martes, 15 de septiembre de 2009

CRÓNICA DE MOYUELA 2009 (y II)

SECUNDA JORNADA

Apenas tres horas después de acostarse, hacia tercia, despertó el escribano sobre su cama con el cuello e cabeça doloridos de la mala postura mas con el cuerpo descansado, que non era el catre propicio para los dolores de la reúima, cosa que agradescí sobremanera. Salí del pabellón dexando a don Rodrigo de Liçana en en tercer sueño e subíme al camino real do se hallaba un fondaco en el que me desayuné, encontrando en él a unos lugareños que por allí se hallaban et que mucha sorpresa tomaron de encontrar allí a un amanuense vestido con sayas, si bien nada me dixeron et muy amablemente me cedieron lugar en la barra de servizio. Con el cuerpo más animoso tras un café caliente e unos lamines, descendí de nuevo a la campa do hallé a donna Elisa de Montserrate ya levantada et el su esposo don Jaume Montull dormido e con sus agresivas roncas que llegaban a despertar admiración e casi miedo en quien las oía. Fablamos un poco donna Elisa e yo mientras todos iban despaciosamente llegando a la campa con los ojos cargados de sueño, que se encargaron de disipar los dulzaineros de Gordobordón, que a poco començaron a tocar sus instrumentos rompiendo la paz del campamento e animándonos a començar la jornada, de modo que a la hora prevista -más o menos, questo de las horas es algo que los caballeros del rey llevamos algo irregularmente- estábamos todos dispuestos para acudir a misa mayor acompañando a los miembros del concejo de la Villa.

Partimos en donoso desfile, pues, hacia la iglesia do encontramos a la puerta a los munícipes moyelanos et entramos en ella dexando en solemne ceremonia nuestras espadas et estandartes apoyados en las jambas del portón del templo, entrando en él luego et disponiéndonos en derredor del altar mayor, incluyendo a donna Roçío Buna, cuya presencia en el lugar fue muy criticada por las comadres, non acostumbradas a veer a una donna en lugar propio de hombres, y menos tan bella. Mas ya saben vuesas senyorías que si algo non es la Mesnada Fidelis Regi es previsible, de tal modo que dexamos rabiar a quien rabiar decidió et nos centramos en la ceremonia de la Eucaristía, que he de dezir que fue un tantico tediosa e acompañada de un coro cuya calidad non era pareja a la de los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos, pero que se perdona por la buena voluntad et esfuerzo que en el canto pusieron, teniendo además los presentes la fortuna de escuxar cada cántico dos veces, pues el maestro de coro recordaba a los cantantes cada estrofa cantándola él primero et luego sus corifeos repitiéndola, lo que resultaba curiosa novedad en lo que a cánticos monacales toca. Arrodillámonos los soldados en la Consagración, dímonos la paz, rezamos el Pater Noster, comulgó don Rodrigo de Lizana (pues los demás teníamos demasiado sucia el alma como para rescibir a Cristo sin antes haber confesado) et finalmente pronunció el sacerdote el "Ite. missa est" para nuestro alivio, pues casi una hora había durado el sacrificio de la Eucaristía.Salimos a la plaza de la iglesia entre un arco de espadas formado por los soldados presentes y, enseguida, continuóse la celebratio del Juicio de Dios iniciada el día anterior y entre aplausos abandonaron los Fideles del Rey la plaza de la iglesia para dirigirse a la de la Fuente, do íbase a vestir al caballero según acostumbran, mas por el camino trovó el escribano a unas muchachas muy hermosas e jovencicas que, reconosciéndole de los cuentos de la noche anterior, pidiéronle al cuentacuentos la gracia de contar uno más dellos. Y como juventud, mujer, belleza e interés son la combinación exacta de la fórmula para que el amanuense dom Enrique de Çaragoça pìerda los papeles et se rinda a sus peticiones, allí mesmo, en la puerta de una casa de la villa et con tan donosa et agradable platea, desgranóles el cronista a las muchachas la insólita historia de la Campana de Huesca, protagonizada por el buen rey don Ramiro II de Aragón, la cual fue muy agradescida e aplaudida por las damiselas, quedando aquéstas encantadas del detalle et yo muy ufano e feliz de habellas contentado, siendo felicitado por el conde Armando de Villalba que conmigo venía y al que agradó también sobremanera el detalle que con las pequeñas moyuelanas había tenido motu proprio.

Abarrotada estaba la plaza de la Fuente mas para nuestra desgracia non por ver el vestir al caballero sino porque en ella se estaba repartiendo caldereta de liebre, vino e mosto recién pisado, pan con vino e azúcar et otros lamines que los moyuelanos disfrutaron a plazer, de tal manera que mucho nos costó congregar en torno a la tarima de la plaza la cantidad suficiente de público para contemplar la panoplia de un guerrero del siglo XIII, que fue vestida sobre la persona de don Fortún de Ayala, ayudado por don Rodrigo de Lizana et explicada por mí mesmo a un grupo de espectadores (et expectadoras, pues mostraba don Fortún el torso descubierto et me temo que fue aqueste mayor imán que el recio vozarrón del escribano) que tuvieron a bien escuxarnos. Por entonces también rescibimos la siempre grata visita de Maese Polo et la entrevista de las cámaras de "Aragón TV", que tomaron palabras de don Atho de Foces, don Gombaldo et donna Elena de Tramacet et don Rodrigo de Liçana explicando el Juicio de Dios que habíase desarrollado unos momentos antes, quedando muy satisfechos todos et prometiéndonos questas palabras e imáxenes sería vistas por todo el reino de Aragón mediante el mágico artilugio llamado "Televisión" una hora antes de completas.

Cansados e sudorosos regresamos a la campa do, habiéndose terminado ya nuestras actividades en Moyuela, començamos poco a poco el desmontaje de los pabellones con tanta fogosidad que, sin comello nin bebello, a poco ya estaba todo adereçado para cargarlo en la caravana que a la tarde regresaría a Moyuela por llevar todos los enseres a nuestro caravansar saraqustí, de modo que cambiamos casi todos nuestras ropas del siglo por otras más modernas et nos dirigimos a la corrala de la casona de donna Elena de Tramacet para degustar una sabrossísima comida de migas con ajo e patata acompanyadas por unos trocicos de choriço picante que estaban realmente sabrosos. Aprovexó el escribano, ya transmutado en profesor, para escribir unos cuantos diplomas dedicados a los mantenedores de la fiesta et también para una amiga de maese Polo et el grupo Gordobordón, que mucho nos habían acompañado en aquestas jornadas et que también se hallaban presentes en la desgustatio de las migas. Partió después de comer don Rodrigo de Liçana (al que, tal vez por impresión del escribano, había notado un tantico taciturno durante toda la mañana, sin duda por el poco dormir et las muchas tribulaciones que a su alma aquejan) et alargamos aún un poco la sobremesa hasta la llegada de la caravana conducida por maese Javier, que fizo su aparición a la hora prevista.

Et non queda nada más por dezir: montamos en nuestras cabalgaduras, nos despedimos de donna Elena et don Gombaldo que en Moyuela quedaban et cada uno partió hacia su casar de destino hasta una próxima ocasión, que será en la villa de Pina de Ebro antes de que aqueste mes de septiembre acabe y que narraré a vuesas señorías del mismo modo questas jornadas de Moyuela quedan registradas en la memoria escrita de la Mesnada Real de mano de su escribano e Cronista Maior.

