lunes, 27 de diciembre de 2010

Crónica de la Marató 2010 (y 5)

TERCERA JORNADA (ET POSTRERA)
"Mira, mama... ¡Una castanyera!"

Amanesció el día de San Hermógenes, domingo, 12 de diciembre, muy limpio e soleado como los anteriores, si bien con tempero algo fresco e los mesnaderos levantáronse de los catres poco antes de la hora de tercia, vistiendo sus ropas et faziendo sus abluciones para luego baxar al refectorio por desayunarse igual que el día anterior. Aquesta vez eran un poco más animados los rostros et los modos, pues la noche había sido algo más larga que la anterior e los cuerpos andaban descansados, pero aún assí faltaban nuestras inyecciones de cafeína "expresso" et lamines para despertar del todo. Dímonos los buenos días, salímonos al tempero del exterior por despejarnos completamente et de ahí a poco començó de nuevo a cobrar vida la Marató disponiéndose los armeros e preparándose las lizas para el tiro con arco et los juegos varios mientras ya por la puerta del albergue asomaban tímidamente los primeros visitantes una hora antes de sexta. Llegáronse por entonces al campamento de la Marató unos titiriteros armados de extraños artilugios que dixeron seer de la TV local de Vilafanca, e allá les estuvo atendiendo maese Jaume Montull e luego yo mesmo, pues díxeles que podrían grabar buenas imatges en la capilla del campamento con el monje orando ante la talla de Nuestra Señora, cosa de la que quedó el muchachico muy satisfecho et yo más, máxime cuando la mesma oportunidad ofrecí a una muy hermosa dama que por allá se pasó con sus cámaras e artilugios del Diablo et que también robó mi alma con ellos, cossa que non me importa porque hace ya mucho que la tengo perdida por mis muchos pecados et malsanas inclinaciones, assí que de perdidos al río.

Poco passaría de la hora de sexta cuando ya nos preparamos todos para una segona edición de la batalla entre las enfermedades et los medicamentos, no sin antes tener que adelantar un poco las vallas de protección de los curiosos espectadores pues algunos desaprensivos habían aparcado sus camellos demasiado cerca dellas e non había espacio do posarse para contemplar la lid cómodamente. Fecho lo qual passamos ya a la batalla propiamente dicha, que fue similar a la del día anterior, con don Ioan de Ancheta liderando a la Marató et don Ruy de Urrea a la Sífilis y demás maladías, acabando con lucido combate entre la Gonorrea y el Paracetamol que, aunque acabó con la derrota de éste, dió lugar a una carga salvaje de las encoraginadas enfermedades que, a la postre, fueron vencidas por el Ibuprofeno, el Nolotil y el Frenadol capitaneados por el doctor Ancheta, quienes cortaron de nuevo la cabeza a don Ruy de Urrea, que debía seer el Cáncer a lo menos, et que vio perderla por segunda vez, cosa que no es de preocupar porque un ricohombre de Aragón como mi señor de Urrea tiene cabeza suficiente para perderla media docena de veces... Et non digo más.

Tras la batalla, que a juzgar por los comentarios había resultado mucho más lucida que la del día precedente, y ello a pessar de la pérdida de la punta de la lanza del Paracetamol, que resultó ser de calamina e más falsa que un sueldo jaqués de madera (la punta de la lanza, digo, no el Paracetamol), procedimos a continuar con las actividades, que ya digo questa Marató iba a resultar agotadora para muchos, et la recaudación de fondos. Et era la siguiente un vestir al caballero del que se ocupó ya complidamente maese Pero Maça sin que el escribano metiese la pata, teniendo en cuenta además que maese Atho de Foces me había recordado lo del esparadrapo minutos antes de la actividad, a pesar de lo cual hubo de meter baza el escribano para bendecir al caballero antes de entrar en combate, que antes se congelará el infierno que cierre la boca el parlanchín del monje... E tras aquesta nueva muestra de soberbia, mientras paseaba después el monje escribano altivamente su gallardía por el campamento, saliendo a la calle por sorprender a los transehúntes, como suele dezirse "más bonito que un San Luis"con su sayal negro benedictino, su capa de lana et su capucha e bastón, bajáronle a la tierra las palabras de una niñica que paseaba con su madre, et que al verme de tal guisa e porte dixo en parla catalana:

"Mira, mama... ¡Una castanyera!"

Lo qual dexome un poco corrido de vergüenza et me recordó que subirse a la parra tiene el inconveniente de que aluego hay que bajarse, aunque sea a pedradas. E bien que me bajó, la cría del demonio, que a partir de entonces mis compañeros non cesaron de pedirme un par de docenas de castañas calenticas, los muy carnuces, con grande grita de risas e cachondeo... Marché al campo de tiro con arco por distraerme un poquico et disparé unas cuantas flechas (a escondidas de mi señor de Urrea, que no gusta destas aficiones entre sus siervos) con diferente fortuna con un arco de 45 libras prestado por maese Xabier Bernadí.

