martes, 7 de septiembre de 2010

Crónica de Peracense 2010 (IV)

QUARTA JORNADA

Documentos dudosos e batallas seguras

Trepóse Helios en los cielos la mañana deste día de San Sixto, cuarto de las jornadas en Peracense, et levantóse el escribano del lecho que habíase acomodado mal que bien con una pata de muleta -como quien dize- tras haber pasado una nocte regulera en companya de las roncas de los mesnaderos (bien gruesas, a Fe) et los dos frailucos cistercienses que el día anterior habíanse venido al castillo por coadjuvar al capellán en sus tareas et que dormieron en mi pabellón, muy junticos, enterándose el amanuense de que ambos freires habían pasado las horas nocturnas en idas e venidas a la capilla del castillo por rezar los maitines, laudes e prima, que ya son ganas de mucho orar e poco dormir o de jugar a juegos misteriosos, questo es algo que quedará en la privacidad de sus personas…

Sea como fuere, fechas las abluciones matutinas, cogió el escribano su caballo blanco e acompanyó con él a los sennores don Atho de Foces, don Assalit de Gúdal et la simpar donna Roçío Bruna a la cercana Villafranca del Campo, do conseguimos unos pocos dineros en los cambistas de la villa e mercamos unos lamines por desayunarnos, cosa que fizimos complidamente luego en la fonda de Peracense, si bien en poco rato pues ya nos esperaban de seguida en la fortaleza para continuar con los muchos trabaxos que en ella nos aguardaban.

Començó así el castrum a llenarse de vida nuevamente, acomodáronse las guardias al mando del sargento de fierro don Assalit, como el día anterior, e preparámonos todos para el siguiente capítulo de la tragedia peracensis: entregado el documento de la nueva tenencia al senescal don Ruy Ximénez de Urrea, espera don Ximén Cornel el resultado de su análisis e la decisión del noble aragonés al respecto. En las escaleras de acceso al recinto superior es formada la guardia e dispuesto un sitial en el que don Ruy se aposenta junto a su Secretario de Cartas Latinas, desarrollándose un parlamento según el qual no da por válidfo don Ruy el documento aportado por el Cornel, marchando éste iracundo e prometiendo volver... bien acompañado.

E así, con los más negros augurios, el Cornel abandona el Castillo Rojo e don Ruy se dispone a pasar revista a la guardia, que rescibe la orden de extremar su vigilancia ante la posibilidad más que segura de ser sorprendida por un ataque de las fuerzas cornelianas que, a buen seguro, acudirán a defender los derechos de su señor.

Fecho lo qual, continuóse la atención a los quehaceres de la fortaleza, incluyendo entrellos la acogida a los muytos visitantes que la emisión del programa “Aragón en abierto” et el boca-a-boca habían llamado a Peracense faziendo que más de un millar de curiosos se acercasen con sus jamelgos e familias al Castillo Rojo redivivo. Llegóse deste modo la hora del yantar, que fue de ensalada e rancho de carne con guisantes e otros adereços -por si el escribano habíasse olvidado del, ¡mal rayo lo parta!- et que, a falta de sitio en la campa baja, fue degustado en aquesta occasión por el escribano en el campamento de la Mesnada de ACHA, en la segunda liza del Castillo Rojo, muy hermoso et en muy buena compañía de donna Thoser, don Ximeno Marco de Zelaya, maese Corronchos, maese Ludus Monstruorum et alguno más que agora non recuerdo, mas para mi desgracia estaba el dito campamento achero en buena posición de vigilancia mas en mala para quien arrastra las carnes por arrobas, que muy bien puede decirse que quemé por el camino las pocas grasas que el rancho del demonio habríame cargado en las tripas.

