martes, 8 de septiembre de 2009

Crónica de Alagón - 2009 (y III)

SEGUNDA JORNADA

Observaba el amanuense el entramado de bastones e mástiles de la tienda do pernoctaba con el entendimiento algo disperso, cierto dolor en el cuello et los ojos entreceerados et tardó unos momentos en darse cuenta de que ya los pajarillos cantaban et una difusa luz blanca traslucía los lienzos del pabellón, de modo que dejóse caer blandamente al suelo et púsose de pie entre ayes e dolores de la reúma, mas ciertamente más descansado e sobre todo aliviado de haber pasado la noche entre amigos e roncas antes que entre congojas e sufrimientos.

Salí al exterior, deleitándome con la fresca brisa de la mañana e descubriendo que las voces quedas que fazía unos minutos que estaba oyendo desde el lecho pertenescían a don Sancho de Antillón e don García Romeu, el conde de Villalba, a los cuales dí los buenosdías e respondí que a la postre habíame quedado a pernoctar en la campa, ya que mucho se extrañaron de verme allí en lugar de en la oscura Sima de los Curas do me imaginaban. Tras lo qual, viendo que todos aún dormían por no ser todavía la hora de tercia, monté en mi caballo blanco e marché a la villa por encontrar una fonda do desayunarme -cosa que fize en una taberna de la villa- e tornar al Mausoleo del Terror por devolver luego las llaves de mis congojas a su dueño, dándole las gracias por sus atenciones (ya que sin duda el buen hombre creía haberme fecho un favor dándome cobijo, cosa que es de buen cristiano reconoscer).

Mas verán vuesas senyorías cómo algo tienen las premoniciones cuando a veces nos asaltan, pues entré en la Caverna para aliviarme antes de devolver la llave e, una vez satisfecho, intenté salir del antro con la misma llave, descubriendo horrorizado que la puerta non se abría por mucho que tirase de la cuerda gorrinera que ya conoscen mis lectores. El nerviosismo se apoderaba de mí sobre todo al escuxar a mis espaldas parlas en voz queda, como de salmodia de Misa Negra, mientras redoblaba mis esfuerzos con la malparida puerta, ya que a pesar de la luz que rompía la penumbra del maldito pasillo despejaba un tantico los temores e los miedos, non era plato de gusto permanescer en lugar tan poco apetecible. Rindiéndome a la evidencia, fize de tripas coraçón e me interné en las tripas de la Bestia en busca de ayuda, de modo e manera que enontré una amplia sala donde una buena veintena de hombres parescían estar celebrando sesuda reunión de graves asuntos. Con mi sayal rosa, los pelos despeinados e la llave en la mano, interrumpí el aquelarre con un educado "Perdón... ¿podría alguna de vuesas señorías ayudarme a salir de aquí?", ante lo cual, entre sonrisas de conmiseración por mi bizarro aspecto, uno de los presentes vínose conmigo, intentó también con grandes esfuerços abrir el portón del Castillo de Bram et, non pudiendo hacello, llevóme a una otra puerta donde, por fín, hallamos el paso franco e mi caballo frente a la Casa, con lo cual entreguéle la llave al caballero, díle las gracias et monté en mi corcel retornando al campamento jurándome no volver a semejante casona en lo que me quede de vida...

De vuelta a la campa, pues, narré mis vicisitudes a los ya allí reunidos (que non perdonaron nuevamente las risotadas ante la aventura) e preparámonos todos ya para la siguiente actividad, que era la apertura solemne del Mercado de Alagón, actuando un servidor de vuesas señorías como almotacén et los nobles Rodrigo de Liçana e Artal de Alagón como soldados acompañantes. Subímonos a la Plaça de la Alhóndiga en el caballo de don Rodrigo, saludamos a la organizadora del Mercado e dí con grandes vozes apertura al mismo con aquestas palabras:

"A todos los habitadores e visitantes desta noble villa de Alagón. Por mandato de su majestad el rey don Alfonso I, hoy, sábado, 5 de setiembre de 1120, día de San Victorino, va a procederse a la solemne inauguratio del mercado e zoco desta población, en el que todos podrán proveerse de cuanto hayan menester, assí sean piezas de cerámica, cestería, herrería, marroquinería, joyas, damasquinados e otras artes, como de alimentos e bebidas variadas, carnes, verduras, dulces e lamines.

E como señalan las leyes destos reinos, e para impedir que los malos comerciantes puedan fazer engaño de los sus clientes o abuso en los precios o la calidad de sus productos, manda el rey que su almotacén compruebe e testifique que los dichos precios sean acordes a la bondad de lo ofrecido, acompañado por dos soldados de su majestad, que irán de puesto en puesto inspeccionando las mercaderías e castigando con multas de hasta quinientos euros jaqueses sin que pueda existir queja ni redención a lo dictaminado por el dicho almotacén.

¡Alagoneses: sed bievenidos al Mercado de Alagón!

¡Viva el rey!"

Tras lo qual dimos una vuelta por los puestos comprobando las mercancías, preguntando su procedencia a los mercaderes e insinuando coyundas a las más bellas artesanas por evitar multas e prisiones ante el regocijo dellas, excepción fecha de una daifa oscense más fea que un estafermo e más amargada que un niño al que se niega un lamín, que nos puso tan mala cara e nos mostró tan despectiva actitud que apenas cruzamos dos palabras e non quisimos saber más della, deseándole yo en mi interior que non hallase la estúpida más cobijo en los viajes que como comerciante la esperaban que la Casa del Terror en la que me había negado a pasar yo mesmo la noche. ¡Malhayan los amargados deste mundo et encuentren en su camino los palos que se merescen, vive el Cielo!