En el castillo de Zufaria, a 15 días de septiembre de 1119, festividad de Nuestra Señora de los Dolores

Enrique de Çaragoça

Cronista Maior de Fidelis Regi

CRÓNICA DE MOYUELA 2009

CRÓNICA FILOSÓFICO-FESTIVA DE LAS JORNADAS QUE LOS CABALLEROS FIDELES REGI PASSARON EN LA NOBILÍSSIMA VILLA DE MOYUELA EN COMPAÑA DE SUS HERMANOS DE ARMAS, DE LOS FECHOS QUE EN ELLA SE VIVIERON ET DE COMO LOS AVANCES EN LA CIENCIA DE LOS SABIOS NON SIEMPRE PUEDEN SUSTITUIR A LOS DONES QUE LA NATURALEZA REGALA AL HOMBRE CON LIBERALIDAD QUANDO TIENE A BIEN HACELLO...

Contada, como quiere la inveterada costumbre de la Ricahombría de Aragón, por don Enrique de Çaragoça, cronista maior e amanuense de la mesnada Fidelis Regi.

PRIMERA JORNADA

Resiéntense, ¡ay!, los viejos e gastados güesos del escribano después de un estío tan cargado de eventos como de recios calores (que gracias al Altísimo vienen ya tocando a retirada) cuando se dispone por enésima vez a rascar los pergaminos, cortar los cálamos e sumergirlos en las frascas de tinta en espera de que una nueva crónica vea la luz para los sus lectores, que como es de suponer esperan con avidez, ellos sabrán el porqué, disfrutar della como de otras multas lo han fecho, que sigue la cabezota del amanuense preguntándose cómo un simple escrito tanta expectación puede despertar, pues habéis de saber que aquestas crónicas surgen de las vivencias compartidas, e siendo assí non cabe sorpresa alguna dellas, pues que todos sabemos qué cosas ocurrieron en los eventos que narran.

Comencemos, pues, a desgranar los acontecimientos diziendo que era de nuevo convocada la mesnada Fidelis Regi en aquesta ocasión en la muy noble villa de Moyuela por festejar su toma a los almorávides por las tropas del rey de Aragón en los idus de septiembre deste año de 1119, de modo que en ella habíase dispuesto gran Feria e Mercado de diferentes artesanías, siendo necesaria la Guardia Real para vigilar que todo fuera derechamente desarrollado e bien disfrutado a plazer por moyuelanos e visitantes, assí que a la hora de tercia había vuestro escribano sentado cita con maese Gominolo en sus feudos de Çaragoça por acudir juntos a la villa de Moyuela, mas pegáronse las sábanas de su camastro al cuerpo (non teniendo poca carne que abrazar, a Fe mía) e acudió el cronista a la cita con unos minutos de retraso, de manera que mal empezóse la jornada, pues la prisa nunca ha sido buena consejera cuando de adereçar campamentos se trata.

Partimos raudos por el camino real hacia Castellón e detuvímonos tras una buena media hora de camino en un fondaco de la villa de Belchite, hallando en ella la caravana dirigida por maese Javier et el conde de Villalba, que hallá nos esperaban por tomar un refrigerio antes de llegar a nuestro destino, et tal fue el primero de nuestros errores, pues antes mandaron en nuestra voluntad nuestras vacías tripas que la responsabilidad de la tarea que nos aguardaba, de modo que alargóse el ágape más de lo que debiera et salimos del caravansar media hora después de lo previsto, llegando a Moyuela casi una hora después de lo previamente determinado y hallando a don Gombaldo -responsable del evento, junto a su esposa donna Elena de Tramacet- en trance de perder sus dedos después de haberse comido las uñas hasta las falanges dellos viendo que los minutos passaban et la caravana non parescía, de lo cual me culpo en lo que a mí corresponde, pudiendo decir únicamente en mi descargo que, además de sufrir la dictadura de mi inabarcable estómago en Belchite, por dos occasiones perdimos el recto camino hacia la villa, pues eran dos años passados desde la última vez que en ella estuviera como sin duda mis lectores recordarán.

Mas es menester ver el lado positivo de los acontecimientos, assí que digamos, pues, que todo es bueno si bien acaba et apenas una hora después de descargados los enseres precisos para la monta del campamento ya estaba éste muy lindamente dispuesto, los pabellones alçados et la campa adereçada como corresponde a una mesnada como la que allá en Moyuela se juntó en recia e notable compañía, pues allá se hallaron los caballeros e damas Fideles Regi don Rodrigo de Liçana, don Ruy Ximén de Urrea et su esposa donna Ana de Luesia (acompañados por el fiel Draco), don Atho de Foçes et su dama donna Roçío Bruna, la siempre agradable presencia de don Lope Ferrench de Luna, et los companneros de ARCOFLIS don Jaume de Montull e su esposa donna Elisa de Montserrat, el caballero Iparreco Iaonac don Fortún de Ayala et la visita de don Lázaro de Leyva e su esposa donna Lourdes, que nos dieron ocassión de conocer al recién nascido infantico don Germán de Leyva, que es un muy guapo niñico de apenas tres semanas mas muy despabilado et morenico et muy formal, llamado a ser la alegría de la casa de Leyva, et que despertó entre los presentes muchos halagos, et grande ternura et muy sinceras palabras de felicitación para los orgullosos padres de la hermosa criatura et non digo más desto que se me cae la baba en recordándolo.

Mientras se montaba el campamento llegó para el amanuense una inesperada sorpresa, pues don Ruy de Urrea et don Jaume de Montull habían pensado con la nobleza de sus coraçones en las dificultades del orondo escribano a la hora de encontrar cobijo durante la noche en los diferentes eventos a los que desde hace casi ya dos años e medio viene compartiendo vivencias con sus hermanos de armas (¡recuerden vuesas señorías, vive Dios, la recientísima Casa de los Horrores de Alagón para comprender aquesto que digo!), de modo que en sus ratos de ocio habían ambos caballeros dispuesto un muy notable camastro de recia madera con listones de lo mismo claveteados a los travesaños della, et montámosla, et regaláronmela con grandísima generosidad que me fizo callar de pura sorpresa, de modo que aprovexo aquesta crónica para dalles mil gracias más que las que en Moyuela les dí, ya que fue presente muy de mi gusto et muy bien agradescido, pues probé el catre tumbándome en él sobre un colchón traído desde los pabellones de las escuelas moyuelanas et lo hallé muy fornido et muy bien dispuesto para descansar en él, resistiendo mis arrobas sin problema alguno et dándome ya en adelante la posibilidad de dormir con mis companneros en el campamento sin necesidad de buscar fondas, discutir con los fonderos et despertar en soledad por las mañanas antes de reunirme con mi hermanos de armas.

Montadas, pues, las tiendas et dispuesto el campamento en lugar que me fizo despertar viejos fantasmas, pues era aqueste una rambla seca pero amenazante si la lluvia hacía su aparición (que todavía estaba lo de Peracense muy fresco en la memoria como para temer catástrofes), llegóse la hora de la comida e partimos en busca de una fonda, que encontramos cerca de la campa e donde comimos los mesnaderos unas sabrosas tapicas de croqueta, mejillón, salchichas, panceta e otras morrudencias e bebimos cerveza, refrescos et leche, especialmente el tierno infantico Germán de Leyva, cuya madre donna Lourdes dió de mamar en tan bellíisima estampa como es la de una madre dando el pecho a su hijo, que era gozo de ver al pequeño alimentándose de la leche de donna Lourdes, que jamás entenderé a las bruxas e comadres que ven en ese milagro de la Vida cosa reprochable e vergonzosa. ¡Qué sabrá un vientre seco de anciana alcagüeta e amargada sobre la más dulce estampa de la Maternidad!...