Mas olvidemos el incidente tontorrón et sigamos narrando algo que puede parescer lubricidad e fijación psicótica mas debe también consignarse en aquestos pergaminos que toda la verdad recogen, et fue tal que por entonces vido el escribano en la taberna de la Marató un hermossísimo trasero femenino forrado de cuero e acompañado de luengas piernas por abajo et sugerentes espaldas et dorados cabellos por arriba, todo lo qual me fizo olvidar durante unos minutos el asunto de la castañera. Mientras mis ojos se quedaban prendidos de esos pantalones tan bien guarnecidos el resto de mí entró en el albergue, do maese Assalit de Gúdal fízome notar también la presencia de la dama con grande admiración et díxele que también yo la había sentido et que estaba el pandero como para tocar villancicos en él, (¡Jesús, María y José me protejan!). E non paró ahí la cosa, sino que en saliendo de nuevo al exterior dirixíme a la dama diciéndole con galante sonrisa: "Me gusta mucho ese pantalón, pero non resulta apropiado para la castidad de un monje... ¡A ver si voy a tener que aplicar excomuniones en aquesta Marató!", lo qual fizo reír a la dama, que al parecer era familiar de los arqueros de Arcoflis e comió con nosotros et otras daifas que la acompanyaban, alegrándonos la vista sobremanera.

Pues habéis de saber que a lo tonto érase llegado ya el momento de la pitanza, que en esta última ocasión fue de fideuá como primera vianda, pollo relleno con jamón dulce y queso como segunda et postre de pastelillos de yema e chocolate, finalizado todo con un cafecico expresso como colofón. Et como ya dixe varias veces que los yantares fueron dignos del Olimpo, non credo necesario ponderar también aqueste. Finalizada esta última comida e felicitados loa anfitriones por ella, abrióse de nuevo campo para el relajo hasta casi la hora de vísperas, en la qual teníamos programado un nuevo vestir al caballero et un cuentacuentos. Pero antes volvimos a tener la visita de maese Martin de Praga, que traxo su cachimba e invitónos a pasar un ratejo con él, si bien la situación no terminaba de ser cómoda para mí e para el descabezado don Ruy de Urrea por el escaso dominio que el muchachico tenía de la parla espanyola, pues llevaba apenas tres meses en Catalunya et entre el castellano, el catalá, el alemán y el checo debía tener el pobre en su cabeza un Babel más tremendo e confuso que el bíblico...

Ya languidecía la tarde e algunos mesnaderos (la Milicia de Rioiia, los arqueros de Arcomedievo, el mesmo don Ruy de Urrea -preocupado por la salud de su esposa- e don Ximen Cornel) se despedían e partían hacia sus respectivos casales cuando tuvieron lugar las últimas actividades de la tarde, como dige más arriba. Trabóse primero exhibición de combate entre caballeros de ACHA e Fidelis Regi, fízose aluego el último cuentacuentos por parte del escribano, que relató a una pequeña tropa de infantes la historia del Hijo del Zapatero (non confundir con personajes políticos del siglo, que non hi han nada que ver) et la de los Sagrados Corporales de Daroca congrande deleite para los espectadores. Mas ya entonces bullía todo el campamento de actividad, pero esta vez para su desmonte, que ya las armas estaban siendo cargadas en los jumentos, los pabellones vueltos de nuevo a tierra, las ropas cambiadas por otras más cómodas et començaba el tiempo de los abrazos, besos, apretones de manos e despedidas. Estrechamos cuerpos e manos muy efusivamente, felicitando a los anfitriones por sus desvelos e prometiéndonos encontrar todos de nuevo al pie de la Escaleras de los Amantes en Teruel, el próximo mes de febrero...

Poco más queda por contar... Recorridas las salas del albergue et las campas exteriores por ver si algo nos dexábamos, montamos don Xavier Polo, don Luis Gominolo, don Assalit de Gúdal e yo mesmo en el caballo del primero e tomamos camino hacia Çaragoça en medio de la noche, deteniéndonos en un fondaco de Los Monegros para cenar (ya que don Assalit no disponía de condumnio en sus posesiones zaragozanas e quiso tomar un piscolabis de camino a casa) para disgusto de don Atho de Foces, que ya era llegado al castillo Fidelis en Çaragoça e nos esperaba para descargar enseres en él. Yo, por mi parte, detuvíme a la entrada de la ciudad para tomar a mi vez mi propio jumento e regresar a mis tierras en Zufaria con el cuerpo derrengado más el ánima muy complacida, contenta e dichosa de las tres magníficas jornadas passadas en compañía de las grandes mesnadas de la Corona de Aragón et los castellanos de Rioiia en Vilafranca del Penedès et para una tan noble causa como la de la Marató.

E assí, como lo he contado, fue como sucedió et como lo continuaré narrando todos los años que Dios tenga a bien concederme de vida et en todos los eventos a los que la hueste regia sea convocada.

En el castillo de Zufaria, a 15 días del mes de diciembre de 1210, festividad de San Urbez de Nocito.

Enrique de Çaragoça