martes, 7 de septiembre de 2010

Crónica de Peracense 2010 (3)

TERCERA JORNADA

Visitas esperadas e inesperadas

Apenas una hora antes de tercia, con el sol ofendiendo ya las paredes de tela del pabellón do intentaba reposar mi gastado cuerpo, amanesció para el escribano el día de los santos Justo e Pastor, 6 de agosto, e tras vestir el tosco sayal benedictino e fazer mis abluciones matutinas acompanyé a los mesnaderos donna Roçio Bruna, don Atho de Foces e don Assalit de Gúdal a la fonda del villorrio de Peracense, do tomamos un buen desayuno con el que calmar las hambres e retomar las fuerças que el sueño pugnaba aún por fazer suyas. E de allí a poco, antes de que pasase una hora de tercia, hallábanos de nuevo en la campa de Peracense por aprovexar un día que lucía espléndido e prometía numerosas visitas e trabaxos.

Repuesto de nuevo el pendón blanquiazul de los Urrea en lo alto de la falsatorre del Homenaje, ondeando al viento sus colores para delicia del tenente don Ruy Ximén, subióse el escribano a desempeñar su labor de capellán mientras escuxábanse con deleite los muchos sonidos que a una fortaleza de frontera corresponden: ora el tintineo del martillo sobre el yunque en la fragua, ora el rasgar de una sierra sobre la madera por construir el portón de cierre al segundo recinto, ora los gritos de la guardia indicando que todo estaba tranquilo, ora el tañir de una campana llamando al rezo de sexta, ora todo ello junto conformando una deleitosa mosica de actividades como non habíase visto en el Castillo Rojo desde que fuera abandonado a su suerte, siglos ha, por la Historia ingrata destos reynos …

Pues habéis de saber, mis señores, que todo era adereçado a plazer e que los muchos visitantes que por Peracense pasaron en aquella mañana quedaron sorprendidos e maravillados de la labor realizada por tantos e tan excelentes mesnaderos en el Castiello Rojo, de tal modo que quando los titiriteros de Antena Aragón llegáronse a la fortaleza por comprobar tales trabaxos, acompañados por don Artal de Alagón como anfitrión e guía, quedáronse boquiabiertos con las sus explicationes, con la excelente estampa de los herreros domando el fuego en la forja, la sobrecogedora autoridad del excelso sargento de armas don Assalit de Gúdal en el cuerpo de guardia amonestando a los centinelas que non cumplían derechamente sus órdenes (que el bueno de don Rodrigo de Liçana comióse unas diatribas monumentales e acongojantes por su lenidad e despreocupación en aquesta tarea, asustándose con ello a menudo tanto los infantes de visita como los propios mesnaderos que le escuxaban), el buen fazer gastronómico de los Señores del Norte en las cozinas o el fervor del capellán castrense y su acólito fray Galcerán de la Orden Hospitalaria de San Juan en la vistossísima capilla de Nuestra Señora de Peracense.

Muchas fueron las vezes queste escribano de razión e monje benedictino explicó, con el deleite docente que le caracteriza, a quien quiso oíllo qué cossa era un iconostasio (la cancela tras la cual el capellán presidía e oficiaba el secreto milagro de la Transubstanciación ocultamente a los feligreses, tal qual sigue faziéndose en las iglesias ortodoxas del oriente europeo desde el Cisma del anno 1050) o cómo era fecha la bellísima lámpara pinjante que iluminaba la estancia de la capilla, aprovexando también para orar el Ave María en buen latín eclesiástico ante la imagen de Nuestra Señora para deleite de los visitantes. Mas non es momento de soberbias, que el campamento et el castiello todo ofrecían tal imagen de belleza e mostrábase tan diestramente adereçado que don Artal de Alagón -digníssimo mantenedor de las Jornadas en su papel de adalid representante de la hueste Fidelis Regi- flotaba mui contento a un palmo del suelo sobre sus pies en mudo agradescimiento a todos quantos habíamos obrado tal milagro con el esfuerço común… Veíanse allá a los guardias compliendo su cometido, un poco más arriba los pabellones del campamento de ACHA señoreando la segunda liza, acá abajo los de Aliger Ferrum guardando la puerta de entrada como bravos e todo parescía estar esperando la llegada de ilustres visitantes, así hobiera sido el mismísimo rey don Pedro con sus caballeros e séquito desde las tierras occitanas.

Llegóse así en estas tareas la hora del yantar e tuvo el escribano la tarea de bendecir los alimentos con la sólita fórmula “Benedic, Domine, nos et haec tua dona quae de tua largitate sumus sumpturi, per Christum Dominum nostrum, amen”, tras lo qual comimos con deleite una ensalada e pollo assado en platos e vajilla de madera con cubiertos de lo mesmo, guardando fuera de la vista los recipientes modernos con premura por no romper la magia de la Historia que estábamos recreando, e tras ello averronchámonos todos bien a la sombra de las murallas, bien fumando sisha en el interior de la taberna del castillo, servida por un amable posadero aunque algo carillo de euros jaqueses, a Fe mía, mientras Germancico de Leyva sonreía a todo el mundo antes de dormir la siesta pues el calor apretaba ya más de lo que hubiésemos deseado.

E una vez fechas las ofrendas a Morfeo, volvióse de nuevo a retomar la vida cotidiana en Peracense en tal modo que retornaron los centinelas a las almenas, los herreros a la fragua, el capellán a su capilla e los cocineros a su horno hasta que bien llegado el crepúsculo, preparámonos todos para la entrada del noble caballero don Ximén Cornel en el Castillo Rojo.

Tras ella todos en buena armonía dispussímonos a dar buena quenta de la cena, que fue de lasaña e embutidos a la brassa, todo ello bien bendecido por el pater capellán, como al mediodía, et que fue degustado con grande deleite por los mesnaderos. Tras lo qual fuimonos de nuevos dispersando por la campa, retrayéndonos a la taberna del castiello et algunos ya a los sus pabellones, rendidos por el cansancio, a la espera de un nuevo día preñado de acontescimientos.

E así los dexaremos por el momento, como yo mesmo a vuesas senyorías…