Acabada la pitanza, que disfrutamos todos con la compañía del grupo de juglares llamados GORDOBORDÓN, los quales nos iban a acompañar durante las jornadas de Moyuela en numerosas ocasiones, dirigímonos a la campa por prepararnos para el desfile de inauguración del Gran Mercado Medieval de Moyuela, abriendo el mismo los "novísimos" sones de los Heráldicos de Caspe (e aragonés soy et de la ironía gusto, como saben vuesas señorías) que por alí se hallaban, et seguidos de los más agradables -aunque sólo sea por lo novedosos- cantos de los dulzaineros, gaiteros e tamborileros de Gordobordón, que cerraban la marcha, discurriendo por entre los puestos del mercado moyuelano e disfrutando de los agradables aromas que dél se desprendían (especialmente de un puesto de quesos de cabra que olía como tienda de campamento con cien soldados descalzos dentro della después de una semana de marcha) hasta llegar a la plaça de la Fuente, do nos esperaban las fuerzas vivas de la villa con su burgomaestre al frente, todos los quales dieron la bienvenida a los presentes, leyeron sus discursos e pregones (con mayor o menor fortuna e acústica) e dieron gracias a los presentes por su presencia, tras lo cual los soldados de la Hueste Real representamos un Juicio de Dios.

Quedando emplazado el final del dicho Juicio de Dios para el día siguiente et muy bien aplaudida la farsa por los espectadores, retornamos los Fideles et sus amigos a la campa do nos desvestimos de nuestras panoplias trocándolas por otras ropas más cómodas et llevar a cabo la esgrima para niños de Fidelis Regi et el tiro con arco de Arcoflis, quedando el escribano encargado de redactar los diplomas para unos e otros, como suele, lo cual fizo con la donosura et el plazer que siempre que trata con infantes tiene costumbre. Por su parte, el señor del Norte don Fortún de Ayala se afanaba en cocinar unos exquisitos lamines moros (como el "pan del príincipe" et otro cuyo nombre non recuerdo agora pero cuyo aspecto de albóndiga escondía lo sabroso de su paladar) que deleitaron a cuantos tuvieron la suerte de degustallos.

Casi dos horas duraron aquestas actividades, tras las cuales reunímonos todos en torno a la mesa del campamento et empezamos a temer por una reiteración de lo ocurrido en Peracense, pues el cielo traíanos el horrendo recuerdo de las jornadas del Castillo Rojo amenazando tormenta desde el momento del desfile et recuérdovos que nos hallábamos acampados enmedio de una rambla fluvial, lo qual era harto peligroso si los Cielos se terminaban desplomando sobre nuestras cabezas como ciertos habitantes de la Francia a menudo suelen temer.

Chispeaba en el momento en que todos nos dirigimos a los pabellones do el concejo de Moyuela tenía dispuesta la cena, que nunca podrán imaginar vuesas señorías en qué consistía (¡Mala muerte les de Dios a las ensaladas e los ranchos deste mundo!), en la que nos juntamos casi un millar de comensales -o al menos tal parescía- al resguardo de la lluvia y en vociferante reunión que apenas dexaba escuchar el discurso de los munícipes moyuelanos, pues el artefacto que usaban para hacerse bien entender (llamado "micrófono" et que yo mismo sufriría en mis carnes e mi garganta de allí a poco) convertía las voces en estertores ininteligibles. Cenamos, pues, lo que para cenar habíannos dispuesto e, tras ello, començó la sobremesa con sorteos, cánticos e bailes para los infantes e adultos presentes, destacando sobre todo el hermosísimo et sensualísimo contoneo de una donna llamada Almudena, muy guapa muchacha, que danzó un baile del vientre morisco que casi me fizo salir los ojos de las órbitas siguiendo el ritmo de sus hipnotizantes caderas et exclamando "¡¡¡¡AAAAy, omá, qué rica!".

Et tras ello le tocó el turno de nuevo al vuestro cronista, que más parecía bufón o juglar en estas jornadas que serio escribano de ración, pues tantas fueron las ocasiones que de lucirse tuvo en los festejos de Moyuela. Debía dom Enrique de Çaragoça deleitar al respetable público con una historia , mas que era tanta la algarabía e fazía tan mal su labor el cachivache llamado "micrófono" que si me lo hubiera metido en cierto orificio que todo ser vivo en su cuerpo tiene non abríase oído peor el recio vozarrón del escribano, por lo que decidióse contar el resto de la historia (y aún el principio, pues de nada nadie se había enterado) en otro lugar más tarde, como se verá.

Regresamos a la campa mientras aún chispeaba, mas llevando puesto el cronista su tabardo rojo et pensando en los tintes que la lluvia dispersó por todo Peracense cuando lo de la tormenta de infausto recuerdo, decidió meterse maese Enrique en la tienda do su cama estaba preparada et allí, al resguardo de la fina lluvia que repiqueteaba suavemente en las lonas del pabellón et escuchando las voces de los sus amigos en el exterior, que se afanaban en encender las antorchas que iban a acompañarnos al último acto desa jornada, encendió el escribano su sisha et dexó volar su mente mientras a él acudían imágenes, recuerdos e proyectos. Allá en la agradable soledad que a todos de vez en cuando nos plaze disfrutar, pensó dom Enrique en su azarosa vida de soldado e amanuense, en el día que conosció a los Ricoshombres de la Mesnada Real et la suerte que tuvo en encontrallos. Pensó en cómo un germen de familia guerrera habíase convertido en honrosa, grande et admirable mesnada de guerreros procedentes de todos los rincones de nuestra Península (como en Peracense de demostró) et unidos por una misma causa. Pensó con cierta tristeza en oportunidades perdidas, en jóvenes donas a las que hubiera gustado deslizar dulces palabras de amor en los oídos bajo un manto mágico de estrellas en la noche, llamándolas con el nombre dellas, haciéndolas suspirar de plazer, et en suaves caricias que nunca erizaron el vello de una angélica piel de mujer al disfrutallas por falta de atrevimiento o, simplemente, porque la vida reserva esos placeres a mortales más merecedores dellos. Pensó en rudas jornadas de lucha y de esfuerzo, de dicha y de tristeza viendo alçarse al techo del pabellón el humo del tabaco melado a la luz de una candela. Et non era su ánimo triste ni melancólico sino simplemente evocador, pues non habían sido pocos los momentos de dicha vividos también en sus muchos años de discurrir por la vida, de modo que en la balanza de la Felicidad y el Dolor que a todos se nos otorga en el momento de nacer, el platillo de la primera pesaba mil veces mas que estotro en lo que a mi discurrir por el mundo toca hasta el momento...

En todo esto filosofaba el escribano en la soledad de su pabellón, mas non es campamento de soldadesca lugar propicio de meditación por luengo tiempo, de modo que a poco se oyeron gritas de "Monfort, Monfort, que nos vamos, venga, coge la antorcha" que me devolvieron a la tierra et me fizieron salir de nuevo a la intemperie con una sonrisa, desprovisto de tabardos y vestido únicamente con mi saya rosa, sin siquiera un cinto que sujetase mi cintura, por ganas de sentir liberado mi espíritu de no sé muy bien qué tribulaciones... Subimos, así, en distendido desfile a una muy cercana ermita templaria que se halla próxima al peirón de entrada en la villa de Moyuela et allí, ante un público expectante y especialmente un grupo de niños sentados ante el escribano cuentacuentos y que bebía sus palabras como agua de Mayo, resumí la primera parte de mi initeligible historia de donna Leonor et Alonsillo et la acabé de tal modo que el qual cuento fue muy reciamente aplaudido por todos los congregados, que non eran pocos, tras lo qual las animosas caritas infantiles me demandaron nuevas historias... Y como antes se congelará el infierno que dejará de rendirse aqueste escribano parlanchín ante una carita infantil pidiéndole un cuento, desatóse definitivamente su lengua et deshilachó el orondo amanuense un par de historias más sobre el rey de Castilla don Pedro I "El Justiciero", siendo tan felicitado por todos et viendo tanta alegría en los rostros infantiles que, esta vez sí, tuvo el escribano la revelación de cuál era su misión en esta vida, si es que alguna duda le quedaba en ello. Lo cual, si se paran a pensar vuesas senyorías, non es poco para un acto en apariencia tan sencillo...Lo que ocurrió tras estos hechos non es cosa que merezca ser contada en este pergamino por lo menudo. Baste con dezir que regresamos a la campa, retomamos nuestras conversaciones, pusiéronse sobre la mesa cuestiones tan necesarias de plantear como tal vez molestas de discutir et, de un modo mucho menos festivo que en Alagón mas mucho más reflexivo, marchamos a nuestras yacijas los últimos mesnaderos cuando ya casi rayaba el sol al alba, tendiéndose el escribano sobre u flamante nueva cama et cubriéndose con una muy calentica manta prestada por donna Roçío Bruna. Lugar en que dexaremos al escribano hasta un nuevo amanescer...

