandes voces se presentaba a las tropas concurrentes al público. Portaba don Aznar Pardo orgullosamente el estandarte de Fidelis Regi et tras él formaban don Sancho de Antillón, don Ruy Ximén de Urrea, don Atho de Foçes, et don Lope Ferrench de Luna, que gritaron por tres veces "¡Aragón!" ante la proclama del Urrea "¡San Jorge y Aragón!" et continuamos nuestro deambular tras los Heráldicos de Caspe que a la postre habían sustituído parte de su murga por gritos de "EÓ, EÓ", lo que resultaba tan pesado o más, si cabe, que el sonido de sus tambores. Arreciaba la calor bajo el almófar et la crespina del señor Pardo, de modo que al detenernos definitivamente en El Muro podíase escurrirse la crespina acolchada e aún habría salido líquido suficiente para un trago si tan grande hubiera sido su necesidad...

Tras ello nos dirigimos a la posada de los hermanos Sanjuanistas do esperábamos degustar unos cuartillos de lamparilla mas fue imposible por no hallarse experto que conectase los barriles a la espita dellos, de modo que sugiriendo don Ioan de Ancheta regresar en su corcel al pabellón por dexar en él nuestros fierros, acompañámosle don Jaume de Montull et yo mesmo, de modo que, entretanto regresaban los mis companneros Fideles, me encargué de preparar la mensa junto a las gradas como la noche anterior por fumar nuevas cachimbas et terminarnos la lamparilla et la limonada de hierbabuena. Regresados todos et juntados en torno al lugar una buena treintena de mesnaderos, rescibimos la visita de los maceros del municipio (que aquí llaman por el nombre de "Policía Local"), los cuales amablemente nos cominaron a que dexásemos bien limpio et escoscado el lugar cuando terminásemos nuestras libaciones. Invitámosles a participar dellas mas, estando los buenos señores de ronda, les era imposible aceptar nuestro ofrecimiento, si bien nos lo agradecieron con buenas palabras.

Et nuevamente fueron allí las chanzas, los brindis, las bromas et las risas, si bien un tantico más apagadas que la noche anterior pues los muchos trabajos habidos et el calor sofocante -pues esta segunda noche el aire decidió detenerse en Escatrón sin llegar a soplar por Caspe- no invitaban a soltarse las lenguas, mas sí a acabar con la lamparilla et aún con los embutidos que don Roger de Flor volvió a sacar de las faltriqueras de su corcel, de modo que habiéndonos hecho con un cuchillo decente et con una barra de pan que acompañase las viandas, dimos buena cuenta dellas et también de lo que quedaba de bebida, pues non había de restar una sola gota de lamparilla en las botellas. Recuerda el escribano desta última noche una frase dicha por don Ioan de Ancheta al señor de Urrea, pues habiéndole ofrecido éste la posibilidad de ser un mesnadero de la Hueste Fidelis, respondióle don Ioan: "tú me prometiste tierras e castillos et luego nada me diste", lo cual quedó tan épico et tan lucido que don Ruy fue incapaz de replicar al arquero catalán et las sus palabras fueron gravemente recordadas por el cronista para incluirlas en aquesta crónica según acabo de fazer...

Et assí pasóse la noche también hasta altas horas de la madrugada, en las cuales los pocos caballeros que hasta ese momento habíamos aguantado en pie recogimos los desperdicios, dexamos todo qual nos lo habíamos encontrado e aún mejor et nuevamente nos dispusimos a retirarnos a nuestras yacijas para pasar un resto de sueño si cabe más caluroso que el de la noche anterior.

TERCERA JORNADA

Molestaba en la cara ya el sol cuando a la mañana del último día dexó caer el escribano sus orondas carnes al suelo para dirigirse a las duchas con más duelos y quebrantos que la mañana precedente, pues tras los muchos desfiles et paseos por las calles de Caspe estaban sus güesos todos doloridos, sus ojos batidos por el mal dormir et su entendimiento nublado por un mal dolor de muelas que a la noche habíasele despertado en la boca sin ton ni son, de modo que enseguida decidí vestir mis ropas del siglo (ya que las del medievo estaban muy sudorosas et malolientes para volver a vestillas sin ofender las narices de la concurrencia), tomar un calmante para mis dientes et dirigirme a la fonda del Buen Aire donde a poco aparescieron mis compañeros de mesnada et degustamos un bien nutrido almuerço de cafés, dulces, bocadillos, papas bravas et otras morrudencias que, acompañados por la buena temperatura del local, nos tuvo atados a las sillas del mismo et decidimos non participar en el desfile de la mañana, cosa que sí ficieron donna María del Mar et don José María de Urrea, que mucho debían gustar de los calores.

He de decir que a esas horas habíase aclarado un asunto que a punto estuvo de fazer a don Atho de Foçés y su prometida donna Rocío marchar de Caspe de buena mañana, et fue el caso que habiendo quedado su minino Bécquer al cuidado de la madre de donna Rocío en el señorío de Villaba del Perejil, habíase escapado el muy tuno a rondar gatas por el pueblo et non paresció en toda la noche, de modo que don Atho et donna Rocío decidieron marchar a sus posesiones villalbinas por encontrallo. Mas a poco rescibió donna Rocío noticia de haberse hallado el gato de sus cuitas et, respirando tranquila, tuvo a bien la pareja acompañarnos con su siempre agradable presencia durante la mañana al menos hasta la hora de comer.

Mas, llegada la hora de la comida et non teniendo muitas ganas de degustar de nuevo la consabida carne guisada et la ensalada de turno, decidimos regresar de nuevo a la fonda de nuestros amores (cuyos fonderos en verdad hicieron el agosto en junio de tanta cerveza, agua fría et otra viandas como sirvieron en tres días) et tomar en ella unos helados, cafés, granizados et otros espiritosos, amén de tres o cuatro sishas de buen tabaco moruno hasta bien entrada la tarde, tiempo durante el cual hablamos los reunidos sobre músicas (ya que don Ioan de Ancheta desveló su condición de "Mod") et sobre mil otros temas en franca camaradería.

Poco queda ya por narrar, mis queridos lectores. Hacia la hora de vísperas, habiendo acabado nuestro periplo caspolino, recogieron los mesnaderos sus enseres, despedímonos todos con grande pesar hasta la próxima vez -que será en Anento, dentro de unas semanas-, cargamos nuestros corceles e jumentos con todo nuestro bagaje et regresamos cada cual a sus feudos dexando atrás el calor de Caspe, que lo había sido tanto en su sentido literal de bochorno como en el trato de sus gentes, a las que desde estas líneas agradescemos los mesnaderos sus muchas cuitas y preocupaciones por el bienestar de la hueste.

E assí como pasó ha sido contado por el Cronista Maior de la hueste Fidelis Regi, que va agora mismo a refrescar el gaznate en las cocinas del castillo zufariense, pues tanta calor narrada despiertan en su garganta de nuevo la sed et el agobio vividos.

En el castillo de Zufaria, a veynte e nueve días del mes de junio del anno de Gracia de 1412.


Enrique de Çaragoça