martes, 8 de septiembre de 2009

Crónica de Alagón - 2009 (II)

(Continuatio)

Dexábamos, pues, al escribano multiplicando milagrosamente los pergaminos, rodeado de pequeños aprendices e algunos caraduras mucho mas talludicos, mas non supuso aquesto agravio alguno para él, pues ya se sabe la debilidad que el maese amanuense siente por los infantes, que basta una carita desilusionada para que las sus manos retomen los cálamos cual si vida propia tuvieran, pero era el caso que ya desde vísperas sentía el cronista la necesidad de ir a descargar la vexiga a los aliviaderos con urgencia, por lo que con todo dolor de coraçón fue necesario poner punto final al asunto de los diplomas e, de forma autoritaria e pidiendo mil perdones, cerróse la caxa de las tintas, guardáronse los cálamos e pergaminos, levantóse el espectáculo e salió raudo el maese hacia el lugar de Salvación, al que llegó cuando casi la cerveza pugnaba por retornar donde Natura la empuja, que es lo mismo que dezir en el último momento...

Tras la esgrima infantica los mesnaderos de ACHA e algunos Fideles asombraron a la concurrencia (que ya a essa hora era más que nutrida, pues el sol non ofendía apenas la piel et la temperatura era estupenda e muy bien agradescida) con unos buenos enfrentamientos a espada de mano, mangual e hacha contra escudo que arrancaron astillas de los escudos e recios aplausos de todos, pues es bien sabida la destreza que con aquestas armas despliegan los soldados de la Compañía del Lobo Negro como buenos mercenarios. Mientras, los arqueros de maese Azogaraz íbanse ya despidiendo tras haber ofrecido nuevos concursos de tiro con arquería para los infantes, pues debían retornar a Çaragoça antes de que la noche cayendo fuera, por lo que les abraçamos e despedimos con tristeza por privarnos de la su presencia, muy a su pesar, sin haber tenido apenas oportunidad de cruzar unas palabras e saludos a lo largo del día.

Llegada la hora de la cena, fuéronse unos cuantos mesnaderos por el yantar, que fue de bocadillos de jamón e salchichón con aderezo de tomate para gusto de todos e disgusto de donna Pilar de ACHA, que abomina de tal manjar, de modo que la bella moza dedicóse a fazer la disección dellos por poder cenar a su gusto, lo cual non fue impedimento para saciarse a plazer, pues tocaron a más de cuatro bocadillos por cabeza, suficientes para cenar, recenar e aún desayunar si ello hubiese sido menester.

E fue durante esta cena et las horas que a ella siguieron cuando desplegóse el encanto, la risa, la broma, el chascarrillo, las canciones e las carcajadas de buena camaradería que en aquestas ocasiones suelen surgir, de tal modo que estando don Rodrigo de Lizana et su hermano don Artal en plena vena jacarandosa, non paró la concurrencia de cantar cármenes de otros tiempos (como, entre otras muchas, "Ancho Cipote, Cipote Ancho", "Por Escartín, que le den por culo a Olano", "Cadillac Solitario", "Veinte de Abril", "Días de Verano al cateto modo", "La fiesta medieval", "Oliver, Benji", "Rock del Garaje", e, por supuesto... ¡¡LAAA NOOOOVIAAA, EL NOOOOVIOOOO!!! con obscenos, gráficos e hilarantes gestos) que fizieron a todos, pero especialmente al conde Armando de Villalba e a mí mesmo, buscar nuestras mandíbulas por el suelo, ya que las carcajadas júrovos que nos las habían desencajado de la quijada superior, doliéndonos todos los músculos de la cara pero haciéndonos más felices que el daifo Nacho Vidal perdido en un harén musulmán.