Leonor y Alonsillo (cuento medieval)

Corrían tiempos de guerra en Aragón y el barón de Ejulve, don Fadrique, hombre celoso y de malas pulgas, debía partir a luchar contra los moros. Mas era su mujer, doña Leonor, muy bella dama, y muy sensual, joven y lujuriosa y temía el señor conde que durante su ausencia pudiera conceder sus deliciosos favores a algún buen mozo de la corte, que ya el noble caballero se había percatado de cómo miraban a su esposa algunos de sus criados más jóvenes. Así pues, decidió don Fadrique colocar a doña Leonor el virtuoso cinturón de castidad, cerrándolo con un candado para evitar que nadie plantase árbol alguno en el bosque que por derecho de matrimonio a él sólo pertenecía...

Cogió, pues, el barón la llave que su honra guardaba y la metió satisfecho en su cinto, llevándola con él a tierra de moros y dejando a su esposa muy apesadumbrada, sin duda por la separación de su marido. Pero aún no se había disuelto en el aire el polvo levantado por el último de los caballos de su mesnada cuando ya doña Leonor llamaba a su lado a un muy hermoso doncel de nombre Alonsillo para que sustituyese a don Fadrique en el recién abandonado lecho.

Llegó presuroso Alonsillo a la cámara de sus señores y al descubrir el odioso cinturón en torno al airoso talle de la bella, rompió el pobre muchacho en lamentos, pues ya veía su gozo en un pozo y sus ardores sin agua que los calmase. Risueña y traviesa doña Leonor, dijo al joven Alonsillo que no se apurase, que fuese a la herrería del castillo y trajese utensilios adecuados para quebrantar el incómodo artefacto que sus partes más sensibles atenazaba y cuyo sabor prometía al muchacho que iba a permitir catar.

Iba Alonsillo a protestar con buenas razones, pero al ver ese cuerpo deseoso de pasión, sintió crecer desmesuradamente cierta parte de su cuerpo y no pensó más. Fue el criado a la herrería, trájose de ella tenazas, cizallas y otros instrumentos, rompió delicadamente con ellos el cinturón que la cintura más deseada ceñía y... lo que a continuación ocurrió no creo necesario describirlo porque la mayoría de quienes me escuchan saben de qué hablo, y los que no lo saben no deberían estar aquí...

Hasta tres años transcurrieron mientras el señor don Fadrique ganaba títulos y tierras en el sur mientras su esposa gozaba con su Alonsillo, uno en brazos de la otra y viceversa, aunque en secreto para no estar en boca de todos y poniendo precaución con bebedizos y otros remedios para no quedar encinta la dama. Cada vez que el joven semental hacía saber a su amada sus preocupaciones a propósito del momento del retorno de su señor, lo callaba la dama con sus besos y le susurraba al oído que hablase menos y cabalgase más, pues todo estaba bien calculado de antemano. Ante lo cual el muchacho no tenía más remedio que obedecer con todo su pesar...

Y como todo pasa en esta vida, pasó también el tiempo y un buen día llegaron al castillo heraldos que traían la nueva de que don Fadrique, señor de Ejulve, entraría en sus tierras de ahí a una semana y que todo debía estar preparado para una gran fiesta, pues muchas eran las riquezas atesoradas en sus victoriosas batallas contra los enemigos de Cristo. Entonces doña Leonor púsose en acción y ordenó a sus criados que se reuniesen con ella en el salón del castillo, dictando entonces la dama de modo muy autoritario, claro y conciso una serie de instrucciones que debían ser muy derecha y rápidamente obedecidas si no querían los plebeyos sufrir la cólera de la dama y de su noble esposo. Mandó doña Leonor cubrir con paños de luto todas las estancias del alcázar, ordenó a Alonsillo que preparase en el panteón de la fortaleza una pequeña tumba con su lápida sin nombre en ella y dejó bien establecido que nadie debía responder a pregunta alguna del conde sin su permiso ni consentimiento, limitándose a poner triste semblante y guardar silencio ante el señor cuando llegase.

Y así se hizo. Por su parte, la dama vistióse ropas de luto y esperó encerrada en sus aposentos la llegada de su marido ensayando muecas de dolor y expresiones de gran tristeza. Llegó el día jubiloso en que don Fadrique traspasó las poternas de su castillo con gran alegría y deseos de volver a abrazar y besar a su dama cuando el conde se extrañó sobremanera al ver que nadie salía a recibirle y que todo el recinto rezumaba luto y dolor. Cada vez más extrañado, preguntó a sus criados qué cosa ocurría para tan triste celebración de su regreso, pero nadie supo responderle, quedando todos cabizbajos, silenciosos y serios.

Arreció el barón su voz llamando a doña Leonor y el mismo Alonsillo díjole al conde que su esposa estaba en su alcoba, aguardándolo. Y allá se dirigió el noble caballero con el alma en un puño y alas en los pies, para encontrar a su esposa llorando, vestida de luto y abrazada a una pequeña manta. De boca de su adorada esposa supo don Fadrique que dos años atrás, tras su partida a la guerra contra el moro, dejaba el conde a su esposa la simiente de un infante en su vientre. Supo también que el embarazo se había visto en peligro por causa del maldito cinturón de castidad, que presionaba al niño impidiendo su normal desarrollo hasta tal punto que el incómodo artilugio debió ser quebrantado para permitir el feliz alumbramiento del infante. Pero tarde fue tomada la decisión, ya que el pobre niño nació muerto... Ordenó entonces la desdichada madre enterrar al neonato en el panteón familiar sin nombre ni fecha que lo recordase, pues no había podido ser bautizado. Y asimismo dio orden estricta de que el maldito armatoste que había matado al hijo del conde fuese fundido para siempre y con su metal se fabricasen cadenas para los perros.

Grande fue la tristeza de don Fadrique ante tan horrorosas noticias. Bajó el noble al panteón, rezó ante la vacía tumba de su primogénito, lloró abundantes lágrimas, guardó el luto prescrito por la Santa Madre Iglesia y juró a su esposa que jamás volvería a ceñirle el horrible instrumento de tortura, ante el secreto regocijo de la dama.

Y efectivamente, así sucedió que cuantas ocasiones fue don Fadrique requerido para unir sus mesnadas a las del rey de Aragón, dejaba a su esposa libre de hacer con sus encantos lo que apeteciera, y poco a poco fueron correteando por el castillo pequeños Fadriquitos y algún que otro Alonsillo mientras el noble señor rascaba los techos de sus aposentos con su frente tan guarnecida de cuerno...

Vean vuesas mercedes lo que la mujer es capaz de discurrir cuando quiere hacer cumplir su voluntad. Líbrenos Dios de sus tretas...

martes, 8 de septiembre de 2009

Crónica de Alagón - 2009 (y III)

SEGUNDA JORNADA

Observaba el amanuense el entramado de bastones e mástiles de la tienda do pernoctaba con el entendimiento algo disperso, cierto dolor en el cuello et los ojos entreceerados et tardó unos momentos en darse cuenta de que ya los pajarillos cantaban et una difusa luz blanca traslucía los lienzos del pabellón, de modo que dejóse caer blandamente al suelo et púsose de pie entre ayes e dolores de la reúma, mas ciertamente más descansado e sobre todo aliviado de haber pasado la noche entre amigos e roncas antes que entre congojas e sufrimientos.

