sábado, 1 de agosto de 2009

CRÓNICA DE ANENTO - 2009

CRÓNICA DE LAS GOYOSAS JORNADAS QUE LA HUESTE FIDELIS REGI ET LOS SUS CAMARADAS PASSARON EN LA VILLA DE ANENTO, EN LA SESMA DE GALLOCANTA, POR MANDATO DEL REY DON PEDRO EL QUARTO DE ARAGÓN E AL SU SERVIZIO


Narrada como quiere la costumbre por el Cronista Maior dom Enrique de Çaragoça, que a ellas assisitió e mal quebrantado quedó mas de muy buen grado, como se verá...


In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti, amen.


PRIMERA JORNADA


Hállome nuevamente aquí, mis muy amados lectores, por mostraros cómo se transcurrieron las jornadas que los pasados días 24, 25 et 26 de Iulio deste anyo de 1357 protagonizaron la Mesnada Real e sus camaradas más fideles en la villa de Anento, a escasas doze leguas de la ciudad de Daroca, donde habíasenos convocado por petitio del Concejo de la misma e por orden de Su Majestad el rey nuestro señor don Pedro el Quarto de Aragón, por buen nombre conoscido como "El Ceremonioso" o "El del Punyalet", que anda en estos tiempos en guerra contra Castiella e mandó refuerzos al valle del Xiloca por temer añagaza, algarada o asalto del infame castellano, el otro Pedro llamado "El Cruel" por sus enemigos. E non andaba equivocado el monarca aragonés, como comprobarán vuesas senyorías, pues estando tan próximo el camino hacia Castilla desde Daroca (a la que el felón castellano non pudo tomar), son los castillos desta sesma del reyno lamines muy apetecibles para la ambición de nuestros adversarios.

Mas déxate de preámbulos, escribano del demonio, e cuenta a tus lectores que abandonaste tu señorío zufariense la mañana del viernes, 24 de Iulio, día de Santa Cristina, dirigiéndome a Çaragoça por mercar un buen jamón aragonés, unos quesos e pan en abundancia antes de marchar a la fortaleza do los fideles del rey guardamos pabellones, lanzas, mensas et escudos e cargallos en una grande carreta que al efeto dispusimos con su carretero, de modo que con la su ayuda et la de los senyores e damas don Sancio de Antillón, don Ximén de Urrea, donna Ana de Luesia, don Atho de Foçes, donna Luisa Magistra (que non pudo acompanyarnos) et donna Roçío Bruna bien pronto anduvo todo adereçado para la partida, que se produjo unos minutos passados de la hora sexta, todos muy contentos e felices de poder servir al rey en Anento.


Tomamos, pues, el Camino Real mas don Atho de Foçes et el resto de camaradas fideles decidimos fazer un alto en el camino a la altura de Carinyena, pues que habíamos salido de las tierras caesaraugustanas sin yantar et andaban nuestras tripas un tantico huérfanas de viandas, así que detuvímonos en un caravansar próximo al camino et dímosles apellidos con buenos calamares, et tortillas variadas et otras morrudencias a las cuales se sumaron en el trasiego don Atho de Foçes, donna Roçío Bruna, don Ruy de Urrea, donna Ana de Luesia, el carretero, que dixo llamarse Jorge (a lo que recuerdo), e yo mesmo, quedando todos los seis comensales muy animosos e contentos et continuando el camino hacia Anento muy de seguido.


Mas antes de arrivar a la villa aún hubo occasión de chanza en el camino, pues cabalgando muy reciamente en mi corcel albo pude ver que tras de mí corría un otro caballero que non era don Atho de Foçes sino un desconocido al que non pude identificar pero que me seguía como quien dize oliéndome el culo (que ya son ganas), de tal modo que tirando de las riendas refrené mi montura a la espera de que el dito caballero me adelantase, cosa que non fazía sino antes bien él mismo reducía también la velocidad de su cabalgada, dándome yo a los mil diablos de aquél insolente patán que se obstinaba en lamerme las entretelas sin querer adelantarme e seguir su camino en buena hora. Como palo de gallinero puse al pobre plebeyo con mis exabruptos, ya que me impedía observar si don Atho et su prometida seguían a mi zaga o se habían perdido como suelen. E assí siguió la chusca situación hasta que, exaltado e nervioso ante la actitud del insolente caballero, abandoné el camino real en Romanos, equivocando el lugar (pues el camino hacia Anento passa por Lechón, unas leguas más adelante) e comprobando que aquél hideputa seguía obstinadamente mis pasos cual si lo llevase atado con cadenas.