Mas non acaba aquí la noche, que aún falta por narrar la más estupenda aventura que en ella ocurriese et que fue protagonizada -como non podía ser menos- por el amanuense Enrique de Çaragoça et el caballero don Artal de Alagón. E fue el asunto que, habiendo preguntado dom Enrique al señor de Alagón por su alojamiento durante lo poco que quedaba de oscuridad, descubrió don Artal que aún non habíase hablado dello con el munícipe encargado de los festejos, de modo que fue llamado el caballero por mostrarnos el lugar de mi pernocta e partimos ambos -don Artal e yo mesmo- en su corcel por encontrarnos con él en las calles de la villa, recoger las llaves del alojamiento e visitallo. Esperando su aparición (e verán mis lectores que en aqueste caso la palabra "aparición" tiene las resonancias siniestras que acompañarla suelen), vimos don Artal e yo cruzar la plaza del monasterio de San Juan a un negro muchacho que vendía ciertas jocosas mercaderías, de modo que habiéndonos llamado la atención una peluca que en la su cabeza el moço llevaba, de muchos colores e curiosa cresta como de yelmo romano, decidimos mercarle dos dellas por ocho euros jaqueses, para reírnos un rato más con nuestros compañeros en la campa, lo que fue motivo de grandes carcajadas como se verá.

Mas llegó en ese momento maese Juanjo Gálvez de Alagón a la plaça e acompañónos al seminario do iba el amanuense a pasar la noche. Llamamos a la puerta et saliónos a rescibir un amable caballero -que yo barrunté sacerdote por sus maneras e discreta vestimenta- que se ofreció a mostrarnos el habitáculo, de modo que fuimos a la puerta del mismo e ya, como entremés, díjome el caballero que non perdiese la llave pues de lo contrario non podría entrar (¡ni salir!) del lugar por no tener dicha puerta pomo que la abriese sin su llave. Noticia que ya púsome en guardia pensando en lo que podría esperarnos más allá del umbral. Que, dicho sea de paso, ya es cicatería de clero roñoso non mercar un pomo para la puerta, que sólo contaba con una cuerda como de atar gorrinos por la parte interior de la mesma para tirar della e abrilla como quien dice a tirones. Mas con la Iglesia hemos topado, et ellos sabrán el presupuesto de que disponen, ¡Vive el Cielo!

Abrióse la puerta, pues, e ante nosotros se mostró un panorama como de cuento de terror: un luengo pasillo a oscuras, como de mausoleo, salpicado de misteriosas puertas a todo lo largo dél, cada una dellas con un cartelón explicativo ("comedor", "sala de seminaristas", "capilla", "servicios", "posesiones diabólicas y exorcismos"... ¡que aqueste último non estaba pero non habría desentonado un solo punto!), de modo que sólo hubiese faltado el de "sala de torturas" para que el amanuense hubiese puesto pies en Polvorosa (e aún en Gijón o La Coruña) sin encomendarse a Dios o al Diablo, e algo assí debió pensar maese Juanjo de Alagón, pues apenas vió el asunto despidióse apresuradamente de nosotros pretextando que había dexado el partido de fútbol en lo mejor, dexándonos a don Artal e a mí con el buen sacerdote que, a esas alturas, parecíanos haber trocado su amable rostro de servidor de Dios por el de enterrador de cementerio o familiar de la Inquisición...

Avanzamos a oscuras, con el alma encogida, hasta la mitad del pasillo pues curiosamente las antorchas del comienzo del mismo estaban apagadas e non pudieron ser encendidas, et el caballero nos fue indicando cuáles eran las diferentes estancias del mauso... quiero dezir del seminario, e cerrando con llave algunas puertas (como la de la capilla), "para non confundirme cuando más tarde viniera", según dijo, pero haciendo a mi imaginación cabalgar desbocada al preguntarme por los diabólicos secretos que tras ellas podían esconderse. Las palabras "almas en pena" iban repitiéndose en mi mente con cada paso que nos acercaba al final del pasillo, especialmente cuando mostrónos el guardián de aquella caverna lo que dijo ser el "comedor", oscuro e lóbrego como antro del Anticristo, que era enorme y que al dezillo despertó un eco en el interior del mismo que me hizo sentir una gota del sudor frío del miedo deslizándose por mi rabadilla.

Llegamos al final del pasillo y, a la izquierda, subimos por una caja de escaleras bajo las cuales podía esconderse desde un moro armado con curva gumía hasta el mismísimo can Cerbero con sus tres cabezas ávidas de carne y sangre de orondo escribano Fidelis Regi, hasta alcanzar el segundo piso, do se hallaba -¡al fin!- la cámara dispuesta para mi pernocta, que era grande e solitaria a plazer, con más de una dozena de literas vacías, una de las cuales me estaba destinada y sobre la cual había un rollo de alambre fino, "para trabajos manuales", según dixo Igor el Guardián con una sonrisa, pero perfectamente dispuesto para ceñir el cuello de un durmiente et partirle la garganta de un simple tirón. Enseñóme luego los aliviaderos, que estaban fuera frente a la habitación, subiendo nuevas escaleras, e tranquilizóme del todo el buen hombre diziéndome que en la puerta próxima a los mismos descansarían esa noche un grupo de cuarenta seminaristas que de allí a poco regresarían al antro para pasar la noche e fazer sus ceremonias... con lo cual quedé mucho más aliviado. Lívido, blanco como cal de mortero, pero aliviadísimo, e non digo más.