Salí al exterior, deleitándome con la fresca brisa de la mañana e descubriendo que las voces quedas que fazía unos minutos que estaba oyendo desde el lecho pertenescían a don Sancho de Antillón e don García Romeu, el conde de Villalba, a los cuales dí los buenosdías e respondí que a la postre habíame quedado a pernoctar en la campa, ya que mucho se extrañaron de verme allí en lugar de en la oscura Sima de los Curas do me imaginaban. Tras lo qual, viendo que todos aún dormían por no ser todavía la hora de tercia, monté en mi caballo blanco e marché a la villa por encontrar una fonda do desayunarme -cosa que fize en una taberna de la villa- e tornar al Mausoleo del Terror por devolver luego las llaves de mis congojas a su dueño, dándole las gracias por sus atenciones (ya que sin duda el buen hombre creía haberme fecho un favor dándome cobijo, cosa que es de buen cristiano reconoscer).

Mas verán vuesas senyorías cómo algo tienen las premoniciones cuando a veces nos asaltan, pues entré en la Caverna para aliviarme antes de devolver la llave e, una vez satisfecho, intenté salir del antro con la misma llave, descubriendo horrorizado que la puerta non se abría por mucho que tirase de la cuerda gorrinera que ya conoscen mis lectores. El nerviosismo se apoderaba de mí sobre todo al escuxar a mis espaldas parlas en voz queda, como de salmodia de Misa Negra, mientras redoblaba mis esfuerzos con la malparida puerta, ya que a pesar de la luz que rompía la penumbra del maldito pasillo despejaba un tantico los temores e los miedos, non era plato de gusto permanescer en lugar tan poco apetecible. Rindiéndome a la evidencia, fize de tripas coraçón e me interné en las tripas de la Bestia en busca de ayuda, de modo e manera que enontré una amplia sala donde una buena veintena de hombres parescían estar celebrando sesuda reunión de graves asuntos. Con mi sayal rosa, los pelos despeinados e la llave en la mano, interrumpí el aquelarre con un educado "Perdón... ¿podría alguna de vuesas señorías ayudarme a salir de aquí?", ante lo cual, entre sonrisas de conmiseración por mi bizarro aspecto, uno de los presentes vínose conmigo, intentó también con grandes esfuerços abrir el portón del Castillo de Bram et, non pudiendo hacello, llevóme a una otra puerta donde, por fín, hallamos el paso franco e mi caballo frente a la Casa, con lo cual entreguéle la llave al caballero, díle las gracias et monté en mi corcel retornando al campamento jurándome no volver a semejante casona en lo que me quede de vida...

De vuelta a la campa, pues, narré mis vicisitudes a los ya allí reunidos (que non perdonaron nuevamente las risotadas ante la aventura) e preparámonos todos ya para la siguiente actividad, que era la apertura solemne del Mercado de Alagón, actuando un servidor de vuesas señorías como almotacén et los nobles Rodrigo de Liçana e Artal de Alagón como soldados acompañantes. Subímonos a la Plaça de la Alhóndiga en el caballo de don Rodrigo, saludamos a la organizadora del Mercado e dí con grandes vozes apertura al mismo con aquestas palabras:

"A todos los habitadores e visitantes desta noble villa de Alagón. Por mandato de su majestad el rey don Alfonso I, hoy, sábado, 5 de setiembre de 1120, día de San Victorino, va a procederse a la solemne inauguratio del mercado e zoco desta población, en el que todos podrán proveerse de cuanto hayan menester, assí sean piezas de cerámica, cestería, herrería, marroquinería, joyas, damasquinados e otras artes, como de alimentos e bebidas variadas, carnes, verduras, dulces e lamines.

E como señalan las leyes destos reinos, e para impedir que los malos comerciantes puedan fazer engaño de los sus clientes o abuso en los precios o la calidad de sus productos, manda el rey que su almotacén compruebe e testifique que los dichos precios sean acordes a la bondad de lo ofrecido, acompañado por dos soldados de su majestad, que irán de puesto en puesto inspeccionando las mercaderías e castigando con multas de hasta quinientos euros jaqueses sin que pueda existir queja ni redención a lo dictaminado por el dicho almotacén.

¡Alagoneses: sed bievenidos al Mercado de Alagón!

¡Viva el rey!"

Tras lo qual dimos una vuelta por los puestos comprobando las mercancías, preguntando su procedencia a los mercaderes e insinuando coyundas a las más bellas artesanas por evitar multas e prisiones ante el regocijo dellas, excepción fecha de una daifa oscense más fea que un estafermo e más amargada que un niño al que se niega un lamín, que nos puso tan mala cara e nos mostró tan despectiva actitud que apenas cruzamos dos palabras e non quisimos saber más della, deseándole yo en mi interior que non hallase la estúpida más cobijo en los viajes que como comerciante la esperaban que la Casa del Terror en la que me había negado a pasar yo mesmo la noche. ¡Malhayan los amargados deste mundo et encuentren en su camino los palos que se merescen, vive el Cielo!

Abierto el mercado, comprobadas las mercadería e saludados los comerciantes, toprnamos de nuevo a la campa para preparar el desfile por las calles de la villa et el combate que íbase a desatar en la plaza del castillo, de manera que habiéndonos relaxado bajo la sombra de los árboles, cargaron los soldados con su impedimenta, adereçamos estandartes e pendones, tomó el tamborilero su tamboril, formamos una buena fila de a dos e salimos muy marcialmente en donoso desfile por las calles de Alagón sufriendo el sol sobre nuestros cuerpos et metales al son del tambor e llegando tras luengo tiempo a la plaça del Castillo de Alagón, do desarrollóse la algarada entre las tropas cristianas.

Grandes aplausos despertó en el público congregado aqueste episodio, tras el cual buscaron los guerreros la sombra, saciaron su sed las aguadoras (a quienes nunca se agradecerá lo suficiente su tan importantísima como discreta e poco reconoscida labor) e, tras el descanso, descendímos de nuevo hacia la plaza de la Alhóndiga entre risas y jadeos, llegando al mercado e tomando nuevos refrescos que acompañaron a los lamines que entre todos mercamos a unos comerciantes moros que por allí se hallaban. Saludó el amanuense a una muy bella moza llamada donna Beatrix, que desde Çaragoça había acudido a Alagón por ver nuestras andanças, et marchamos luego de nuevo a la campa entonando nuevos cánticos guerreros como uno muy bravo que disce así:

En un país multicolooor
nasció una abeja bajo el soool
e fue famosa en el lugaaar
por su alegría e su bondaaad

E a la pequeña abeja la llamaron Mayaaa
la traviesa e dulce abeja Mayaaa...