Mas... ¡Ay, cuánta paciencia debería tesorar mi ardiente ánimo e cuántas lecciones de vida quédanme por aprender! Pues apenas apartado de la calzada real, el caballero que me seguí hízome un saludo alegre, cayendo sólo entonces yo en la cuenta de que se trataba de nuestros queridos amigos arqueros de la Flor de Lis, es decir, don Jaume de Montull, donna Elisa de Montserrat et don Ioan de Ancheta, los cuales me seguían desde Carinyena por no conoscer ellos tampoco el camino hacia Anento. E tras ellos, por supuesto, cabalgaban don Atho de Foçes e su prometida donna Rocío. Muy corrido quedé de mi menguado entendimiento, mas aclaróse el enigma y entre risas et disculpas desanduvimos lo andado, regresamos al camino real e llegamos finalmente a Anento unos veynte minutos después, apenas media hora antes de vísperas...


Llegamos, pues, a la villa de Anento, que es un muy bello e recoleto lugar de apenas un centenar de almas, los cuales habitan al abrigo de una recia fortaleza que se halla sobre una roca señoreando la población, cuyo casar esconde rincones en verdad muy bellos e íntimos, e fermosos a plazer. Hay en sus alrededores una alberca que dizen "El Aguallueve", muy apropiada quando los calores del estío aprietan, e non digo más desto pues más tarde habrá occasión de comentallo por lo menudo. Hay también en la villa una plaça muy fermosa, et cerca della un parque murado en su derredor, et en ese parque estaba dispuesto que iban a plantar sus reales los guerreros, et alçar pabellones, cosa que començamos a fazer muy de seguido apenas descargamos las faltriqueras de nuestros corceles, e muy contentos pues en verdad que era paraíso digno de Adán y Eva antes del Pecado Original, muy asombrado e fresco, sintiéndose en él una beatífica brisa que faltaba en el resto de la villa e non se cataba fuera del jardín arbolado que digo.


Començó, pues, la sólita tarea de levantar tiendas e pabellones, non sin que la mesnada Fidelis Regi hubiese de repetir la tarea de montar uno dellos hasta dos veces por haber equivocado los mástiles et los tirantes para la correspondiente tela, dándose los Fideles por ello a todos los demonios. Sucedió assímesmo que los arquers de la Flor de Lys había olvidado en sus feudos catalanes el mástil de su pabellón, por lo cual cedimos ghustosamente los Fideles uno de los nuestros a los buenos amigo de Arcoflis, usándose entonces como pabellçon de refresco un muy lustroso remolque que al corcel de la hueste arquera habíase venido atado, remolque que a pesar de no servir como alojamiento -por su mucha estrechez- sí podía cumplir la tarea de almacén, como assí lo fizo en todos los días que passamos en Anento.


Poco a poco fuéronse llegando a la campa arbolada el resto de los mesnaderos que allá iban a sentar pabellones y que, unos antes e otros después a lo largo de las jornadas anentinas, fueron los ya dichos guerreros de Arcoflis, e los Fideles Regi antedictos más don Artal de Alagón, don Gombaldo de Tramacet, don Lope Ferrench de Luna e don Rodrigo de Liçana (que nos acompañaron con su siempre gratísima presencia tan sólo unas horas entre el sábado et el domingo, llegando tarde et partiendo pronto para nuestra desdicha), echámndose a faltar la figura del gran don Ximen Cornel, que barrunto yo que anda preparando algo para lo de Peracense. Acompañáronnos también en la campa los soldados de ACHA y la Compañía del Lobo Negro con don Ximeno Marco de Celaya, don Hernán Pacheco, la Niña de los Peines, donna Maienca, don Celestino Carrecedo et otros muchos companneros que fueron acogidos e saludados con grande alegría en el encuentro. Et también rescibimos a los Señores del Norte Iparreco Iaunac, don Fortún de Ayala, don Íñigo López de Mendoça et su dama, assí como don Rodrigo Ortiz de Zárate, nuevo caballero de la hueste Iparreco. Por allí anduvieron también don Lázaro de Leyva et la su donna Lourdes, en estado no de buena sinon de buenísima esperança (tanta que en algún momento temí que la campa se viese aumentada en un miembro más en un descuido cualquiera), et incluso donna Raquel Esteban con una su amiga llamada Lorie o algo parescido (que hablaba una parla multo extranya e decía ser procedente de un lugar llamado Guasintón o algo así, aunque era moça bien recia e de non malas hechuras para un buen relajo, disimulen vuesas senyorías), todas las cuales personas sumaban más de la cincuentena, et todos fuimos saludados e saludamos et la alegría del encuentro e la camaradería de viejos companneros de armas nos advirtió de que las jornadas anentinas podían dar comienzo sin preámbulos.