Abierto el mercado, comprobadas las mercadería e saludados los comerciantes, toprnamos de nuevo a la campa para preparar el desfile por las calles de la villa et el combate que íbase a desatar en la plaza del castillo, de manera que habiéndonos relaxado bajo la sombra de los árboles, cargaron los soldados con su impedimenta, adereçamos estandartes e pendones, tomó el tamborilero su tamboril, formamos una buena fila de a dos e salimos muy marcialmente en donoso desfile por las calles de Alagón sufriendo el sol sobre nuestros cuerpos et metales al son del tambor e llegando tras luengo tiempo a la plaça del Castillo de Alagón, do desarrollóse la algarada entre las tropas cristianas.

Grandes aplausos despertó en el público congregado aqueste episodio, tras el cual buscaron los guerreros la sombra, saciaron su sed las aguadoras (a quienes nunca se agradecerá lo suficiente su tan importantísima como discreta e poco reconoscida labor) e, tras el descanso, descendímos de nuevo hacia la plaza de la Alhóndiga entre risas y jadeos, llegando al mercado e tomando nuevos refrescos que acompañaron a los lamines que entre todos mercamos a unos comerciantes moros que por allí se hallaban. Saludó el amanuense a una muy bella moza llamada donna Beatrix, que desde Çaragoça había acudido a Alagón por ver nuestras andanças, et marchamos luego de nuevo a la campa entonando nuevos cánticos guerreros como uno muy bravo que disce así:

En un país multicolooor
nasció una abeja bajo el soool
e fue famosa en el lugaaar
por su alegría e su bondaaad

E a la pequeña abeja la llamaron Mayaaa
la traviesa e dulce abeja Mayaaa...

E assí llegamos a la campa acompanyados por la abeja Maya (que acabó sin duda muerta de un papirotazo, la jodida hideputa), do dexaron los mesnaderos de nuevo las cotas e los gambesones en sus tendales, abriéndose un estimulante concurso para el olfato por ver quién de entrellos llevaba más sudor impregnado en la su camisa, ganando sin lugar a dudas los mesnaderos de ACHA por abrumadora e odorífera mayoría. Algo más refrescados, cambiadas las vestimentas e muy bien perfumados los pabellones (que casi me da un vahído al dexar el pellote en el de don Rodrigo de Liçana), dirigímonos al yantar en el salón del día anterior, e aquesta vez non tuvo el escribano que degustar el rancho de sus amores, mas una muy exquisita paella con su pollo e sus adereços, que estaba en verdad muy sabrosa e fue grandemente celebrada por todos, tras lo cual don Artal pidióme que extendiese dos diplomas dedicados a don Juanjo Gálvez de Alagón, nuestro anfitrión en las jornadas, e otro para las dueñas encargadas de la cocina, que mucho habían trabaxado por servirnos e grandes habían sido sus desvelos por todos nosotros. Acompañábannos en la comida los artesanos del mercado de la villa, a los que saluamos, e finalmente entonamos para todos ellos el emblemático "Se Canto" occitano para su regocijo, de lo cual me encargué yo mesmo con los mesnaderos de ACHA e Fidelis Regi en los coros, siendo muy bien aplaudidos e cerrándose deste modo nuestro homenaje a la muy noble villa de Alagón.

Tomado el postre de melón et helado e los cafés de la sobremesa, marchamos de nuevo a la campa por descansar de nuestros trabajos, de tal modo que de ahí a poco encontró el escribano el donoso espectáculo de un grupo de leones africanos sesteando averronchados a la sombrica de los árboles conformando notable estampa...

E poco más queda ya por dezir, sólo que poco antes de la hora de vísperas decidióse poner fin al evento, cambiaron los mesnaderos sus ropas por otras del siglo, comenzó l sólito espectáculo del desmontaje del campamento, cargamos nuestros jumentos, despedímonos con grandísimo pesar de nuestros buenos amigos de la Compañía del Lobo Negro -a los que non veremos ya hasta Luna, pues el próximo sábado tienen un compromiso en la encomienda templaria de Monzón, a la que non puede faltar el freyre Ximeno Marco de Celaya con su Mesnada, aunque de mil amores nos acompañarían a lo de Moyuela, bien lo sabe Dios- e regresamos a nuestros feudos en Çaragoça con el cuerpo derrengado e maloliente mas con el alma muy dichosa de las jornadas vividas, de los momentos compartidos e de la amistad estrechada, demostrándose que la nobleza de Aragón e los mercenarios a sueldo pueden perfectamente trabar bellos lazos de camaradería siempre que habiten en sus coraçones el honor e la lealtad que en otras ocasiones se cacarean sin saber qué cosa puedan ser ambas virtudes.

E como es costumbre, doy fe de lo narrado en aquestas páginas e seguiré narrando las aventuras de la Mesnada Fidelis Regi siempre que el ánimo e la salud me lo permitan, quiera el Señor que por muchos e luengos años.

En el castillo de Zufaria, a ocho días del mes de septiembre de 1119.

Enrique de Çaragoça
Cronista Maior, amanuense
e tenor solista de la Hueste Fidelis Regi.