E assí llegamos a la campa acompanyados por la abeja Maya (que acabó sin duda muerta de un papirotazo, la jodida hideputa), do dexaron los mesnaderos de nuevo las cotas e los gambesones en sus tendales, abriéndose un estimulante concurso para el olfato por ver quién de entrellos llevaba más sudor impregnado en la su camisa, ganando sin lugar a dudas los mesnaderos de ACHA por abrumadora e odorífera mayoría. Algo más refrescados, cambiadas las vestimentas e muy bien perfumados los pabellones (que casi me da un vahído al dexar el pellote en el de don Rodrigo de Liçana), dirigímonos al yantar en el salón del día anterior, e aquesta vez non tuvo el escribano que degustar el rancho de sus amores, mas una muy exquisita paella con su pollo e sus adereços, que estaba en verdad muy sabrosa e fue grandemente celebrada por todos, tras lo cual don Artal pidióme que extendiese dos diplomas dedicados a don Juanjo Gálvez de Alagón, nuestro anfitrión en las jornadas, e otro para las dueñas encargadas de la cocina, que mucho habían trabaxado por servirnos e grandes habían sido sus desvelos por todos nosotros. Acompañábannos en la comida los artesanos del mercado de la villa, a los que saluamos, e finalmente entonamos para todos ellos el emblemático "Se Canto" occitano para su regocijo, de lo cual me encargué yo mesmo con los mesnaderos de ACHA e Fidelis Regi en los coros, siendo muy bien aplaudidos e cerrándose deste modo nuestro homenaje a la muy noble villa de Alagón.

Tomado el postre de melón et helado e los cafés de la sobremesa, marchamos de nuevo a la campa por descansar de nuestros trabajos, de tal modo que de ahí a poco encontró el escribano el donoso espectáculo de un grupo de leones africanos sesteando averronchados a la sombrica de los árboles conformando notable estampa...

E poco más queda ya por dezir, sólo que poco antes de la hora de vísperas decidióse poner fin al evento, cambiaron los mesnaderos sus ropas por otras del siglo, comenzó l sólito espectáculo del desmontaje del campamento, cargamos nuestros jumentos, despedímonos con grandísimo pesar de nuestros buenos amigos de la Compañía del Lobo Negro -a los que non veremos ya hasta Luna, pues el próximo sábado tienen un compromiso en la encomienda templaria de Monzón, a la que non puede faltar el freyre Ximeno Marco de Celaya con su Mesnada, aunque de mil amores nos acompañarían a lo de Moyuela, bien lo sabe Dios- e regresamos a nuestros feudos en Çaragoça con el cuerpo derrengado e maloliente mas con el alma muy dichosa de las jornadas vividas, de los momentos compartidos e de la amistad estrechada, demostrándose que la nobleza de Aragón e los mercenarios a sueldo pueden perfectamente trabar bellos lazos de camaradería siempre que habiten en sus coraçones el honor e la lealtad que en otras ocasiones se cacarean sin saber qué cosa puedan ser ambas virtudes.

E como es costumbre, doy fe de lo narrado en aquestas páginas e seguiré narrando las aventuras de la Mesnada Fidelis Regi siempre que el ánimo e la salud me lo permitan, quiera el Señor que por muchos e luengos años.

En el castillo de Zufaria, a ocho días del mes de septiembre de 1119.

Enrique de Çaragoça
Cronista Maior, amanuense
e tenor solista de la Hueste Fidelis Regi.

Crónica de Alagón - 2009 (II)

(Continuatio)

Dexábamos, pues, al escribano multiplicando milagrosamente los pergaminos, rodeado de pequeños aprendices e algunos caraduras mucho mas talludicos, mas non supuso aquesto agravio alguno para él, pues ya se sabe la debilidad que el maese amanuense siente por los infantes, que basta una carita desilusionada para que las sus manos retomen los cálamos cual si vida propia tuvieran, pero era el caso que ya desde vísperas sentía el cronista la necesidad de ir a descargar la vexiga a los aliviaderos con urgencia, por lo que con todo dolor de coraçón fue necesario poner punto final al asunto de los diplomas e, de forma autoritaria e pidiendo mil perdones, cerróse la caxa de las tintas, guardáronse los cálamos e pergaminos, levantóse el espectáculo e salió raudo el maese hacia el lugar de Salvación, al que llegó cuando casi la cerveza pugnaba por retornar donde Natura la empuja, que es lo mismo que dezir en el último momento...

Tras la esgrima infantica los mesnaderos de ACHA e algunos Fideles asombraron a la concurrencia (que ya a essa hora era más que nutrida, pues el sol non ofendía apenas la piel et la temperatura era estupenda e muy bien agradescida) con unos buenos enfrentamientos a espada de mano, mangual e hacha contra escudo que arrancaron astillas de los escudos e recios aplausos de todos, pues es bien sabida la destreza que con aquestas armas despliegan los soldados de la Compañía del Lobo Negro como buenos mercenarios. Mientras, los arqueros de maese Azogaraz íbanse ya despidiendo tras haber ofrecido nuevos concursos de tiro con arquería para los infantes, pues debían retornar a Çaragoça antes de que la noche cayendo fuera, por lo que les abraçamos e despedimos con tristeza por privarnos de la su presencia, muy a su pesar, sin haber tenido apenas oportunidad de cruzar unas palabras e saludos a lo largo del día.

Llegada la hora de la cena, fuéronse unos cuantos mesnaderos por el yantar, que fue de bocadillos de jamón e salchichón con aderezo de tomate para gusto de todos e disgusto de donna Pilar de ACHA, que abomina de tal manjar, de modo que la bella moza dedicóse a fazer la disección dellos por poder cenar a su gusto, lo cual non fue impedimento para saciarse a plazer, pues tocaron a más de cuatro bocadillos por cabeza, suficientes para cenar, recenar e aún desayunar si ello hubiese sido menester.

E fue durante esta cena et las horas que a ella siguieron cuando desplegóse el encanto, la risa, la broma, el chascarrillo, las canciones e las carcajadas de buena camaradería que en aquestas ocasiones suelen surgir, de tal modo que estando don Rodrigo de Lizana et su hermano don Artal en plena vena jacarandosa, non paró la concurrencia de cantar cármenes de otros tiempos (como, entre otras muchas, "Ancho Cipote, Cipote Ancho", "Por Escartín, que le den por culo a Olano", "Cadillac Solitario", "Veinte de Abril", "Días de Verano al cateto modo", "La fiesta medieval", "Oliver, Benji", "Rock del Garaje", e, por supuesto... ¡¡LAAA NOOOOVIAAA, EL NOOOOVIOOOO!!! con obscenos, gráficos e hilarantes gestos) que fizieron a todos, pero especialmente al conde Armando de Villalba e a mí mesmo, buscar nuestras mandíbulas por el suelo, ya que las carcajadas júrovos que nos las habían desencajado de la quijada superior, doliéndonos todos los músculos de la cara pero haciéndonos más felices que el daifo Nacho Vidal perdido en un harén musulmán.

Mas non acaba aquí la noche, que aún falta por narrar la más estupenda aventura que en ella ocurriese et que fue protagonizada -como non podía ser menos- por el amanuense Enrique de Çaragoça et el caballero don Artal de Alagón. E fue el asunto que, habiendo preguntado dom Enrique al señor de Alagón por su alojamiento durante lo poco que quedaba de oscuridad, descubrió don Artal que aún non habíase hablado dello con el munícipe encargado de los festejos, de modo que fue llamado el caballero por mostrarnos el lugar de mi pernocta e partimos ambos -don Artal e yo mesmo- en su corcel por encontrarnos con él en las calles de la villa, recoger las llaves del alojamiento e visitallo. Esperando su aparición (e verán mis lectores que en aqueste caso la palabra "aparición" tiene las resonancias siniestras que acompañarla suelen), vimos don Artal e yo cruzar la plaza del monasterio de San Juan a un negro muchacho que vendía ciertas jocosas mercaderías, de modo que habiéndonos llamado la atención una peluca que en la su cabeza el moço llevaba, de muchos colores e curiosa cresta como de yelmo romano, decidimos mercarle dos dellas por ocho euros jaqueses, para reírnos un rato más con nuestros compañeros en la campa, lo que fue motivo de grandes carcajadas como se verá.