Mas la tarde se dedicó a montar campamento, que quedó en verdad mui lucido e fermoso, visitar el fondaco donde íbamos a pernoctar algunos de los guerreos e damas (donna Lourdes et donna Isabel, por ejemplo, además de yo mesmo, que non tengo cuerpo para las durezas de la tierra) e preparar una cena en la que lo aportado por cada grupo de mesnaderos fue más que suficiente para fartarse y aún sobrar para varios días, que era un primor el trasiego de longanizas, quesos, boquerones, jamón, empanadas, chorizos y otras mil viandas regadas con agua, vino especiado, sangría e otros espiritosos que alargaron la sobremesa durante varias horas, con la degustatio de las inseparables sishas de tabaco moruno que siempre nos acompañan, hasta el punto de que no antes de las cinco de la madrugada retiráronse los últimos mesnaderos a dormir (yo entre ellos), passando unos muy buenos momentos con don Ximeno Marco de Celaya et otros companyeros e damas de la hueste del Lobo Negro que rieron muito de nuestros chascarrillos, disfrutaron de mis historias et incluso paseamos a la luz de la luna por desentumecer los miembros de tanto rato sentados en las mesas do habíamos degustado la cena, topándonos con algunos anentinos que parescían haber bebido mucho más de lo comido pero sin consecuencias desagradables, a Dios Gracias.


E assí dormidos en sus pabellones e sus tiendas dexaremos a los soldados e sus damas hasta la mañana siguiente...

SEGUNDA JORNADA


Lanzó al aire su canto el gallo como suele cada nuevo amanecer (e Dios nos pille confesados si un día non lo faze) e levantóse del catre el escribano bastante perjudicado del mucho trasnochar, el mucho calor et el poco dormir, de modo que habiéndome fecho responsable de las llaves de nuestra habitación en la fonda (cosa que me trajo loco durante todo el día, pues muchos fueron los soldados e damas que pidiéronmelas para recoger enseres o dormir la siesta en los catres) e habiendo prometido a la daifa que della se cuidaba assistir al desayuno antes de media hora pasada de tercia, lleguéme tarde con la cara a medio lavar al comedor del fondaco cuando todos los mesnaderos habían ya dado los buenos días a sus tripas con café, lamines y otros mejunjes mañaneros, de modo que mal comienzo tuvo la mañana al rescibir de la donna que digo un amable rapapolvo por mi mucha tardança, mas el hombre propone pero Dios dispone, e dispuso Dios que mi primer despertar en Anento fuese un tanto precipitoso...


He de dezir, antes de continuar, que para non faltar al inocente orgullo que me caracteriza estrenaba vuestro escribano en Anento nuevas vestimentas como son túnica nueva de lino primorosamente bordada por mi amantísima mater e pellote de seda verde, pesada de hilos e con una fermosísima caída hasta los pieses, muy ricamente trabajado por donna Roçío Bruna et la su madre, damas a las que quedaré eternamente agradecido por ello. E aunque la túnica, siendo de lino crudo, queríala granate por ser color muy nobiliario, tras los muchos tintes e lavados para fijallos quedó de un color rosado que me paresce muy fermoso, pero que non me libró de ciertas chanzas a propósito de la color de la túnica, tachándoseme en alguna ocassión de "Fidelis Gay", sea esto lo que fuere, por parte de algunos mesnaderos dados a la habladuría. Añádase a ello que lucía el escribano en su cara dos marcas de arañazos, fechos Dios sabe cómo, de manera que multas vezes fui preguntado por ello, llegando a tal punto el cansancio de vuestro cronista por la pregunta de marras que al final cada vez que era cuestionado por los dictos arañazos llegué a responder que el gato era mío y me lo benefiziaba cuando me plazía, poniendo deste modo punto en boca con una sonrisa e aún carcajada a los graciosos que tanto se chanzeaban de mi rostro...