Para entonces ya podrán imaginar vuesas señorías que yo había decidido que antes gritaría Francisco Franco "¡Viva la República!" que pasar yo un solo minuto más en aquella trampa, ni mucho menos tumbarme a dormir solo en aquel ataúd. Assí que, saliendo de la Casa del Terror al frescor de la noche, despedímonos del buen caballero, guardé la llave del castillo en mi bolsa, olvidéme della, e mirámonos a la cara don Artal e yo, estallando en carcajadas al ver nuestros rostros demudados e dándome el señor de Alagón todo su consuelo e sus bendiciones por la noche que me esperaba.

Assí como lo cuento fue también descrito a los mesnaderos de ACHA e Fidelis en la campa cuando regresamos, disfrazados con nuestras pelucas y entre un torrente tal de carcajadas, chistes, bromas ("Monfooort... ven con nosotrooos", "Monfooort, tengo mieeedooo", dezía constantemente un hideputa con evidente cachondeo) e chascarrillos que ya no es que nos desencajasen las mandíbulas sino que para entonces ya non había esperança de encontrallas ni maldita la falta que nos hacía, sobre todo cuando don Sancho de Antillón dió con sus posaderas en el suelo al desbaratarse la silla de tijera do reposaba, lo cual fue celebrado con grandes risas, aunque se tornasen preocupación al ver que don Sancho non acertaba a ponerse en pie por haberse quebrantado la rabadilla muy malamente. Pasado el pequeño e doloroso incidente, el caballero Carlos de ACHA ofrecióse con toda su magnífica amabilidad a dormir en el suelo de su tienda por cederme su colchón, que antes prefería yo maldormir al raso que pasar la noche en la caverna de los horrores, por lo que mucho le agradescí la deferencia e aún pude dormir unas pocas horas en la tienda con los caballeros de ACHA, cuyos ronquidos parecíanme cantos celestiales en acordándome del sobrecogedor silencio del lugar que se me había destinado para dormir en Alagón.

Mas antes que aquesto ocurriese continuaron la cerveza y el licor discurriendo entre los soldados (como uno llamado "sangre de Vikingo", que estaba realmente sabroso), recenamos unos bocadillos, cantamos más canciones, fue rebautiçado el escribano rescibiendo el nombre de "Monfortefuma" por su cresta cruzada al modo azteca e su afición a la cachimba e fueron los vapores del alcohol nublándome el entendimiento de tal modo que estrecháronse tanto los lazos de amistad entre los ACHA e mis hermanos Fideles Regi que creo que me casé con don Ximeno Marco de Celaya, cosa que non recuerdo agora muy bien. Passaronse luego a establecer los puestos de combate para la algarada del día siguiente e cruzamos amabilísimas frases de fraternidad con nuestros compañeros del Lobo Negro, a los cuales nos une ya un inquebrantable vínculo de amistad, fablamos muy sesudas e sinceras palabras sobre nuestros objetivos en el futuro e ya clareando el alba, tras esa hora de las confidencias que el alcohol desata cuando el espíritu se halla atormentado, retirámonos a nuestras tiendas mientras yo trataba de conciliar el sueño escuchando las roncas de mis compañeros de habitáculo e paresciéndome coros seráficos en acordándome por un instante del vacío lugar por el que los espíritus errantes echaban de menos a un orondo escribano que había prometido pasar allí la noche e que se quedaron ayunos de carne fresca en la que hincar sus colmillos.

Assí, contemplando el entramado de palos e mástiles de la tienda de ACHA e muy bien averronchado sobre el rocaje vivo tras haber descendido a las cámaras del infierno, dexaremos a nuestro amanuense intentando dormir hasta que el gallo cante pocas horas más tarde...