Mas llegó en ese momento maese Juanjo Gálvez de Alagón a la plaça e acompañónos al seminario do iba el amanuense a pasar la noche. Llamamos a la puerta et saliónos a rescibir un amable caballero -que yo barrunté sacerdote por sus maneras e discreta vestimenta- que se ofreció a mostrarnos el habitáculo, de modo que fuimos a la puerta del mismo e ya, como entremés, díjome el caballero que non perdiese la llave pues de lo contrario non podría entrar (¡ni salir!) del lugar por no tener dicha puerta pomo que la abriese sin su llave. Noticia que ya púsome en guardia pensando en lo que podría esperarnos más allá del umbral. Que, dicho sea de paso, ya es cicatería de clero roñoso non mercar un pomo para la puerta, que sólo contaba con una cuerda como de atar gorrinos por la parte interior de la mesma para tirar della e abrilla como quien dice a tirones. Mas con la Iglesia hemos topado, et ellos sabrán el presupuesto de que disponen, ¡Vive el Cielo!

Abrióse la puerta, pues, e ante nosotros se mostró un panorama como de cuento de terror: un luengo pasillo a oscuras, como de mausoleo, salpicado de misteriosas puertas a todo lo largo dél, cada una dellas con un cartelón explicativo ("comedor", "sala de seminaristas", "capilla", "servicios", "posesiones diabólicas y exorcismos"... ¡que aqueste último non estaba pero non habría desentonado un solo punto!), de modo que sólo hubiese faltado el de "sala de torturas" para que el amanuense hubiese puesto pies en Polvorosa (e aún en Gijón o La Coruña) sin encomendarse a Dios o al Diablo, e algo assí debió pensar maese Juanjo de Alagón, pues apenas vió el asunto despidióse apresuradamente de nosotros pretextando que había dexado el partido de fútbol en lo mejor, dexándonos a don Artal e a mí con el buen sacerdote que, a esas alturas, parecíanos haber trocado su amable rostro de servidor de Dios por el de enterrador de cementerio o familiar de la Inquisición...

Avanzamos a oscuras, con el alma encogida, hasta la mitad del pasillo pues curiosamente las antorchas del comienzo del mismo estaban apagadas e non pudieron ser encendidas, et el caballero nos fue indicando cuáles eran las diferentes estancias del mauso... quiero dezir del seminario, e cerrando con llave algunas puertas (como la de la capilla), "para non confundirme cuando más tarde viniera", según dijo, pero haciendo a mi imaginación cabalgar desbocada al preguntarme por los diabólicos secretos que tras ellas podían esconderse. Las palabras "almas en pena" iban repitiéndose en mi mente con cada paso que nos acercaba al final del pasillo, especialmente cuando mostrónos el guardián de aquella caverna lo que dijo ser el "comedor", oscuro e lóbrego como antro del Anticristo, que era enorme y que al dezillo despertó un eco en el interior del mismo que me hizo sentir una gota del sudor frío del miedo deslizándose por mi rabadilla.

Llegamos al final del pasillo y, a la izquierda, subimos por una caja de escaleras bajo las cuales podía esconderse desde un moro armado con curva gumía hasta el mismísimo can Cerbero con sus tres cabezas ávidas de carne y sangre de orondo escribano Fidelis Regi, hasta alcanzar el segundo piso, do se hallaba -¡al fin!- la cámara dispuesta para mi pernocta, que era grande e solitaria a plazer, con más de una dozena de literas vacías, una de las cuales me estaba destinada y sobre la cual había un rollo de alambre fino, "para trabajos manuales", según dixo Igor el Guardián con una sonrisa, pero perfectamente dispuesto para ceñir el cuello de un durmiente et partirle la garganta de un simple tirón. Enseñóme luego los aliviaderos, que estaban fuera frente a la habitación, subiendo nuevas escaleras, e tranquilizóme del todo el buen hombre diziéndome que en la puerta próxima a los mismos descansarían esa noche un grupo de cuarenta seminaristas que de allí a poco regresarían al antro para pasar la noche e fazer sus ceremonias... con lo cual quedé mucho más aliviado. Lívido, blanco como cal de mortero, pero aliviadísimo, e non digo más.

Para entonces ya podrán imaginar vuesas señorías que yo había decidido que antes gritaría Francisco Franco "¡Viva la República!" que pasar yo un solo minuto más en aquella trampa, ni mucho menos tumbarme a dormir solo en aquel ataúd. Assí que, saliendo de la Casa del Terror al frescor de la noche, despedímonos del buen caballero, guardé la llave del castillo en mi bolsa, olvidéme della, e mirámonos a la cara don Artal e yo, estallando en carcajadas al ver nuestros rostros demudados e dándome el señor de Alagón todo su consuelo e sus bendiciones por la noche que me esperaba.

Assí como lo cuento fue también descrito a los mesnaderos de ACHA e Fidelis en la campa cuando regresamos, disfrazados con nuestras pelucas y entre un torrente tal de carcajadas, chistes, bromas ("Monfooort... ven con nosotrooos", "Monfooort, tengo mieeedooo", dezía constantemente un hideputa con evidente cachondeo) e chascarrillos que ya no es que nos desencajasen las mandíbulas sino que para entonces ya non había esperança de encontrallas ni maldita la falta que nos hacía, sobre todo cuando don Sancho de Antillón dió con sus posaderas en el suelo al desbaratarse la silla de tijera do reposaba, lo cual fue celebrado con grandes risas, aunque se tornasen preocupación al ver que don Sancho non acertaba a ponerse en pie por haberse quebrantado la rabadilla muy malamente. Pasado el pequeño e doloroso incidente, el caballero Carlos de ACHA ofrecióse con toda su magnífica amabilidad a dormir en el suelo de su tienda por cederme su colchón, que antes prefería yo maldormir al raso que pasar la noche en la caverna de los horrores, por lo que mucho le agradescí la deferencia e aún pude dormir unas pocas horas en la tienda con los caballeros de ACHA, cuyos ronquidos parecíanme cantos celestiales en acordándome del sobrecogedor silencio del lugar que se me había destinado para dormir en Alagón.

Mas antes que aquesto ocurriese continuaron la cerveza y el licor discurriendo entre los soldados (como uno llamado "sangre de Vikingo", que estaba realmente sabroso), recenamos unos bocadillos, cantamos más canciones, fue rebautiçado el escribano rescibiendo el nombre de "Monfortefuma" por su cresta cruzada al modo azteca e su afición a la cachimba e fueron los vapores del alcohol nublándome el entendimiento de tal modo que estrecháronse tanto los lazos de amistad entre los ACHA e mis hermanos Fideles Regi que creo que me casé con don Ximeno Marco de Celaya, cosa que non recuerdo agora muy bien. Passaronse luego a establecer los puestos de combate para la algarada del día siguiente e cruzamos amabilísimas frases de fraternidad con nuestros compañeros del Lobo Negro, a los cuales nos une ya un inquebrantable vínculo de amistad, fablamos muy sesudas e sinceras palabras sobre nuestros objetivos en el futuro e ya clareando el alba, tras esa hora de las confidencias que el alcohol desata cuando el espíritu se halla atormentado, retirámonos a nuestras tiendas mientras yo trataba de conciliar el sueño escuchando las roncas de mis compañeros de habitáculo e paresciéndome coros seráficos en acordándome por un instante del vacío lugar por el que los espíritus errantes echaban de menos a un orondo escribano que había prometido pasar allí la noche e que se quedaron ayunos de carne fresca en la que hincar sus colmillos.

Assí, contemplando el entramado de palos e mástiles de la tienda de ACHA e muy bien averronchado sobre el rocaje vivo tras haber descendido a las cámaras del infierno, dexaremos a nuestro amanuense intentando dormir hasta que el gallo cante pocas horas más tarde...