Baxamos, pues, los soldados e civiles a la campa del parque arbolado encontrando en ella todo ya dispuesto para nuestras primeras actividades, que fueron ponernos nuestras mejores galas guerreras, dar un pequeño muestrario de combate con espada de mano y media e con espada simple e broquel entre algunos caballeros durante la espera del desfile, concentrarnos en la plaça próxima al campamento e pasar revista a las tropas convocadas en Anento, cosa que fizo micer Lázaro de Leyva (cuya tienda e vestimentas despertaban sana envidia en todos los presentes por lo lucido e bien dispuesto dellas) e concluyó micer Ximeno Marco de Celaya, dando como resultado la presencia de las huestes antedichas más los soldados de la Milicia de Anento, las Huestes del Sobrarbe bilbilitanas, los freyres de la Orden de San Jorge de Alfambra e los gaiteros de Gordobordón, que amenizaron en consiguiente desfile por las calles de la Violla con sus sones, lo cual agradescí sobremanera porque ya sabrán vuesas senyorías del hartazgo que los mesnaderos tenemos del son de los tambores Heráldicos de Caspe, de manera que fue un alivio escuchar temple de gaitas en lugar de monótono e cansino parchear de atambores.


Duras fueron las bajadas e sobre todo las subidas por las calles de Anento, cargando con el estandarte de la hueste real e seguido por los muchos guerreros pertrechados con sus placas que ornaban el desfile, despertando en mí tanto el cansancio por mis propias e orondas carnes como la lástima por los muchos calores que la armadura produce en quien la lleva, que buscaban los pobres soldados la sombra de las casas como los perros en agosto. Cerca de una hora duró el suplicio, vive Dios, tras lo cual descendimos de nuevo a la campa de mis amores e a su frescura, despojámonos de vestiduras, ahogámonos en agua más o menos freda (que el calor del estío non permite muchas alegrías en lo tocante a las temperaturas de los alimentos e bebidas), tocó donna Ana de Luesia su dulzaina muy fermosamente, fumamos un poco de nuestras sishas morunas e preparámonos para desarrollar los talleres de escritura, a mi propio cargo; de reparación de cota de mallas, sabiamente explicado por micer Atho de Foçes; de trabajo con cuero (que non "en" cueros, cosa que habría sido mucho más llamativa mas poco decorosa), del que se ocuparon algunos mercenarios de la Compañía del Lobo Negro; de danzas medievales, dirigido por donna Raquel Esteban (que danzó tan bellamente como ella suele); de esgrima para infantes, obra de don Sancho de Antillón et los Fideles Regi, e incluso de tiro con arco, del cual se ocuparon los ballesteros de Arcoflis.


He de añadir que a aquesta hora tuvo vuestro escribano la entrañable visita de su hermana, su cuñado e sus sobrinicos, que nos acompañaron durante toda la jornada e mucho disfrutaron della, pues mi hermana Susana non quiso dexar passar la ocassión de bailar con las damas de Raquel Esteban e los pequeños con el su padre visitaron también nuestros talleres quedando muy impresionados de lo visto et explicado.