Abrióse entonces la sobremesa, como suele, marcharopn algunos mesnaderos al pueblo por tomar unos cafés et dirixíme a la sisha de mis amores en la taberna de la fortaleza mientras Germancico de Leyva se tomaba un agradable baño en una tinaja, todo desnudico, que estaba la tarde calda en extremo e non son las altas temperaturas buenas para un infante de tan tierna edad, de modo que muyto disfrutó el chiquitín de su baño e muy refrescado salió del, que daba gozo verlo tan contento e a punto de echarse esa siestecica que siempre tardan en iniciar los pequeñuelos, llevados por la curiosidad de quanto les rodea, para disgusto del descanso de sus padres…

Assí fuesse pasando la tarde, entre visitas de los curiosos e tareas de los mesnaderos, cuando fue llegada la hora en que don Ximén Cornel iba a traernos buenas razones, de más pesso e contundencia, para serle transferida la tenencia de Peracense. Ya desde poco después de vísperas fue arremolinándose la gente acá e acullá sin orden nin concierto quando los atacantes se dirigieron al camino exterior de la fortaleza acompañados por el Cornel, que esperaría a las puertas de la mesma.

Dispusiéronse los arqueros e los vigilantes en las murallas e subiósse el escribano a lo alto de la falsatorre del homenaje con un cubo lleno de agua para el menester que aluego contaré a mis lectores, mas con tan mala fortuna que entráronle al amanuense ganas de desbeber lo bebido en tan mala hora que a punto estuvo de fazello en el cubo que digo, lo qual hubiera sido gollería e muy mala idea por lo que aluego se verá. E fue el asalto al castillo de Peracense como sigue:

A una señal del senescal de Urrea, arroja el escribano una cuarta del cubo de agua sobre las escaleras de acceso a la torre indicando con gesto torcido e grandes gritas que las cisternas superiores están casi secas et enfangadas e pidiendo a las aguadoras que partan en busca del líquido elemento al río. Marchan las buenas mozas a cumplir la orden et passa un buen rato en el entretanto, de modo que las gentes que esperan desde hace casi una hora ver estocadas e golpes de ferruza comienzan a impacientarse, mas toca armarse de paciencia hasta que, por fin, las tropas del Cornel sorprenden a las aguadoras et a sus guardianes e comiénzase el ataque huyendo las aguadoras hacia el castillo e arrojando los niños sobre los asaltantes una lluvia de piedras líquidas (pues estallaban en ducha de agua sobre los escudos e los yelmos) que sin duda muyto los refrescaron más que causarles daño.

Mas ¡ay! el camino hasta la entrada es largo e aún hubo que esperar unos buenos veinte minutos antes de que, por fin, fustibaleros e honderos enemigos se aproximasen a las murallas e lanzasen sus piedras sobre los guardianes dellas, con tanto tino e fuerça que una piedra gris impactó sobre el braço de un espectador e incluso sobre la lindísima doncella donna Lydia, la hija de don Sancho de Haro, que rescibió una de las piedras en su boquita, dexándosela como a la daifa Belén Esteban inmediatamente después de su operación de morros, la pobrecica.

Una traición permite a los asaltantes penetrar en la primera liza de la fortaleza sin lucha, rescibiendo de inmediato desde la muralla hacia el interior las flechas de los arqueros sobre los escudos e aún sobre los mesmos cuerpos, de modo que ya el escribano desde su atalaya informa a los presentes de que la segunda puerta va a ser reventada a golpes de ariete, lo qual es rescibido por el público con grandes gritas e aplausos, ya que muyto era el tiempo esperado para tal acción… e para cualquier otra. Golpea el ariete sin piedad sobre el portón de la segunda liza e los mesnaderos defensores se aprestan a sujetalla, mas los estruendosos golpes de las hachas obligan a los defensores a abandonar la puerta e salta ésta en mil pedaços, faziendo su entrada en el castillo los atacantes con don Ximén Cornel tras ellos, no sin antes retirar cuidadosamente los restos de madera, clavos e ferralla caídos por el suelo, que tampoco es cuestión de taladrarse un pie por la tontuna de asaltar una fortaleza a golpe de espada, vive Dios.