Crónica de Alagón - 2009

CRÓNICA DONOSA DE LAS JORNADAS QUE LOS CABALLEROS FIDELES REGI PASSARON EN LA VILLA DE ALAGÓN CON MOTIVO DE SU TOMA POR LAS TROPAS DEL REY DON ALFONSO EL PRIMERO, DEL MUCHO JOLGORIO QUE EN ELLAS SE DISFRUTÓ ET DE LAS GRANDES AMISTADES E CAMARADERÍA QUE CON AQUESTE MOTIVO SE CONSOLIDARON EN ADELANTE

Contada, como quiere la costumbre, por el Cronista Maior de la hueste Fideles Regi, dom Enrique de Çaragoça, que aún anda buscando la su quijada desencajada de la mucha risa e carcajadas como en Alagón se disfrutaron.In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti.
Amen.

PRIMERA JORNADA

Da el estío sus últimos coletazos, con sus calores e agobios, mas no por ello cesan las actividades de la Hueste Real, que es digno de bravos guerreros y honorables barones acudir a cuantos llamamientos sean fechos en pos de la lucha contra el infiel e la defensa de la Verdadera Religión, de modo que era nuevamente convocada la Mesnada Fidelis Regi al asalto de la villa de Alagón, que en manos de los almorávides se hallaba, al reparto del botín que en ella se hallare e a la apertura del mercado de la dicha villa, además de otros muchos actos que los Fideles Regi solemos desarrollar cuando a tales menesteres se nos convoca.

Es la noble villa de Alagón un notable casar situado a escasas quinze leguas de la ciudad de Çaragoça, que fue tomada por el rey don Alfonso faze dos anyos, por lo cual debíase afiançarse la ciudad del Ebro e seer resguardada de ataques infieles por el oeste, motivo que llevó al buen rey Batallador a planear el asalto a Alagón por engrandecer su reino e defender su capital. Mas aún non siendo muy grande poblazión, tuvo graves dificultades el maese escribano en hallar el lugar de acampada de las huestes, pues creyendo en su menguado entendimiento que se encontraba en la plaza do en otras occasiones había plantado sus reales la hueste de los Ricoshombres de Aragón, encontróse el lugar vacío de propios e extraños, gastando grandes sudores en encontrar su emplazamiento, al que llegó casi una hora antes de sexta.

Habiéndose convocado a las tropas para tal efeto, pues, allá habían acudido a acompañar a la Hueste Regia los mesnaderos mercenarios de ACHA con el freyre templario don Ximeno Marco de Celaya a la cabeça, assí como los arqueros de don Íñigo de Azogaraz e la compañia ARCOMEDIEVO, de modo que cuando el sábado, día 5 de setiembre a la mañana, tras las tribulaciones antedichas, llegóse el escribano con su corcel albo a la campa do se levantaban los pabellones de los mílites congregrados para mayor gloria del reino et de su protector San Jorge, tuvo grande alegría de saludar al buen freyre templario don Ximeno, a don Javier Potter, a don Carlos, donna Pilar e donna Natalie (cuyo nombre me barrunto que por su sonoridad procede de tierras ultramontanas), a micer Rais de ACHA, e a otros mesnaderos de la Hueste del Lobo Negro cuyo blasón campeaba orgulloso ante sus tiendas, assí como a don Íñigo de Azogaraz e otros arqueros de la mesnada ARCOMEDIEVO e, naturalmente, a los Fideles don Sancho de Antillón, don Gombaldo de Tramacet (que habría de marchar de allí a poco a sus quehaceres), don Artal de Alagón (que en el casar alagonés tenía a la su familia), don Rodrigo de Liçana, don García Romeu, conde de Villalba, e incluso a donna Luisa Magistra et don Gus de la Birra (con grande sorpresa, pues que hacía luengo tiempo que non saludaba), abrazándolos a todos con grande plazer, pues siempre es grato encontrar a tan nobles hermanos de armas en tan dichosas occasiones.

Púsose todo el mundo en movimiento acabando de adereçar los pocos pabellones que aún quedaban por montar, et entre risas, bromas e saludos llegóse la hora de vestir al caballero con panoplias de los sieglos XII, XIII e XIV, mas de tal modo que, habiendo desarrollado sus actividades arqueras et trebuchetarias los compañeros de ARCOMEDIEVO, e coincidiendo los fastos por la toma de la villa con los actos desarrollados por los mesnaderos Fideles Regi e ACHA, apenas una docena mal contada de visitantes pudieron disfrutar del acto, de manera que presentó el escribano al respetable público las armas e vestimentas de don Rodrigo de Liçana (con su espléndida cota de mallas lamelar) e don Artal de Alagón (cuya panoplia conoscemos todos de sobra e, por tanto, es tontería volver a describir en aqueste pergamino) passando a continuatio a mostrar el complejo equipo de un caballero del rey don Pedro el Ceremonioso la bellísima donna Pilar de ACHA, lo cual fizo con admirable donosura incluso cuando los borricos de sus escuderos colocaron al buen don Ximeno Marco de Celaya los escarpines al revés, el derecho sobre el izquierdo e viceversa, lo que fue celebrado con grandes risas para disgusto de los vestidores e regocijo del público, entre el cual se hallaba un muchachico que nos fizo inteligentes e retorcidas preguntas que nosotros respondimos del mejor modo que el entendimiento nos permitió...

Acabado el acto retornamos a la campa por dexar en sus lugares las pieças de las armaduras e, de allí a poco, congregámonos para acudir al yantar, pues a lo tonto faltaba sólo una hora para nona e los estómagos nos ruxían por falta de participantes a los que dar la bienvenida. Fue la comida dispuesta en un gran salón próximo al campamento e consistió en la consabida ensalada e racho de carne de pollo con patatas (del que mis lectores ya saben lo que piensa el escribano, ¡Dios le dé mala cosecha a la patata, poco grano a las gallinas e óxido a la olla del cocido!), a pesar de lo cual dimos buena cuenta dello por non tener otra cosa e non faltar hambre para recibilla. Afortunadamente siguió al yantar, como postre, una muy sabrosa rodaja de sandía e un café con leche que aplacó mi discreto malhumor por el rancho del demonio, saliendo del comedor más templado e de mejor compostura que cuando ví el condumio de mis amores, Dios me perdone el pecado de la Gula como tantos otros que me debe passar por alto.

Abrióse la sobremesa encendiendo la primera cachimba e disponiendo maese Harry Potter también la suya, que era admirable labor de orfebre musulmán, de más de una braza de longitud, toda ella en metal e madera, que arrancó exclamaciones de asombro entre los mesnaderos, pues antes parescía el artilugio bulbosa lanza de guardia mora que cachimba de tabaco melado. Dedicáronse los soldados de ACHA a distintos quehaceres de campamento (trabajo con cuero, bruñido de metales, etc.) e, habiéndose passado ya la hora de completas, iniciamos la actividad de enseñar las artes de la esgrima a los niños de la población mientras el escribano se disponía a certificar su participatio en unos diplomas otorgados por Su Majestad el rey don Alfonso, como tal solemos fazer en aquesta actividad. De tal manera que acabando don Sancho de Antillón sus clases de esgrima, acudieron los infantes en tropel a por su diploma, viéndose desbordado el maese escribano por el trabajo de trazar sus nombres en los pergaminos con sus cálamos e tintas, que era maravilla de ver cómo a una quincena de muchachos e muchachas partiipantes en la actividad correspondían no menos de treinta diplomas escritos con donosa letra gótica, que fue ahí donde el escribano comprendió al fin el milagro de los panes y los peces, pues assí como con tan solo cinco dellos Cristo dió de comer a miles de personas, maese Enrique de Çaragoça obsequió a quince muchachos e muchachas con treinta diplomas, non rescibiendo más que uno cada uno dellos, lo cual me fizo sospechar la presenca de aprovexados entrellos, y si non que baje Dios de las Cielos e me lo explique...

(Continuará)