Mucho fueron disfrutadas, pues, aquestas actividades por las buenas gentes de Anento e otros amigos e camaradas que tuvieron a bien visitarnos, entre los cuales se encontraban don Ignacio e su donna, de la Militia Concejil de Rioiia, que venían de la próxima ciudad de Daruqa e a los que saludamos con grande efusión, assí como a don Lope Ferrench de Luna e don Rodrigo de Liçana, que también parescieron por la campa a tal hora, e participar dellos en el campamento, mas a poco fízose la hora del yantar que fue, como siempre suele ocurrir, de ensalada aliñada con aceyte e vinagre et un plato de lentejas con tropezones realmente sabrosos, aunque ya saben vuesas senyorías que el escribano es de los que "de lo que come el grillo, poquillo". Durante la comida pudimos ser testigos de un chungo episodio, pues el caballero Hernán Pacheco sentóse malamente en un taburete e acabó con los sus güesos en el suelo sin mayores consecuencias que las chanzas de los sus compañeros, que clamaron una curiosa salmodia algo así como "¡Herni-torrinco, Herni-torrinco!" que debe ser pseudónimo usual entrellos pero que arrancó carcajadas en todos para desdicha del accidentado... Bien digerido fue, no obstante, el yantar tras el cual abrióse un momento de calma e relajo en el que algunos mesnaderos tumbáronse sobre la hierba por dormir la siesta, vuestro escribano aprovexó para escrebir e dibuxar con los sus cálamos e tintas en un pergamino et donna Roçío Bruna et otras damas e caballeros dirigiéronse al Aguallueve que dige al principio por tomar baños con que refrescar sus cuerpos et disfrutar del bello e paradisíaco lugar.


E permítanme mis lectores apuntar que viendo a donna Roçío (cuya belleza alguna vez he ponderado en estos mis escritos) marchar al Aguallueve con una prenda en sus manos conoscida como "bikini", dime mil cabezazos contra las rocas luego de su partida por ser tan menguado e botarate de haber perdido la oportunidad de ver a Venus salir de las aguas con tan magras vestimentas en el esplendor de la juventud de una muger bella, pero la modorra de la calima de la tarde clavó mis pies al suelo y mi orondo culo al asiento e la ví partir sin más, que la calor es mala compaña para el ejercicio et el Aguallueve estaba demasiado lexos para hacer desfiles a hora tan poco apetescible. Arrepiéntome mucho agora dello, pero ya saben vuesas señorías que a la Ocasión la pintan calva y que hay que tomalla por los pelos e cuando viene de cara, e aunque más tiran dos tetas que dos carretas era mucho el volumen del escribano para que las de donna Roçío me alzasen del sitial, maldita sea mi estampa...


Passada la hora de vísperas, con todo el mundo despierto más algo amodorrados todos, llegóse el momento de nuevas actividades como fueron la lectura del pregón de las fiestas medievales de Anento, leído por un noble anciano caballero de aspecto distinguido pero que me recordaba un tantico la frase "dices tú de mili", non sé por qué, et la lectura del romance intitulado "Atacó Castiella a Anento" el qual, modestias aparte, siendo obra de vuestro escribano e ganador del concurso convocado al efeto por el concejo de la villa, leí yo mesmo dándole la adecuada entonación, viéndolo plasmado en pergaminos e quedando todos los audictores muy impresionados del, de modo que rescibió fuertes aplausos del público reunido en la plaça donde tuvo lugar la lectura.


Procedióse luego a la habitual parafernalla de vestir a un caballero con ropas e armas del siglo passado, lo que fizimos en la persona de don Lope Ferrench de Luna, et otra con placas et pertrechos del presente, de lo qual se ocuparon las huestes de ACHA en la persona del soldado don Ximeno Marco de Celaya, quien despertó grande lástima en mi cuñado don Ioan de la Cruz que tuvo a bien mercar una pinta de cerveza bien fresca para que el pobre mercenario non se deshidratase, pues tal parescía al ver la color bermella de su rostro et los chorros de sudor que dél emanaban.


Mucho fue aplaudido el buen soldado que tan gallardamente se presentó a la multitud congregada, mas ya se aproximaba el asalto al campamento de los mesnaderos de Pedro el Quarto e, como suele ser costumbre, fui yo también el encargado de narralla mientras los asistentes a las jornadas terminaban de ver el espectáculo ofrecido por Les Rubitos (que depués de su reciente escisión ha quedado reducido a "Le Rubito" con tan mala fortuna que ni aún el nombre le quadra, pues es el caballero bastante calvo e greñudo como para entrar en detalles de color piloso). Revestidos con sus placas, formados los bandos adversarios e dispuestas las medidas de seguridad pertinentes para evitar malos quebrantos entre el público, inicióse la batalla que fue como sigue:


Nervio y ansia se apoderan del campamento aragonés al recibirse la noticia de que han sido avistadas las tropas del cruel castellano en la rambla que conduce a la villa de Anento. De pronto escúchanse cuernas de combate e una nutrida hueste formada por arqueros, lanzadores de fustíbalos et caballeros enchapados se aproxima con grandes gritas a la campa do los soldados de don Pedro el Quarto se preparan para defendella. Llega el capitán castellano a los límites de la misma e ordena muy de seguido que el arquero dispare sus flechas sobre el muro de escudos aragonés, tras lo qual -sin dejar heridos con sus malas artes- los fustibalarios toman posiciones e lançan tres buenas andanadas de piedra que non tienen mayores consecuencias sobre los nuestros...


Pero para sorpresa de los atacantes, disponen los aragoneses de tormentaria con la que responder al asalto: desde una atalaya dispárase un cañón cargado de metralla e pólvora e los malditos fustibalarios de Castilla caen muertos sobre la tierra en un "amén, Jesús" sin que nada puedan hacer por evitar la masacre. Encendido de ira al ver a los suyos muy mal feridos por los suelos, ordena el capitán ataque general al grito de "¡Castilla, Castilla, Castilla por don Pedro!" al que responden los nuestros ¡San Jorge, Aragón, Aragón, Aragón!". Lánzanse así a la vorágine Castilla y Aragón, crúzanse espadas, resuenan los toques sobre las placas metálicas en horrísono concierto de golpes de mano y media, disfruta como puerco en lodazal micer Ioan de Ancheta, arquero catalán que ha trocado por primera vez el arco por la armadura, el yelmo e la espada, e toda la campa se hace liza de combate.



Los castellanos son duros guerreros que luchan con denuedo e coraje. Además, están bien dirigidos por un bravñísimo capitán que despacha golpes como mazazos sobre las carnes de sus adversarios. Pero los castellanos non recuerdan que tienen delante a aragoneses, un bocado demasiado duro para sus paladares. Poco a poco se hacen los nuestros con el control del campo y en apenas unos minutos una docena de cuerpos castellanos quedan pudriéndose al sol de la tarde en espera de sepultarlos con el decoro que merece un cristiano.


Pedro el Cruel de Castilla rabia de impotencia. Anento es aún una villa aragonesa gracias a sus fieles soldados.


Poco supo el sabor de la sangre a la multitud congregada, por lo cual continuáronse los combates con exhibiciones individuales que fueron muy aplaudidas por todos. E como ya la noche íbase cerrando e la hora de la cena se nos echaba encima, dirigímonos todos finalmente al lugar provisto por el concejo de la villa para degustalla, teniendo los mesnaderos que esperar un buen rato para ello por ser preciso presentar credenciales a los alguaciles antes de ser servidos los platos. Disfrutamos assí los congregados de un esquisito melón con jamón, unas costillicas de cerdo adobadas que estaban para tratar a Jesucristo de tú a tú (comida bien cristiana, vive Dios) e un extranyo postre dulce de higos con chocolate blanco (a lo que me paresció) que también fue largamente disfrutado por la hambrienta hueste, regado todo ello con buen vino e agua para quienes tenemos reticencias en catallo. Mi hermana, cuñado e sobrinos -jovencísimos infantes que se portaron inmejorablemente e disfrutaron sobremanera del evento las horas que en él passaron- cenaron con nosotros por haber sido invitados por su tío e muchas fueron las felicitaciones por tan excelente yantar, que nos entonó tanto o mejor que donna Ana de Luesia a su dulzaina.