A esas alturas el escribano andaba ya dando saltitos como gorrión a punto de mearse en el cubo que antes dige, pero los escrúpulos le fizieron esperar al desarrollo de los acontescimientos. E fueron estos la formación del consabido muro de escudos et el choque espantable de las mesnadas defensora e atacante por dos o tres vezes, hasta el momento en que don Ruy se rodea de sus incondicionales e aguanta el chaparrón de golpes mientras uno de los mesnaderos asaltantes se dirige con malas intenciones, hacha en mano, hacia la puerta de la falsa torre. Et en ese momento dexa el escribano caer sobre él desde la buhedera superior el resto del agua hirviendo (es un suponer, que el agua estaba del tiempo) e así entenderán mis lectores que hubiera sido gollería el haber meado en el cubo, pues mucho me temo que el agua que sobre el pobre asaltante cayó hubiera estado algo más caliente pero asaz más desagradable, e tampoco era cuestión de pringar al pobre hombre, quien se retorció por el suelo como si hobiese caído sobre él un pozal de brea ardiente.

Justo en ese instante pide el Urrea parlamento a don Ximén deste modo:

CORNEL: Barón! Esta matanza va en deservicio de nuestras casas y en mengua de nuestra fortuna. Debe cesar ya.

URREA: ¿Y qué ofrecéis entonces?

CORNEL: Un duelo entre mi alférez, Galcerán, y cualquiera de los vuestros que vos elijáis….

URREA: De acuerdo, Cornel! Mi sargento de armas, Blasco Garcés, será quien defienda mi mejor derecho. Quien venza tendrá castillo y villa para su señor.

CORNEL: Así ha de ser, Urrea, don Galcerán me entregará Peracense. Y aquí mismo ante todos juro que, si tal hace, tendrá un quinto de su valor en mis caballerías de honor mientras permanezca a mi servicio.

Prepáranse los contendientes e justan con bravura entrellos a espada et escudo, pero en un determinado momento, a una orden de don Ximén, que tiene la razón de su parte e piensa que traicionar a un traidor que se niega a reconocer sus derechos ha cien años de perdón, el caballero don Fortún de Ayala -parcial de la Casa de Cornel- toma al de Urrea por la espalda e apoya sobre su cuello una daga asesina, de modo que don Blasco Garcés baja su arma ante Galcerán et el señor don Ruy Ximén de Urrea es hecho prisionero por su adversario:

TODOS: Peracense por don Ximeno!!

CORNEL: Gracias sean dadas al cielo, la Justicia me devuelve lo que es mío! Lleváos a don Ruy de aquí!

(Don Ruy Ximén de Urrea es cargado de grilletes y conducido al interior de la torre del homenaje)

Muy vistosa e larga fue la batalla, tras la qual juntámonos todos a hacernos desas fotografías que tanto frecuentaron el evento, comentamos el lanze e lamentamos una baja en la persona del señor don Assalit de Gúdal, al que un mal golpe de ferruza arrancó parte del dedo índice de la mano derecha dexándoselo muy mal ferido, mas de ahí a poco le fue tratada la gollería por una buena dama que por allí estaba e non tuvo que lamentar el buen sargento otra cosa que un dolor molesto e la semejanza del dedo ferido al del estafermo E.T., de modo que sólo le faltaba a don Assalit decir “Mi caaasa, teleeefono” con cara de pánfilo para parescer más extraterrestre con gambesón e capiello de fer que sargento de armas de Peracense, e non digo más. Ello unido al pobre labio de Belén Est… perdón, de la fija de don Sancho de Haro fueron las únicas bajas constatables, lo qual no es mala consecuencia para tan sangriento lanze.

Desnudados los guerreros de sus armas, llegóse poco a poco la hora de la cena -que fue de costillas de cerdo assadas con patatas, muy sabrosas, repitiendo el escribano plato en al menos una occasión- e tras ella brindóse entre los fideles e sus amigos a la salud de la nueva condición docente del dicto escribano e llegóse la hora de las chanzas, que protagonizaron como suelen los dos miembros del grupo de juglares “Les Morenitos” et que fueron grandemente reídas e aplaudidas por el respetable, mas de lo qual non quiero extenderme agora porque ya el cálamo se me cae de las manos e con las risotadas, las sesudas conversaciones, los chascarrillos et la llegada del sueño (a unos más tarde que a otros, vive Dios, que hubo mesnaderos que vieron salir el sol antes de acostarse) llegóse el momento de retirarnos a nuestros camastros, lo qual fize a eso de una hora antes de laudes a la espera de una nueva mañana, última jornada de las que passamos en Peracense.