Acabada la cena mi familia regresó a sus tiierras en Çaragoça e los mesnaderos regresamos a la campa por alargar la sobremesa con una fumata general de sisha moruna (tal como la que yo mesmo fumo agora mientras escribo estos pergaminos), rescibiendo entonces la siempre grata e non pocas veces polémica visita de don Alfredo de Dracontis et don Héctor Coeurnoire, miembros de los Monteros del Rey que en Daroca campaban e que habían venido por saludarnos et entregarnos el Santo Grial que en sus manos estaba para poder ocultallo de nuevo en Peracense dentro de pocos días. E fíxen vuesas mercedes atención en que digo polémica porque tras los saludos, los parabienes a don Alfredo por su reciente recuperación de fatigosa e alarmante enfermedad et las chanzas que toda reunión de soldados conlleva, comenzóse un debate acerca del asociacionismo, las federaciones e non sé qué contubernios más que acabó por cansar a los mesnaderos de modo que tras unas horas de intenso e apasionado debate cerróse el mismo et dispusímonos a regresar a nuestras yacijas, que los cuerpos clamaban por sus derechos y esa nocte tenía yo necesidad de dormir más horas que la precedente.

De modo que cerraremos deste modo la segunda e agotadora jornada a la espera de que cante el gallo de nuevo saludando a la tercera e postrera dellas.

TERCERA JORNADA


Terrible sorpresa esperaba al escribano cuando abrió los ojos la mañana de San Joaquín e Santa Ana (que ya la noche anterior habíamos felicitado todos a donna Ana de Luesia por su onomástica) pues descubrió que de los muchos gritos e palabras del anterior día su voz habíale abandonado dejando en su lugar un estertor ronco como de corneja, e pensando en lo mucho que aún le quedaba por dezir preocupóse sobremanera el escribano, mas sin demasiada razón, puesto que apenas unos minutos después del desayuno (que esta vez sí fue degustado a su hora et con los sus companneros) la su voz paresció regresar a su garganta et pudo de nuevo articular palabras inteligibles. Y he de apuntaros que si aquesto non hubiera ocurrido assí, en verdad hubiese sido grave quebranto para mí, que tan poco gusto del fablar, del cantar e del reír, como bien saben mis lectores...


Repuesto del susto et con la voz más o menos en condidiones, regresamos de nuevo a la campa que ya conoscemos et ganduleamos un tiempo puesto que nuestra siguiente actividad aún habría de tardar unas horas. Horas que, ya podrán imaginar vuesas senyorías, gastamos en fumar nuevas pipas de agua (¡menguado sea el escribano, con la voz recién recuperada, que non tardó en echarle más leña al fuego que la consumía!) et charlar a modo mientras donna Ana de Luesia desgranaba las notas de un bello son popular con su dulzaina e los mesnaderos aplaudían a rabiar la ejecución de la bella dama.


Mas... ¡Oh desmemoriado cronista, qué poco favor tienen tus servizios si olvidas al más importante de los Fideles Regi! Porque habéis de saber que con nosotros se hallaba desde el primer día el bueno de Draco, el fidelísimo can de los señores de Urrea-Luesia, que se portó tan bien como suele aún cuando los infantes anentinos non dexaban de provocalle con palos que le lanzaban e aún golpeándole con ellos en la cabeza, con magra fuerça mas con evidente molestia, lo cual encendía el ánimo del señor de Urrea hasta el punto de proponer por lo quedo coger a los infanticos e colgallos de un árbol por los pies o dalles en la sesera con una buena maza de las que sobre la mesa de don Lázaro de Leyva se hallaban, fíjense vuesas senyorías en la gravedad del asunto. Considérese además que en el pabellón de ACHA descansaban dos perrillos muy alborotadores (mas tampoco demasiado molestos, que todos tenemos derecho a vivir la vida a nuestra manera) llamados "Rufo" e "Gordo", sus duenyos sabrán por qué, ya que apenas levantaban un palmo de suelo ambos dos, e con todo ello el pobre Draco andaba como quien dice nervioso como soldado en lupanar e perdido en sus perrunas entendederas. Y si item mas consideramos assí mesmo que durante los tres días de permanencia en Anento el concejo de la Villa non dexó de amenizar nuestra estancia con repetitivas canciones tocadas por los mismos juglares, imaginen mis lectores el son que en determinados momentos reinaba en el parque arbolado del campamento...


Hecho este paréntesis en mi relato, sigamos contando que a poco de todo aquesto regresamos todos a la plaça de la villa para dirigirnos a escuxar la misa en la iglesia, de modo que ante la portada de la misma depositaron los soldados sus armas por estar prohibida la entrada dellas en la Casa de Dios. Es la iglesia de la villa de Anento un muy notable edificio de buena factura que cuenta con un admirable retablo obra de Blasco de Grañén ante el cual los mesnaderos desplegaron grandes elogios. También cuenta el templo con varias capillas, en una de los cuales permaneció arrodillado don Lope Ferrench de Luna (cuyo blasón puede verse esculpido en los muros del interior del edificio) custodiado por dos caballeros antes de ser investido con la Orden de la Caballería tras la Santa Misa, que fue corta e cantada, lo cual es de muy agradecer al pater oficiante lo primero y algo menos lo segundo, ya que las ancianas damas que entonaron los cánticos non eran precisamente profesionales dellos e a veces daba un poco de grima escuchallas.


Al pronunciar el "Ite, missa est", salimos todos al atrio lateral do procedimos a recibir e investir al aspirante don Lope Ferrench de Luna con sus armas, tomalle juramento et recibirle con grande plazer en el estrecho círculo de los caballeros Ricoshombres de Natura, de lo cual nos encargamos un servidor de vuesas senyorías, como narrador, et don Ruy Ximén de Urrea como noble oficiante junto al resto de Fideles Regi como sirvientes del nuevo Caballero. Hecho lo cual ante una multitud agradecida e asombrada del acto, procedimos a nombrar también caballeros a los que quisieren facello, entre los cuales figuraron varios anentinos et la dama llamada Lorie, la acompañante de donna Raquel Esteban, sí, la de la extranya parla que había tenido ocassión de practicar con ella anteriormente, encontrándola realmente difícil de pronunciar. Todos los caballeros fueron saludados con la célebre grita "¡San Jorge, Aragón, Aragón, Aragón!" excepto el Concejal Mayor de la Villa (ante el que gritamos "¡Anento, Anento, Anento!!) et aquesta dama que digo, a la cual los fideles del rey homenajeamos con la grita "¡San Jorge, Guasintón, Guasintón, Guasintón!" en honor a su tierra, esté donde esté, lo cual arrancó sonrisas a más de uno de los asistentes.


Tras el nombramiento, tuvo vuestro cronista nueva occasión de lucirse ante el respetable ofreciendo una pequeña charla sobre la guerra que aqueja a nuestros reinos e sobre las consecuencias della para la villa de Anento, charla que fue mui bien acogida por los magros asistentes (se ve que la mayoría non apetecían de más palabras) et muy felicitado el escribano por ella, de modo que a poco pudimos contemplar en pequeña compañía el magnífico retablo de Anento e incluso caminar por detrás del los que quiesieron facello, pues cuenta la obra de arte con una portezuela que permite investigar sus entretelas a plazer, de lo cual disfrutaron don Atho de Foçes, donna Rocío Bruna et donna Ana de Luesia mientras el cronista rescibía interesante información del retablo de labios de donna Fina de Anento, una anciana dama que se encargaba de mostrar al público visitante las bellezas de su villa.


Et nos acercamos ya al final destas jornadas. Llegada la hora del yantar, disfrutaron de nuevo quienes lo hiciesen de la sempiterna ensalada et el plato de carne guisada con tropeçones (e digo quienes lo hiciesen porque non es tal vianda santo de mi devotio, como saben quienes me siguen), alargamos la sobremesa en la manera que solemos e, a eso de la hora de vísperas, començamos a desmontar lo montado, cargallo en nuestros jumentos e, poco a poco, regresando a nuestros hogares, dexando tras nosotros una gratísima convivencia, una maravillosa acogida e disfrute por parte de nuestros anfitriones anentinos e unas aprovexadísimas jornadas medievales... e llevándome conmigo una legión de picotaços de malos bichos que me dexaron la pierna izquierda como ferida por mangual castellano, muy mal quebrantada de rojeces e avones y de la cual en este momento aún no me he recuperado como debiera, temiendo por mi presencia en Peracense de aquí a poco y esperando de Dios et de los físicos el milagro de una pronta recuperación.


E assí como fue lo he contado todo sin faltar a la verdad, como lo haré en lo sucesivo tenga la pierna o no en las condidiones idóneas, que los cálamos non se cogen con los pies.


En el castillo de Zufaria Antica, a primero del mes de Augusto deste anyo de 1357.


Enrique de Çaragoça